miércoles, 27 de marzo de 2019

“O abordamos el cambio organizativo del sistema o esto se hunde”

Inmersa en los actos de su 75ª aniversario, que se cumple este año, la Sociedad Española de Cardiología (SEC), celebrará el próximo 5 de abril, en Sevilla, una jornada conmemorativa, junto con la Sociedad Interamericana de Cardiología y el Instituto Nacional de Cardiología de México, que también cumplen 75 años en 2019. El fin de fiesta de este año de celebración de la SEC tendrá lugar en su congreso de octubre, en Barcelona; ahí también concluirán los dos años de mandato de Manuel Anguita, un presidente que se va de la SEC con la satisfacción de haberla acercado a los socios, “sobre todo a los más jóvenes”, pero con la espina de ver que “las comunidades siguen sin tener en cuenta a las sociedades médicas tanto como debieran”.

PREGUNTA. En tres cuartos de siglo, la Cardiología española ha cambiado mucho. ¿En qué nivel se encuadra hoy en el contexto europeo y mundial?
RESPUESTA. Cualitativamente, la Cardiología española tiene un nivel excelente, parejo, por cierto, al nivel de la medicina española en cualquier especialidad; pero en Cardiología, si cabe, estamos en la parte más alta, tanto en Europa como en el mundo; y no lo digo yo, hay datos obetivos que lo avalan: en el Congreso Europeo de Cardiología, la cita mundial más importante, con más de 35.000 asistentes, España lleva años entre los 5 primeros países que más comunicaciones originales presenta y le acpetan; además, en el índice que publica Lancet anualmente, con indicadores de calidad de todo el mundo, la Cardiología española tiene una valoración de más de 9 sobre 10.

P. ¿Tiene la especialidad en el SNS el peso e importancia que le corresponde a ese nivel científico y a la relevancia e incidencia de las patologías que aborda?
R. Creo que la consideración que otras especialidades tienen de la nuestra, y de la propia sociedad científica, es muy alta. Con respecto a los gestores y políticos, creo que cada vez tenemos más relevancia para el Ministerio de Sanidad y para la Administración central, al menos para consultarnos en la elaboración de planes estratégicos, pero no sé si nos tienen suficientemente en cuenta a la hora de dilucidar sobre temas organizativos o modelos de gestión, por ejemplo. Además, creo que las comunidades autónomas, que son las depositarias de las competencias sanitarias, deben tenernos más en cuenta.

P. ¿Esa dejadez autonómica afecta sólo a la SEC o la sufren todas las sociedades científicas?
R. No, no nos afecta sólo a nosotros; creo que es un mal generalizado. Creo que las comunidades, que son las que tienen los fondos y, en definitiva, la capacidad de decisión y de gestión, no tienen en cuenta como deberían a las sociedades científicas médicas.

Las autonomías, depositarias de los fondos y los recursos, siguen sin tener en cuenta a las sociedades científicas

P. La SEC lleva tiempo trabajando en su informe El cardiólogo y la Cardiología del futuro. En líneas generales, ¿qué características básicas debe tener el cardiólogo del siglo XXI que no tenía el del XX?
R. En primer lugar, las competencias, que han cambiado mucho y que hay que redefinir; tanto las puramente cardiológicas, porque hay habilidades y técnicas que han evolucionado mucho con los rapidísimos avances de los últimos años, como las que no son estrictamente cardiológicas, pero que también nos competen, como la relación con el paciente, la capacidad de toma de decisiones, el liderazgo, el trabajo en equipo, la gestión clínica, la inteligencia artificial… Pero, más allá de las competencias, y muy vinculado a esos espectaculares avances, hay que potenciar todas las áreas cardiológicas, cada vez más superespecializadas: hay cardiólogos que sólo se dedican ya a un área concreta, desde la hemodinámica o la insuficiencia cardiaca avanzada hasta los cuidados agudos o la cardiología pediátrica. Esas superespecialidades se tienen que reconocer mediante un título oficial.

P. ¿La vía para ese reconocimiento serían las áreas de capacitación específica (ACE)?
R. No, no, porque eso implicaría aumentar aún más el periodo de formación posgraduada tras la residencia. La vía idónea ya existe y se llama diploma de acreditación avanzada, que serviría para reconocer las competencias de muchos superespecialistas que ya están ejerciendo. Primero hay que definir los criterios y requisitos necesarios para que esos especialistas en ejercicio accedan al diploma correspondiente de su área, y luego establecer un programa de formación único a nivel nacional en cada una de ellas para quienes quieran acceder en el futuro. Y, finalmente, a las competencias y los diplomas de cada una de las áreas, habría que sumar de una vez por todas la puesta en marcha de un programa oficial de recertificación en la especialidad, con unos criterios y baremos bien definidos.

P. Además de especialistas más y mejor formados, ¿la Cardiología del siglo XXI necesita un cambio de paradigma organizativo?
R. Inexcusablemente. Hay que cambiar un modelo organizativo basado en el hospital y en servicios muy aislados, para tender a un sistema más extrahospitalario, basado en áreas funcionales, en una estrecha relación entre especialidades y en una mayor integración con atención primaria, de forma que se desarrollen plenamente las nuevas y necesarias competencias multidisciplinares.

Los cambios tecnológicos, culturales y de estilo de vida, unidos a la crisis, hacen inaplazable el cambio de modelo

P. ¿Pero esa idea no colisiona con una estructura organizativa anquilosada y reticente al cambio?
R. Choca, en efecto, con eso, pero inevitablemente hay que cambiar el modelo y, de hecho, es la primera propuesta de nuestro informe sobre la Cardiología del futuro. Los cambios tecnológicos, culturales y de estilo de vida, unidos a la recesión económica, hacen inevitable e inaplazable el cambio.

P. ¿Y  no choca, además, con las reticencias de algunas especialidades, muy celosas de sus competencias?
R. Eso me parece que está cambiando, al menos en las áreas y con las especialidades con las que nosotros trabajamos. De hecho, con la Sociedad de Medicina Interna y con las de primaria llevamos tiempo trabajando de forma muy estrecha y con una sintonía total. Otro ejemplo es el programa de cardio/onco/hematología que estamos desarrollando con las sociedades de ambas especialidades y también con las de primaria para temas de formación y de seguimiento de pacientes. Otro éxito total.

P. Hablando de cambio de paradigma, ¿dónde se ubica la cardiología en un sistema que, en teoría, se centrará en la cronicidad y el envejecimiento?
R. Hay áreas muy específicas centradas en la atención a los agudos que, obviamente, deben seguir existiendo y evolucionando. Ahora bien, la potenciación de las superespecialidades debe correr pareja con el fomento de la figura del cardiólogo clínico, que es la pieza clave en ese nuevo modelo de cronicidad. Es más, el cardiólogo clínico debería ser el eje de la atención cardiológica, coordinando a todos los superespecialistas y relacionándose con el resto de las especialidades y con primaria. E, insisto, esta multirrelación es clave, porque, de lo contrario, el sistema puede hundirse.

Los médicos somos una especie de sacerdotes laicos, que trabajamos más de lo que nos corresponde y de lo que nos pagan

P. El estudio Recalcar de la SEC situaba en un 38% el porcentaje de temporalidad laboral de los cardiólogos en el SNS. ¿No es un porcentaje excesivo para una especialidad con tanto peso?
R. Pues habría que ver la temporalidad existente en otras especialidades, aunque me temo que es similarmente alta. El problema de la temporalidad, además de la inseguridad que genera, esconde otro debate más amplio y complicado que creo que tenemos que abordar, y es el de qué modelo de relación laboral creemos que es mejor para los médicos. Si se decide que es mejor la plaza en propiedad, habría que acabar con esa temporalidad con OPEs anuales, pero si se opta por otro modelo, como el contrato laboral indefinido, por ejemplo, habría que buscar otras fórmulas. El problema de fondo es la indefinición; no saber hacia dónde vamos… y, entre tanto, claro, los contratos denigrantes que se han venido haciendo en todas las especialidades en los últimos tiempos.

P. Ya no como presidente de la SEC, sino como cardiólogo en ejercicio, ¿cuál cree que sería la mejor fórmula de relación contractual para el médico?
R. Pues mire, a título exclusivamente personal, creo que es buena una relación laboral donde prime la evaluación objetiva de la capacidad y del trabajo, que se incentive el desempeño y que los buenos resultados tengan reflejo en el salario. Creo que es preferible una relación laboral más flexible que la plaza en propiedad, y hablo en general, no sólo del sector sanitario, porque, en nuestro caso, los médicos somos una especie de sacerdotes laicos, que acabamos trabajando mucho más de lo que nos corresponde y de lo que nos pagan. Ahora bien, esa flexibilidad debe ir acompañada, como digo, de una evaluación objetiva de las capacidades y de un salario y unos incentivos que estén a la altura del nivel de exigencia. Si los incentivos son tan ridículos como los actuales, no vale la pena ni plantearse una alternativa a la plaza en propiedad.

Con unos incentivos tan ridículos como los actuales, no vale la pena ni plantearse una alternativa a la plaza en propiedad

P. ¿Sufre Cardiología el proceso de envejecimiento que padecen otras especialidades o su pirámide etaria les permite un cierto respiro?
R. El estudio Recalcar situaba la edad media del cardiólogo español en torno a los 45 años, así que, a diferencia de otras especialidades, no estamos especialmente envejecidos. En cualquier caso, es difícil prever con exactitud las necesidades futuras, porque dependen de muchos factores, como las futuras competencias que hay que desarrollar o los cambios demográficos y epidemiológicos en la población. Si nos atenemos a una previsión lógica en la evolución de las características poblacionales y a que se mantenga el actual sistema de atención y competencias en la especialidad, los 155 ó 160 residentes que se forman anualmente bastarían para cubrir las necesidades, tanto en la pública como en la privada. Si se planteara un escenario poblacional más expansivo, probablemente habría que aumentar en torno a un 10% las necesidades de cardiólogos en el futuro.

P. El próximo octubre finaliza su mandato al frente de la SEC. ¿Qué legado le gustaría que quedase de estos dos años de Presidencia?
R. Nuestra directiva ha apostado por dos cosas, que creo que hemos conseguido. La primera es transmitir al socio que la SEC es suya; es decir, que la sociedad no es un ente abstracto que sobrevuela y que no cuenta con ellos, sino que “la sociedad son ellos”, les ofrece muchos proyectos y les ayuda en su vida profesional, sobre todo a los cardiólogos más jóvenes. De hecho, hemos logrado que más del 95% de los residentes sean socios de la SEC, cuando hace 4 años sólo lo eran poco más del 60%. Lo segundo es mantener a la SEC como una sociedad innovadora y en constante movimiento, que se adelanta a los cambios; y ahí se enmarca el informe sobre la Cardiología del futuro, pero también el uso de las nuevas tecnologías en nuestras actividades de formación, donde hemos sido -y seguimos siendo- pioneros.

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