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sábado, 9 de noviembre de 2019

Microbiota: una jungla de tesoros y peligros

Hace dos semanas, en el congreso europeo de Gastroenterología, en Barcelona, investigadores de las universidades holandesas de Groninga y Maastricht, presentaron un análisis sobre los efectos de 41 categorías de fármacos en la microbiota de 1.883 muestras fecales: 18 categorías, en especial los antiácidos, antidiabéticos, antibióticos, antidepresivos, esteroides y laxantes, alteraban el equilibrio microbiano intestinal. Desde hace una década decenas de estudios exploran las complejas conexiones entre algunas enfermedades, como la diabetes, el autismo, el Parkinson y sobre todo las intestinales, y los miles de microorganismos instalados en las entrañas digestivas en una ancestral simbiosis cuyos efectos positivos y negativos estamos empezando a conocer. Al menos la décima parte de esos estudios hablan de disbiosis cuando hallan cambios o perfiles microbianos que parecen perjudicar al organismo.

Pero, ¿en qué consiste una microbiota equilibrada? “En la mayoría de los casos, los investigadores aún no saben si un cambio en la microbiota es malo”, explica Fergus Shanahan, gastroenterólogo de la Universidad de Cork en Irlanda, en el último número de Undark. “Puede ser un efecto secundario de una enfermedad o una adaptación de nuestros errores intestinales a nuevas circunstancias; lo que parece anormal podría ser normal”.

El mes pasado, Nature Microbiology publicaba un trabajo de las universidades de California en San Francisco y de Harvard en el que observaban la alteración de la microbiota en ratones y humanos según recibieran carne y batatas crudas o cocinadas: la variedad de efectos no permitía extraer lecciones prácticas. Una de las conclusiones de la segunda fase del Proyecto Microbioma Humano, presentada a comienzos de este año, es que no parece haber un microbioma universal o normal.

“Hay una tremenda cantidad de formas de ensamblar microbiomas en personas aparentemente sanas”, explicaba Rob Knight, de la Universidad de California en San Diego. Además -añadía-, al comparar personas enfermas y sanas puede ser difícil determinar si las diferencias en la microbiota son una causa o un efecto de la enfermedad.

También a finales del mes pasado, en otro estudio del Instituto Médico Howard Hughes aparecido en Nature sobre las toxinas que bombean las bacterias intestinales para envenenar a los intrusos y el intercambio de genes de inmunidad entre bacterias para su supervivencia y adaptación, se incidía sobre las diferentes combinaciones de genes y toxinas en las muestras fecales humanas analizadas: “Lo que necesita para sobrevivir el microbioma de una persona podría no ser lo mismo en el de otra persona”, advertía Joseph Mougous, coautor del estudio. “Los enfoques generalizados para colonizar el intestino con ciertas bacterias no serían de mucha utilidad”.

La difusión de que los trasplantes fecales pueden corregir infecciones y dolores intestinales y luchar contra la obesidad ha extendido en algunos ámbitos poco escrupulosos los trasplantes entre familiares o amigos sanos y musculosos. Varias compañías ya ofrecen en Estados Unidos secuenciaciones de heces por entre 100 y 400 dólares. “Hay muy pocas enfermedades en las que se ha establecido un vínculo causal en términos del microbioma”, afirmaba el gastroenterólogo Purna Kashyap, de la Clínica Mayo en Minnesota, en el reportaje de Undark. Debido al desconocimiento actual, la única indicación bendecida por las autoridades sanitarias, por sus efectos casi milagrosos, es la infección por Clostridium difficile, como ha vuelto a poner de relieve en el último número de Annals of Internal Medicine un equipo de la Fondazione Policlinico Gemelli, en Roma, en 290 pacientes. “Tenemos buena evidencia de que en esos casos funcionan muy bien”, corrobora en Undark Scott Olesen, director científico de OpenBiome, un banco de heces sin fines de lucro que las recoge y procesa para ensayos médicos e investigadores; ya han enviado 50.000 tratamientos a hospitales de Estados Unidos para la infección por C. difficile. Pero incluso en este escenario tan idílico hay riesgos: dos pacientes con C. difficile trasplantados con heces ajenas se infectaron este año con E. coli resistente a antibióticos no detectada, según recogía The New England la semana pasada; uno de ellos falleció.

La microbiota a ensayo

Lo demás por ahora son ensayos clínicos y estudios en animales. En junio pasado, una investigación del Centro de Diabetes Joslin, en Boston, publicada en Nature Medicine identificaba un tipo de bacteria, del género Veillonella, en la microbiota de atletas de élite que contribuye a mejorar la capacidad de ejercicio y que está ausente en personas sedentarias. Dicha bacteria metaboliza el ácido láctico producido durante el ejercicio y lo convierte en propionato, un ácido graso de cadena corta que el organismo utiliza para mejorar esa capacidad aérobica.

Ese mismo mes, en Nature Communications, inmunólogos del Instituto Babraham en Cambridge (Reino Unido) mostraban que los trasplantes fecales de ratones jóvenes a ratones viejos estimulan la microbiota y reviven el sistema inmunológico intestinal. “Nuestro sistema inmune interactúa constantemente con las bacterias del tracto gastrointestinal”, recordaba Marisa Stebegg, la autora principal, circunstancia que se analizaba en otro estudio de la misma revista en el que, a través de un cóctel de once cepas bacterianas, se activaba el sistema inmune y ralentizaba el crecimiento del melanoma en ratones.

Y en abril, otro trabajo de la Universidad Estatal de Arizona aparecido en Scientific Reports concluía que la transferencia de microbiota reducía a casi la mitad (45%) los síntomas del autismo. Parte del éxito podría deberse al alivio de los problemas gastrointestinales que sufren los niños autistas y a su menor diversidad microbiana. Hay asimismo sospechas de la relación de la microbiota con el Parkinson, la esclerosis múltiple y algunas alergias; son motivos de esperanza pero también de inquietud por cuanto heces contaminadas podrían contagiar en lugar de curar.

“Estamos aprendiendo que el microbioma se asocia a muchos aspectos de la salud, algo desconocido hace veinte años”, añade Knight. Pero descubrir cuándo el microbioma causa una enfermedad y cuándo es un efecto secundario es una tarea larga y compleja. “Los científicos ni siquiera saben bien cómo los trasplantes fecales eliminan el C. difficile”.

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