viernes, 26 de octubre de 2018

‘Prescripción’ enfermera: el cuento de nunca acabar de una reivindicación anclada en dudas y conflictos

¿Es el cuento de nunca acabar? ¿Es el día de la marmota? No: es la prescripción enfermera. La semana pasada se escribió un nuevo capítulo de un cuento inacabado, del que es imposible saber cuándo se escribirá la palabra fin. De momento, no se puede decir que se coman perdices.

Después de casi tres años de polémicas -con apenas influencia real en el día a día asistencial-, la modificación del decreto que regula la receta enfermera ha provocado esta vez el enfado de la cúpula de los médicos, cuando en 2015 fueron los representantes de los enfermeros quienes pusieron el grito en el cielo.

En ambos casos, el texto final ha incluido modificaciones de última hora y, también en ambos casos, dejan un panorama de dudas en torno a la aplicación real de la prescripción enfermera, además de cierta insatisfacción en parte del colectivo enfermero.

En el tintero quedan algunas voces, como las de autonomías como Baleares y partidos políticos como Ciudadanos, que reclaman ya no un decreto de este tipo, sino una modificación de la Ley del Medicamento. De hecho, Ciudadanos acaba de registrar una serie de preguntas al Gobierno, criticando la gestión del decreto y reclamando la citada modificación de la Ley del Medicamento, que abrió hace ya 12 años la primera puerta a la receta enfermera.

Más allá de problemas terminológicos (los médicos están molestos por el cambio en el decreto del término diagnóstico y prescripción por el de valoración), la conclusión es que bajo los consensos siempre hay alguna razón que termina por generar roces. Ambas profesiones siguen manteniendo ganas de dialogar y consensuar, pero siempre hay intereses en juego y, además, la deriva política ha conseguido tener tanto o más protagonismo que la competencial. Por si fuera poco, la Farmacia ha entrado en juego: el Consejo General de Farmacéuticos y el Colegio de Madrid estudian si recurrirlo.

Nadie sabe precisar qué influencia real tendrán las modificaciones del decreto; parece que puede tener más relevencia en primaria

La semana pasada fue un nuevo torbellino de noticias, a las que la profesión asiste entre expectante e incrédula. Aprobación del decreto, publicación, alegría de unos, enfado de otros, críticas al ministerio… Como colofón, la guinda fue una reunión de urgencia convocada el jueves por Sanidad, en la que reunió a los presidentes de la Organización Médica Colegial (OMC) y el Consejo General de Enfermería (CGE) para dar explicaciones, calmar tensiones y buscar diálogo. Conclusiones, de momento, pocas: los médicos quieren cambiar el texto de nuevo, los enfermeros aceptarían si no hay modificaciones que les afecten y el ministerio prefiere dejarlo como está.

El decreto se publicó en el BOE el pasado martes.

En declaraciones a este periódico, Serafín Romero, presidente de la OMC, deja claro que “la pelota está ahora en el tejado de Sanidad”, al que insta a hacer una rápida rectificación en el texto para volver a incluir lo acordado.
La respuesta del ministerio es tibia: justifica los “mínimos cambios” producidos por las recomendaciones del Consejo de Estado y por la obligación de cumplir con las sentencias del Tribunal Constitucional -sobre acreditación-. Fuentes del departamento señalan que han sido “muy escrupulosos” al introducir los cambios.

¿Más influencia en primaria?

Dicho todo esto, lo relevante es saber qué cambia la norma, qué competencias genera o intensifica y qué influencia va a tener en el día a día. Aquí es donde más dudas hay.

La OMC reconoce que tantos años de polémica “cansan”, y el CGE que, pese al conflicto político y de cúpulas, en el día a día “hay sentido común”

Las fuentes consultadas por DM coinciden en que tanto el ámbito hospitalario como el de la atención primaria son susceptibles de verse afectados por la aplicación, aunque algunas voces discordantes con la opinión general apuntan que no afectaría al global de posibles competencias enfermeras, sino a la mera prestación farmacéutica en enfermeras de primaria y gestoras de casos, para acudir a la oficina de farmacia.

Según explica a DM Francisco Corpas, del Consejo de Enfermería, el decreto “afecta a todos los ámbitos en los que las enfermeras trabajan, ya que al final, lo que hace, es desarrollar la Ley del Medicamento”. A su juicio, y pese a que la realidad asistencial pudiera negar este punto, sí cree que “había inseguridad jurídica tras el decreto de 2015”. El CGE considera que, si no ha habido alteraciones asistenciales, ha sido porque “las enfermeras se han arriesgado y, al igual que los médicos, no han buscado polémicas”.

Azucena Santillán, enfermera en el Hospital de Burgos, docente, investigadora y autora de Enfermería basada en la evidencia, tiene dudas sobre los avances reales en competencias que pueda suponer el decreto.

¿Progresa el rol enfermero?

Su visión coincide con un sector importante de la profesión enfermera, que considera que la pelea competencial y política oculta una escasa progresión del rol enfermero: “Nadie tiene claro cómo va a afectar el decreto. A priori podría tener mayor calado en primaria, pero no está bien definido”, apunta Santillán. Con respecto a la hipotética inseguridad jurídica -defendida por el CGE, que consideraba que la enfermera no podía ni debía realizar labores rutinarias-, lo desmiente: “Es una falacia”.

Serafín Romero, presidente de la OMC: “Esto ya cansa, es hasta patético”

Dado que muchas de las fuentes consultadas por este periódico indican -sin negar implicaciones hospitalarias- hacia la atención primaria como principal foco de aplicación del decreto, el vicepresidente de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), Francisco José Sáez, explica cómo acogen los médicos de AP el decreto.

De entrada, aplaude el paso de fomentar las competencias: “Las enfermeras de primaria están capacitadas para prescribir; tienen la formación necesaria y realizan muchas funciones para las que están más preparadas que los médicos”. Dicho esto, el decreto le genera varias incertidumbres, en sintonía con lo expuesto por el presidente de la OMC: “Podría abrir puertas que nos hacen dudar. Creo que enfermería no se va a extralimitar, pero el decreto ya no habla de diagnóstico y prescripción médica, sino sólo de valoración médica”.

Competencias poco definidas

Además, pone sobre la mesa una de las consecuencias de los concursos de traslados, que suelen llevar al centro de salud a enfermeras con formación hospitalaria: “La categoría de enfermera de primaria no está bien definida, y la formación no es igual en ambos ámbitos”, señala, dejando caer que lo más idóneo sería que la indicación enfermera en centros de salud viniera de profesionales del primer nivel.

¿En qué casos podría prescribir una enfermera en AP? Sáez pone un ejemplo y advierte de la posibilidad de prescripción más allá del diagnóstico médico:“Una enfermera puede prescribir insulina tras un diagnóstico de diabetes, pero ¿y si no existe este diagnóstico? ¿Puede hacerlo la enfermera si lo considera adecuado?”. No todo el mundo coincide con esta posibilidad.

La historia sigue. Sigue faltando desarrollar las guías y protocolos que desarrollen el decreto, y conceder las acreditaciones. ¿Se hará a corto plazo? ¿Satisfará el resultado a médicos y enfermeras, tanto a sus representantes como a los trabajadores? No deja de ser significativo que Romero, presidente de la OMC, concluya con un “esto ya cansa, es hasta patético”, y que Corpas, del CGE, destaque que tantos médicos y enfermeras de a pie “estén actuando con sentido común” en el día a día.

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