martes, 30 de octubre de 2018

“En LLC empiezan a despuntar las tirosina- cinasas”

Según el Grupo Oncológico para el Tratamiento y Estudio de los Linfomas (Gotel), cada año se diagnostican en España más de 7.500 casos de linfoma, y las previsiones de cara a 2030 aseguran que superaremos los 9.000. Entre los especialistas que investigan nuevas vías de tratamiento en este campo está María José Terol, del Servicio de Hematología del Hospital Clínico de Valencia; más concretamente en leucemia linfocítica crónica (LLC), un subgrupo en el que Terol está trabajando.

Desde su punto de vista, “estamos en un cambio de paradigma” gracias a las nuevas terapias dirigidas que están desplazando al estándar de quimioterapia. “El fármaco fundamental en linfomas es el rituximab, un anticuerpo monoclonal quimérico que se une al antígeno CD20 para inducir a la muerte de la célula cancerosa. Sin embargo, en la actualidad se están diseñando otras muchas moléculas que van a favorecer la respuesta inmune del paciente”, adelanta. Terol es también secretaria del Grupo Español de Leucemia Linfocítica Crónica (GeLLC), y comenta que en LLC y en el linfoma de células del manto están empezando a despuntar las tirosina-cinasas, que también inducen al suicidio de las células alteradas. “Contamos con inhibidores de la tirosina-cinasa de Bruton (BTK) como ibrutinib e idelalisib. Y más recientemente hemos empezado a usar inhibidores más específicos contra el Bcl-2, la proteína que alarga la supervivencia de las células tumorales”, asegura.

Ventajas

En su opinión, todas estas terapias tienen diversas ventajas: “La mayoría son orales, no producen alopecia, casi no provocan vómitos… Los efectos secundarios no tienen nada que ver con los que genera la quimioterapia, y la efectividad es bastante superior, como se ha demostrado en muchos de los ensayos que se han llevado a cabo hasta el momento”.
La oncóloga también destaca el papel de la inmunoterapia en el tratamiento del linfoma. “Se están desarrollando anticuerpos monoclonales que vuelven visibles a las células cancerosas frente al sistema de control inmunológico. Una estrategia que empezó a desarrollarse en melanoma metastásico y que se ha ido extendiendo al cáncer de pulmón y, desde no hace mucho, a los linfomas Hodgkin y no Hodgkin. De hecho, uno de los ensayos en fase 1 que llevamos actualmente es de doble inmunoterapia en situaciones en las que los enfermos ya no tienen ninguna otra opción terapéutica”, afirma.

“España está lista para el sistema T-CAR, que ha de darse en grandes hospitales con experiencia en trasplante alogénico”

No obstante, Terol explica que hay fármacos de inmunoterapia, como nivolumab y pembrolizumab, que están aprobados para linfomas y que son ya una realidad en la práctica clínica. “El primero está indicado para recaídas postrasplante autólogo en linfoma de Hodkin y el segundo en pacientes con linfoma de Hodkin refractarios a dos líneas”, concreta.
La secretaria del GeLLC explica además que hay opciones para primera línea, como ibrutinib, indicado para el tratamiento de la LLC “con una alteración citogenética de alto riesgo y con alteraciones del gen p53”. Por otra parte, la EMA acaba de aprobar venetoclax, que puede utilizarse en los mismos casos pero sólo cuando el paciente no es candidato a ibrutinib. “Ambos pueden emplearse también cuando el paciente recae, no progresa o no responde a la primera línea”, comenta.

En cualquier caso, sus ojos y los de muchos de sus compañeros están puestos en el sistema T-CAR, “que probablemente llegará a España a mediados del año que viene. Ha sido aprobado por la FDA para leucemia linfoblástica y para algunos linfomas. Esperamos que la EMA dé su visto bueno en cuatro meses”.

Mientras, Terol seguirá trabajando en otros proyectos de investigación, “relacionados con el impacto de alteraciones moleculares en el pronóstico de los pacientes, con la elección terapéutica, con biológicos de mecanismos de progresión de la LLC…“.

Los equipos de trabajo españoles se han convertido en favoritos

María José Terol hace mucho hincapié en destacar el gran trabajo investigador que se está haciendo desde los grupos de trabajo cooperativos. “En España tenemos un sistema de salud, público y privado, que funciona muy bien, y en el que los profesionales nos hemos acostumbrado a trabajar en equipo. Hay grupos que tienen más de 30 años de existencia, con una experiencia a sus espaldas impecable. Por ejemplo, si tenemos en cuenta las estadísticas, casi siempre estamos en segundo lugar a nivel europeo en cuanto al nivel de reclutamiento en ensayos clínicos”, observa.

Por otra parte, la oncóloga reflexiona sobre los posibles intereses de la industria farmacéutica en este campo. Considera que tiene que haber un equilibrio entre lo que promocionan las compañías y lo desarrollado por los grupos cooperativos, “que ofrecen una visión mucho más independiente y equilibrada”.

“En realidad -añade-, nos necesitamos unos a otros: la industria, porque tiene el potencial económico para asumir un ensayo clínico, y los grupos de profesionales sanitarios, porque contamos con el conocimiento de una enfermedad concreta y sabemos los huecos terapéuticos que hay”.

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