lunes, 5 de noviembre de 2018

“Él no quería hijos todavía, pero yo iba ya contrarreloj”

“Ahora puedo hablar. En diez minutos entro de guardia, pero ahora puedo hablar un minuto”. Son casi las nueve de la noche y Patricia González, enfermera del SUMMA 112, explica que ha dejado a su hijo Pablo, de tres años y medio, ya en casa con la canguro. “Sola o en pareja la maternidad es siempre difícil”, ríe quitando importancia al cambalache diario para cuadrar horarios. “Es verdad que nos hacen falta más ayudas a las familias monoparentales como la mía, pero jamás me he arrepentido de mi decisión”.

Con ello se refiere a la determinación que adoptó hace ahora algo más de cuatro años, justo cuando el Gobierno central decidió una modificación de la cartera de servicios para dejar de financiar los tratamientos de reproducción asistida a mujeres sin pareja masculina: someterse a un tratamiento de reproducción asistida para tener un hijo en solitario.

“Tenía 38 años en aquel momento –relata esta enfermera asturiana de nacimiento que lleva ya una década en Madrid- y llevaba cinco años con el que entonces era mi pareja. Él no quería tener hijos y yo, acostumbrada por mi trabajo (en aquel momento era cooperante varios países de Sudamérica) a ver madres mucho más jóvenes que yo, sentí una contrarreloj que me llevó a tomar una decisión que nunca había barajado como opción vital: ser madre soltera por elección. Venía de una familia de padres divorciados y lo que tenía claro es que no quería empeñarme en tener hijos con quien en realidad no los deseaba en aquel momento y acabar con mi hijo en una custodia compartida, así que opté por hacerlo en solitario. Así que dejé a mi pareja y me inseminé”.

Su ejemplo es el de una realidad creciente en España y todavía con derechos desiguales entre autonomías. “Me informé en la Asociación de Madres Solteras por Elección (AMSPE), que me ayudó mucho a tomar la decisión y saber los pasos a seguir. Lo primero que hice fue ir a la sanidad pública: me dijeron que no cubrían el tratamiento para familias monoparentales… Luego he sabido que en Madrid cambió la norma y ya se permite. Me alegro de que así sea. Yo tuve que ir a una clínica privada, a Ginefiv. Tenía una larga lista, pero me inspiró confianza y no busqué más: me sometí a dos inseminaciones por las que pagué entre medicamentos y el procedimiento unos 3.000 euros. La segunda funcionó. No me importó pagarlo; prefería eso que dilatarlo más intentando que la pública me lo cubriera. Después de todo, tenía 38 años y mi respuesta ovárica no era mala, pero no podía esperar mucho más. Varias amigas tardaron más en decidirse a tener hijos y tuvieron que optar ya directamente por FIV”.

Nota de la redacción: en la edición publicada en papel figuraba por error Patricia Gómez en lugar de Patricia González, que es el nombre correcto.

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