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lunes, 6 de julio de 2020

¿Podría conformarse el SARS-CoV-2 con un 20% del ‘rebaño’?

Medicina Preventiva y Salud Pública
Josezarate
Mar, 07/07/2020 - 07:00
Protección derivada de la heterogeneidad de la susceptibilidad y la ‘materia oscura inmunológica’
Toma de muestras en Torrejón de Ardoz, en Madrid.
Toma de muestras de coronavirus en Torrejón de Ardoz, Madrid.

Aunque sigue su letal expansión por América y con rebrotes inquietantes en el resto del mundo, el SARS-CoV-2 parece haber mitigado su afán mortífero en algunas áreas del mundo. Los diferentes grados de confinamiento, las mascarillas y las medidas de distanciamiento físico han interpuesto un parapeto eficaz para su propagación.

Otros factores externos, como la temperatura y humedad, y las condiciones y la densidad de población, desempeñan también un papel adicional en la evolución de la epidemia. Y se observa con esperanza su deriva mutacional, la adaptación viral a su hospedador humano, de manera que le sirva de transmisor y no de tumba.

Seis meses después de su aparición y tras numerosas modelizaciones matemáticas sobre su difusión y mortalidad, las maniobras del SARS-CoV-2 siguen siendo difíciles de predecir y comprender. En el crucero Diamond Princess, por ejemplo, donde es probable que el virus se propagara con relativa libertad a través del sistema de aire acondicionado que une los camarotes, solo el 19% de los pasajeros y de la tripulación resultaron infectados (700 de 3.700). Los datos de otros buques militares y de lugares como Nueva York, Londres o Torrejón, en Madrid, también sugieren que las infecciones rondan el 20%, mucho más bajas que lo sugerido por esos modelos matemáticos. Un análisis de 6.000 personas de las 69 residencias de ancianos del área sanitaria del Hospital Valle de Hebrón, en Barcelona, detectaba un 24% de contagiados (más de la mitad de ellos asintomáticos), y otro del personal del Hospital madrileño de Alcorcón subía la cifra al 31%. Resultados, claro está, sin afán de exactitud, tanto por las deficiencias de los test como por el momento en que se extrajeron.

Como escribían hace poco en The Conversation los epidemiólogos Paul W. Franks y Joacim Rocklöv, de las universidades suecas de Lund y Umeå, estos datos “han llevado a especular sobre si una población pudiera lograr algún tipo de inmunidad al virus con tan solo un 20% de infectados, una proporción muy por debajo del umbral de inmunidad de grupo o rebaño ampliamente aceptado: 60-70%”.

Inmunidad innata

En su línea optimista, añaden que las esperanzas de que la pandemia pueda terminar antes de lo inicialmente temido se han visto alimentadas por la presunta ‘materia oscura inmunológica’, un tipo de inmunidad innata que no se puede detectar con las pruebas de anticuerpos contra el SARS-CoV-2, y que sería por ejemplo la que defiende contra los resfriados. Esa materia oscura implica la ‘inmunidad mediada por células T’, que ante la presencia de antígenos se activan para combatir a los virus. Hay incluso personas no infectadas por el SARS-CoV-2 que también albergan células T protectoras, probablemente porque han estado expuestas a otros coronavirus o por una determinada configuración genética o del tipo de sangre; buena parte de los asintomáticos entrarían en esos grupos privilegiados. Tales fenómenos conducirían a cierto nivel ‘invisible’ de protección, lo que explicaría por qué algunas epidemias, como las de las gripes estacionales, se difunden y extinguen a veces muy por debajo del umbral de inmunidad colectiva.

A finales de abril, las autoridades suecas de salud pública anunciaron que la capital, Estocolmo, estaba "mostrando signos de inmunidad colectiva", y estimaron que la mitad de su población habría sido infectada. Dos semanas después, tuvieron que rectificar cuando los resultados de su propio estudio de anticuerpos revelaron que solo el 7,3% de la ciudad estaba infectada. A pesar de ello y de la falta de medidas estrictas, el número de muertes e infecciones en Estocolmo está disminuyendo en lugar de aumentar. En cambio, los citados epidemiólogos argumentan que Alemania ha visto cierto resurgimiento de casos después de un control inicial modélico. “Puede ser tentador afirmar que esto podría deberse a que los puntos críticos nunca se acercaron al 20% de infección que se observó en otras regiones”.

La ecuación no parece sin embargo tan sencilla. En Bérgamo, el epicentro italiano de Covid-19, el 60% de la población tenía anticuerpos a principios de junio. Igual ha ocurrido en algunas prisiones: en el Centro Correccional Trousdale Turner, en Hartsville, Estados Unidos, el 54% de los reclusos dieron positivo a principios de mayo. Y otro análisis del Hospital madrileño Gregorio Marañón en 13 residencias (2.500 personas) encontró que entre el 60 y el 70% de los ancianos tenían anticuerpos.

Tasas insuficientes

Las grandes diferencias en las tasas de mortalidad en diferentes países “son difíciles de conciliar con los argumentos de inmunidad colectiva”, comentaba a finales de junio en The Lancet el equipo de Lucy C. Okell, del Imperial College de Londres. Han influido la precocidad de los confinamientos y medidas de prudencia, y la disponibilidad de equipos de protección y de test analíticos. “Los estudios de seroprevalencia -añaden- proporcionan una fuente de información independiente que es altamente consistente con los datos de mortalidad. Y ese argumento de la inmunidad de rebaño no coincide con esos datos de mortalidad y seroprevalencia. Si bien los impactos de las intervenciones de control sobre la transmisión deben equilibrarse con sus impactos económicos y de salud a corto y largo plazo, los datos epidemiológicos sugieren que ningún país ha visto todavía tasas de infección suficientes para prevenir una segunda ola de transmisión”, concluía el equipo británico. Prueba de ello es que, salvo los estudios mencionados, la seroprevalencia global rondaría más el 5%-10% que el 20%: así se ha observado en análisis llevados a cabo en Ginebra, Seattle y Barcelona, y en el gran estudio de seroprevalencia presentado ayer en España.

Por lo general, los investigadores solo piensan en la inmunidad colectiva en el contexto de las campañas de vacunación, que presuponen que todos tienen la misma probabilidad de contraer y propagar una enfermedad. Si la tasa de reproducción de la Covid-19 -la tan debatida R0- es del 2,5 (cada persona infectada infecta, en promedio, a otras dos personas y media, una estimación común), el umbral de inmunidad de grupo sería de 0,6, o 60%: el virus se propagará a un ritmo acelerado hasta que, en promedio, el 60% de la población se vuelva inmune. En ese punto, el virus aún se propagará, pero a una velocidad de desaceleración hasta que se detenga por completo. Un nuevo infectado que aterriza en otro país no encontrará muchas víctimas. "No significa que no pueda iniciar un incendio, pero ese brote va a morir", resume en Quanta Magazine Kate Langwig, del Instituto Politécnico de Virginia, en Estados Unidos.

Pero no siempre es así. Las diferencias en los comportamientos sociales hacen que algunas personas tengan más exposición a una enfermedad que otras, a lo que hay que sumar las diferencias biológicas. "Nacimos diferentes, y luego estas diferencias se acumulan a medida que vivimos diferentes experiencias", explica Gabriela Gomes, matemática y estadística de la Universidad de Strathclyde en Escocia, en Quanta Magazine. "Esto afecta a la capacidad de las personas para combatir un virus". Es lo que se llama heterogeneidad de la susceptibilidad, condición que a su juicio puede reducir notablemente el umbral del 60%.

A ese concepto, pero en su versión social no biológica, aludían hace poco en Science los matemáticos Tom Britton, Frank Ball y Pieter Trapman, de las universidades de Estocolmo y Nottingham: “La heterogeneidad de la población puede afectar significativamente a la inmunidad inducida por la enfermedad, ya que la proporción de infectados en grupos con las tasas de contacto más altas es mayor que en los grupos con tasas de contacto bajas”.

Los jóvenes suelen tener más movilidad y contactos que los ancianos, son más activos socialmente. Y aplicando una tasa de contagios o R0 de 2,5 a una comunidad estructurada por edades, deducían que el nivel de inmunidad del rebaño podría estar en torno al 43%, “sustancialmente menor que el nivel clásico del 60% obtenido en una población homogénea”. Es decir, el nivel de inmunidad colectiva es más bajo cuando dicha inmunidad es causada por la propagación de la enfermedad que cuando proviene de la vacunación.

Caprichos víricos

Con todo, ese umbral puede variar según la ubicación y el grupo. La persona infectada en un edificio de apartamentos infectaría a más personas que la infectada en un entorno rural. La tasa R0 del 2,5 variará entonces según las zonas, y el umbral del 60% será mayor en algunos lugares -grandes aglomeraciones o residencias de ancianos- y menor en otros, como aclaraba el conocido epidemiólogo Marc Lipsitch, de la Universidad de Harvard. A mayor escala, toda esa heterogeneidad tenderá a reducir el umbral de inmunidad colectiva. Al principio, el virus infecta a las personas más susceptibles y se propaga rápidamente. “Pero para seguir propagándose, tiene que pasar a las menos susceptibles, lo que frena sus aspiraciones y la epidemia crece más lentamente de lo que se anticipó en función de su tasa de crecimiento inicial, y probablemente se elimine antes de lo esperado”, deduce Lipsitch, para quien en esta pandemia el umbral de inmunidad colectiva estaría en el 50%.

Quizá, matizaban Franks y Rocklöv, ese umbral del 20% solo se pueda aplicar en último término a algunas comunidades, dependiendo de las interacciones entre muchos factores genéticos, inmunológicos, conductuales y ambientales, así como de la prevalencia de enfermedades preexistentes.

En cuanto malabarismos epidemiológicos, estas conjeturas académicas no satisfacen mucho a los clínicos ni a las personas de alto riesgo. Con su estrategia de ‘rebaño’, se quejan, Suecia ha cosechado, en proporción a su población, casi tres veces más muertes que las prudentes Noruega, Finlandia o Alemania.

En última instancia, la única forma de escapar verdaderamente de la pandemia de Covid-19 es lograr la inmunidad colectiva a gran escala, no solo en los lugares donde las infecciones han sido más altas. Y eso solo sucederá, al igual que con la viruela o la polio, una vez que haya una vacuna efectiva y de acceso global. Aun contando con ese menor umbral inmunitario, las incertidumbres que rodean al coronavirus no deberían por tanto relajar las medidas sociales de contención que son las que por ahora lo mantienen por debajo de su mortífero umbral.

La epidemiología ortodoxa cifra la inmunidad colectiva en un 60%. Pero algunos razonan que con el nuevo coronavirus quizá baste con el 20 o el 40%. Off José R. Zárate Microbiología y Enfermedades Infecciosas Off

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