domingo, 26 de enero de 2020

Examen MIR 2020: “… Y mañana, a volar en globo a Segovia”

Se acabó; la suerte está echada. Los más de 16.000 aspirantes que ayer se sentaron en las aulas de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid para intentar hacerse con una de las 7.512 plazas MIR convocadas este año empezaron a salir con cuentagotas a partir de las 19.30 horas. El grueso de los aspirantes, entre un atestado pasillo humano de familiares, amigos y compañeros, empezó a desfilar a eso de las 20.20 horas, justo cuatro horas después del inicio de la prueba. Como es habitual, el inicio del examen se retrasó unos 20 minutos sobre la hora oficial: el tiempo necesario para sentarse, templar los nervios y oír -más que escuchar- las pertinentes explicaciones de los funcionarios sobre los pormenores y desarrollo de los 240 minutos que había por delante.

Una lluvia fina, pero constante, ponía un velo a las caras de los aspirantes que, entre desconcertados y aturdidos, buscaban una cara conocida a la que asirse y unos brazos en los que descargar la tensión de más de un año de preparación -“especialmente intensa a partir del pasado junio”, aseguraba uno de los aspirantes-, de las “10 ó 12 horas de estudio” que, de media, calculaban haber hecho en la recta final, y del poco tiempo que han tenido para el ocio o para algo tan elemental como dormir; en muchos casos, esa descarga de tensión se traducía en lágrimas… de los chicos y chicas que acababan de terminar la prueba, pero también de sus familiares.

Les consta que apenas la mitad de ellos conseguirá una plaza de formación especializada, y menos aún la lograrán en la especialidad que desean y/o en el hospital de sus sueños, pero no era el momento de pensar en eso; ya habrá tiempo, y mucho. Los gritos, globos, pancartas improvisadas, fotos e incluso performances preparados a la puerta de la facultad de la UCM por sus amigos y familiares para recibirles atestiguaban que ayer, bajo la lluviosa noche madrileña, sólo cabía pensar en las celebraciones. “Un bote, dos botes, que bote la doctora”, “cúrame el alma, psiquiatra”, “esta noche no hay excusas; toca fiesta” o “tú eres mi House favorito” eran algunos de los gritos y lemas que recibían ayer a los futuros especialistas.

Apenas tenían lucidez o ganas para analizar el examen que acababan de hacer, pero unas pinceladas aisladas bastaban para hacerse una idea de las líneas generales: se pueden contestar perfectamente 175 pregutnas en 4 horas, e incluso te da tiempo para repasar alguna que te haya generado alguna duda; ayuda, claro, que las preguntas con imágenes (las que más tiempo llevan) se hayan reducido este año en proporción a la disminución global del cuestionario (han pasado de 35 a 27). Lo que no ayuda en absoluto -quizás porque contraviene lo ensayado durante los meses previos de preparación en las academias- es que las preguntas no estuvieran ya agrupadas por bloques de asignaturas, sino distribuidas de forma aleatoria. Sobre el contenido de las preguntas, ha habido algunas coincidencias muy significativas: muchas menos de las esperadas sobre Estadística, Epidemiología o Infecciosas, apenas ha habido presencia de Familia o Pediatría, y -como el año pasado- la presencia de Geriatría ha vuelto a ser muy significativa. ¿Será que las autoridades sanitarias empiezan a tomarse en serio -más allá de los consabidos eslóganes políticos- la necesidad de reorientar el SNS hacia la atención a los crónicos y a una población cada vez más envejecida?

“Ha adelgazado 15 kilos y casi ni nos acordamos de la cara que tiene; hoy sale de fiesta lo quiera o no”

El balance, en general, va por barrios, desde el extracomunitario que se presentaba por segunda vez y afirma, rotundo, que “la prueba de este año ha sido mucho más fácil que la del pasado”, hasta el aspirante que habla de “algunas preguntas imposibles, casi pensadas para un superespecialista. Imagino que esas son las cuestiones que servirán luego para marcar la diferencia entre un buen examen y uno excelente”.

El futuro anoche parecía lejano, pero está a la vuelta de la esquina, y algunos -la mayoría- tienen claro el nombre de la especialidad que se perfila en ese horizonte inmediato: Hematología y Hemoterapia, Cirugía Plástica, Reumatología u Oncología son algunas de las especialidades estrella; sonaron también -más, desde luego, que la escasa presencia que tuvieron en el examen- Medicina de Familia y Pediatría, e incluso hablamos con una cardióloga que ejerce en el País Vasco y que, por circunstancias personales, se presentaba de nuevo al examen con la idea de cambiar de especialidad: le gustaría reconvertirse en anestesióloga.

…Y esta noche ¿qué?

s inmediato aún que la elección de la epecialidad era cómo llenar las horas de anoche y de hoy domingo, y ahí el acuerdo era unánime: irse de fiesta, olvidarse de todo por unos días y viajar.

“Lleva meses llorando todos los fines de semana porque tiene que estudiar y no puede salir; ha adelgazado 15 kilos y casi ni nos acordamos de la cara que tiene, pero esta noche, salga como salga del examen, no hay excusas: nos lo llevamos de fiesta”, decía el autoproclamado portavoz de un grupo de jóvenes ataviados con camisetas de fútbol del Real Racing Club de Santander que esperaban a su amigo, que veranea en la capital cántabra y, según ellos, lleva meses enclaustrado. En el dorso de las camisetas, habían tuneado sus apellidos con el sufijo –itis para hacerlos pasar por enfermedades y que su colega -si le quedaban ganas después de 240 minutos devanándose los sesos- se las diagnosticase anoche.

Con un ramo de flores en la mano, una joven de Segovia, de incontenible sonrisa, dudaba entre Medicina de Familia y Pediatría (“y si es en el Niño Jesús, de Madrid, mejor”), pero lo que sí tenía absolutamente claro es que “mañana, pasé lo que pasé, me voy a volar en globo aerostático sobre mi ciudad; más difícil que este examen, seguro que no puede ser”.

 

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