lunes, 22 de julio de 2019

Un signo diagnóstico de la calidad sanitaria

En un cuartel de bomberos de California se encuentra una bombilla legendaria que lleva más de 110 años encendida. Es un símbolo, una excepción, contra la brevedad tecnológica. Los continuos avances acortan cada vez más la vida útil de muchas tecnologías: el móvil sería el paradigma de esta rápida caducidad. La tecnología médica, imprescindible hoy en diagnósticos y terapias, no es inmune al perfeccionamiento continuo, y no deja de ganar en seguridad, eficacia y precisión. Es uno de los signos actuales de la calidad sanitaria.

Teniendo uno de los mejores sistemas de salud del mundo, los recortes de la crisis económica han debilitado no solo los recursos humanos destinados a la atención en nuestro país sino también los medios disponibles. Los informes de Fenin, la patronal de las tecnologías sanitarias, indican que el 70% de los TC, el 69% de los ecógrafos y el 81% de los equipos de soporte vital superan los cinco años de antigüedad, cuando las reglas del Comité de Coordinación Europea de la industria Radiológica, Electromédica y Sanitaria (Cocir) en cuanto a obsolescencia señalan que el 60% de los equipos deberían tener menos de cinco años. Esta dejadez planificadora ha hecho que, en comparación con el resto de los 24 países de Europa, España se sitúe en algunos casos en el penúltimo lugar, como en resonancia magnética o en tomografía computarizada. Durante 2018, la inversión destinada a sustituir los equipamientos tecnológicos instalados en los hospitales tanto públicos como privados se centró en el mercado de reposición, por debajo de la tasa de renovación sostenible para mantener el perfil de actualización tecnológica, lo que no permitió corregir el nivel de obsolescencia.

A pesar de las críticas ideologizadas, y ampliamente rechazadas, de algunos políticos, los 320 millones de euros que la Fundación Amancio Ortega está destinando, desde 2015 y hasta 2021, en su Programa de Apoyo a la Oncología Pública para equipos de última generación -mamógrafos digitales con tomosíntesis y aceleradores lineales avanzados-, de modo transparente y de acuerdo con las necesidades de cada Consejería autonómica, han supuesto un enorme alivio frente a esa dejadez o falta de previsión administrativa y han permitido destinar recursos a renovar otro tipo de equipamientos como angiografías, radiología general e intervencionista y ecografías. Un ejemplo de cómo lo privado revierte en lo público, y no al contrario, como por desgracia ha ocurrido tanto en nuestro país.

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