lunes, 1 de abril de 2019

Las inquietantes preguntas bioéticas del siglo XXI

Al margen de las distintas sensibilidades bioéticas que hacen de esta disciplina un foco de desavenencias científicas, religiosas, jurídicas, sentimentales y sociales, la ética de la vida debe encarar en estos tiempos cuestiones científicas y tecnológicas nada fáciles de resolver, como se ha puesto de manifiesto en la XIX Jornada de la Asociación de Bioética de la Comunidad de Madrid. Tras la presentación de José Jara, presidente de Abimad y profesor de la Universidad Francisco de Vitoria, y Yolanda Zuriarrain, coordinadora del Master de Medicina Paliativa y Soporte al Enfermo Terminal del Hospital La Paz, la bióloga Rocío Núñez Calonge, profesora del Máster de Reproducción Humana de la Sociedad Española de Fertilidad y la Universidad Complutense y con tres décadas de experiencia en reproducción asistida, desgranó el código ético que desde 2012 intenta guiar las acciones de los miembros de la Sociedad Española de Fertilidad y del que fue una de las autoras e impulsoras.

Uno de sus objetivos principales es contribuir a la transparencia en los resultados de ciclos y embarazos que ya se exige desde hace cuatro años, y que sin embargo tiene aún déficits considerables. Criticó en esta línea las mentiras publicitarias de algunas clínicas de fecundación que prometen tasas de embarazo del 80 por ciento o que prescinden de las pruebas médicas previas. “Se trata -dijo- de actos médicos y no de un comercio cualquiera”, criterio que también aplicó al debate sobre la gestación subrogada. Las elecciones proporcionadas, la escrupulosa confidencialidad -“hasta para el personal de limpieza”- y unos acuerdos realistas que cuiden ante todo a la pareja son otros de los criterios que deben presidir las conductas de los especialistas en reproducción asistida. Se refirió asimismo a la progresiva limitación en el número de embriones fecundados e implantados y a la trazabilidad de las donaciones a fin de evitar los casos de donantes compulsivos y de infecciones o enfermedades raras que malogren los resultados.

Rocío Núñez Calonge.

Rocío Núñez Calonge.

El núcleo de la jornada consistió en una mesa redonda moderada por José Ramón Zárate, subdirector de ‘Diario Médico’, y en la que participaron Francisco Mª Sánchez Martín, urólogo de la Fundación Puigvert de Barcelona, el neurofisiólogo clínico Rafael del Río y César Nombela, miembro del Comité Nacional de Bioética. Con apoyo en algunas predicciones del cine de ciencia ficción, el primero repasó la evolución de los robots, los sectores económicos más afectados, los dilemas que plantean proyectos como la ‘máquina moral’ del Instituto Tecnológico de Massachusetts, los robots cuidadores de enfermos, los supuestos ‘derechos’ de los robots y su interacción con los humanos. “Un robot es una máquina; el problema vendrá cuando tenga que tomar decisiones”, como en el caso de los robots militares o policías. ¿Sus crecientes grados de libertad supondrán una amenaza o un alivio para tareas ingratas y rutinarias del hombre? Con gran honestidad, Francisco Sánchez Martín reconoció que, a medida que se van ‘humanizando’ más, plantearán cuestiones bioéticas difíciles sobre autonomía, responsabilidad y toma de decisiones. Y puso entre otros muchos ejemplos los casos iniciales de demandas a los fabricantes del robot quirúrgico Da Vinci por fallos en las intervenciones, muchas de las cuales se debían al propio cirujano. “Hoy es imposible que un robot, por muy perfeccionado que esté, actúe sin supervisión ni control médico”. ¿Llegará algún día en que puedan intervenir solos? Robot, como puntualizó uno de los asistentes en el coloquio posterior, viene de un término checo que significa esclavo. Hoy están al servicio del ser humano, pero como se observa en los replicantes de ‘Blade Runner’, puede que algún día cometan genocidios o bien enseñen ‘humanidad’ a sus creadores. El paliativista y bioético Borja Montero comentó al término de la sesión la paradoja que suponen los esfuerzos por “humanizar cada vez más a los robots y robotizar a los humanos”.

¿Libertad o determinismo?

El neurofisiólogo Rafael del Río se sumergió en el insondable cerebro para trasladar arduas cuestiones neuroéticas: ¿son los psicópatas responsables de sus asesinatos? ¿Hasta qué punto es responsable un abusador sexual al que se le descubre un tumor cerebral que le conduce a tales delitos? ¿Es la preactivación del cerebro antes de una decisión o acción una señal de determinismo neuronal? ¿Nace la moral de las sinapsis? ¿Soy el producto determinista de mis propias emociones? ¿Nos hace creer el cerebro que actuamos libremente? Con experimentos psicológicos clásicos y citas de filósofos como Thomas Hobbes, Elizabeth Anscombe y Paul Ricoeur, analizó la construcción de las emociones, los reduccionismos de la personalidad como el sujeto utilitario-pasional, la potenciación del rendimiento cerebral y el significado interpersonal de las acciones. “El hombre se conoce a sí mismo mientras actúa -remarcó-; no se comprende el significado de la acción más que en relación con otras personas”.

Desde su dilatada trayectoria profesional y medio siglo de estrecho contacto con la vanguardia científica, César Nombela cerró las intervenciones con un rápido repaso a los avances de la genómica en las últimas dos décadas y, en especial, de la ingeniería genética y de esa herramienta de edición CRISPR que ya ha empezado a manipular el ADN germinal. “¿Es aceptable reprogramar al ser humano?”, preguntó. Denunció las falacias y exageraciones filosóficas y genéticas, como la del alocado transhumanismo, y concluyó defendiendo un humanismo responsable que reflexione ante el destino del ser humano y proyecte sus valores en esos progresos continuos de la tecnología y la ciencia.

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