domingo, 25 de julio de 2021

Tasa de letalidad de la covid-19: la cifra de la discordia

Medicina Preventiva y Salud Pública
Josezarate
Dom, 25/07/2021 - 08:00
Los datos oficiales no tienen en cuenta las infecciones 'invisibles' que no se registran
Estadísticas de la covid
Debido a la falta de test, los casos confirmados pueden ser hasta diez veces menores que los reales.

Cuando se repasan las tasas 'oficiales' de letalidad de la covid-19 en los distintos países, hay diferencias clamorosas: 0,1% en Singapur, 9,3% en Perú, 8,9% en México, 1,8% en Estados Unidos, 3% en Italia, 2,8% en Brasil, 4,7% en China o 1,9% en España.

El problema de estas cifras es que no se ajustan a la realidad: dividen el número de casos confirmados mediante test por el de muertes, cuando todo el mundo sabe ya a estas alturas que los casos pueden ser el doble o hasta diez veces más de los confirmados oficialmente, según los países y la disponibilidad de pruebas diagnósticas. ¿Hay algún modo de acercarse a una cifra más o menos real?

John Ioannidis dirige el Centro de Investigación en Prevención de la Universidad de Stanford, en California. Es un renombrado bioestadístico, siempre con un toque provocador, como lo muestra su artículo de 2005 Why Most Published Research Findings Are False, publicado en PLoS Medicine y que dio la vuelta al mundo.

Intrigado por la disparidad y falta de consistencia de buena parte de las estadísticas pandémicas, decidió calcular la voluble tasa de letalidad de la covid-19, es decir la proporción entre los contagiados y las muertes, un indicador de la virulencia o gravedad de una infección.

En principio no parece tan complicado, pero con esta pandemia no hay nada sencillo. Con el Ébola, por ejemplo, alrededor de la mitad de los contagiados mueren, lo que simplifica ese ejercicio epidemiológico. Pero con la gripe o con el SARS-CoV-2 los cálculos se difuminan: hay muchos casos leves o asintomáticos que no se registran, es decir, no se confirman con las pruebas de detección.

Una mediana del 0,23%

Por eso, las tasas de letalidad que aparecen en algunos informes, como los del Ministerio español de Sanidad, son tan heterogéneas y elevadas: establecen la proporción entre los casos confirmados mediante test y las muertes; no contabilizan esos casos anónimos e invisibles. Si se hiciera un rastreo generalizado, la tasa de letalidad descendería a medida que se realicen pruebas a personas asintomáticas o con infección leve, algo que no ocurría en los primeros meses de la pandemia, cuando no se disponía de muchos test; ahora se hacen más, pero seguramente muchos asintomáticos o leves siguen quedando fuera del radar.

En el boletín de la Organización Mundial de la Salud de enero de este año, Ioannidis publicó su estimación de la tasa de mortalidad de la covid-19 a partir de los datos de seroprevalencia de estudios con una muestra de más de 500 personas, efectuados hasta el 9 de septiembre de 2020. “Calculé la tasa de mortalidad por infección para cada estudio dividiendo el número acumulado de muertes por el número estimado de personas infectadas en cada región”.

Incluyó 61 estudios y ocho estimaciones nacionales preliminares. Las estimaciones de seroprevalencia oscilaron entre el 0,02% y el 53,40%. Y las tasas de letalidad por infección variaron de 0,00% a 1,54%. Obtuvo así una mediana de tasa de letalidad del 0,23%: del 0,09% en lugares con tasas de mortalidad inferiores al promedio mundial (<118 muertes/millón), del 0,20% en lugares con 118-500 muertes por millón de personas y del 0,57% en lugares con más de 500 muertes por millón de personas. En personas menores de 70 años, las tasas de mortalidad por infección oscilaron entre el 0,00% y el 0,31%.

En otro análisis que prepublican este mes en MedRxiv, Ioannidis y Cathrine Axfors revisan 23 encuestas de seroprevalencia de 14 países. La mediana de las tasas de letalidad en ancianos que viven en sus casas y en ancianos en general, incluidos los de las residencias, fueron del 2,4% (rango 0,3%-7,2%) y del 5,5% (rango 0,3%-12,1%). La tasa es lógicamente mayor en personas de más de 85 años. Los estratos más jóvenes de edad tenían valores más bajos: del 0,0027%, en la franja de 0-19 años, del 0,014% en la de 20-29, del 0,031% en la de 30-39, del 0,082% en la de 40-49, del 0,27% en la de 50-59 y del 0,59% en la de 60-69 años.

¿Es solo una gripe grave?

Algunos epidemiólogos han criticado las estimaciones de Ioannidis por considerarlas demasiado bajas, por exagerar el número de contagiados, hasta el punto de que la letalidad de la covid-19 se asemejaría a la de una epidemia grave de gripe, como la de 1957.

En declaraciones a Diario Médico, Marina Pollán, directora del Centro Nacional de Epidemiología (CNE), del Instituto de Salud Carlos III, de Madrid, dice que Ioannidis mezcla en sus análisis estudios no comparables, con sesgos y sin sesgos, sin ponderarlos. “Por ejemplo, baraja datos de dos estudios españoles: uno de embarazadas de Barcelona y el otro, el ENE-Covid”.

Y explica que en los cálculos de seroprevalencia hay que tener en cuenta la fiabilidad de los test, la proporcionalidad de la población y otros factores estadísticos. “En la infección por SARS-CoV-2, el anticuerpo IgM va desapareciendo, y en cambio se mantiene el IgG. En el ENE-Covid medimos la IgG pues la IgM tenía una gran heterogeneidad”. El estudio de Barcelona medía conjuntamente IgG, IgM e IgA. “Por eso les salía un 14% de seroprevalencia y a nosotros un 7% (en las primeras rondas del ENE-Covid). El anticuerpo que mides es importante para conocer la sensibilidad del test, pero sobre todo la especificidad, que no dé falsos positivos. Ioannidis no ha prestado atención a esas precisiones y ha comparado estudios de diferente calibre”.

La mejor estimación

Tras sus cuatro rondas, la última en noviembre del año pasado, y 60.000 participantes, el ENE-Covid dedujo una prevalencia nacional global del 9,9%, con amplias variaciones entre autonomías, edades y colectivos profesionales y con un 30% de asintomáticos. Esa prevalencia, combinada con las cifras de fallecidos obtenidas de la Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica (Renave) y el exceso de muertes estimado por el Sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria (MoMo), suponía a finales del año pasado, según publicó el equipo de Marina Pollán en British Medical Journal, una letalidad en población no institucionalizada de entre un 0,8 y un 1,1%, es decir, 19.228 fallecidos de 2,3 millones de infectados, para muertes confirmadas de covid, y 24.778 de 2,3 millones de infectados si se atiende al exceso de muertes.

Para pacientes de más de 80 años la letalidad se sitúa entre el 11,6 y el 16,4% en hombres, y entre el 4,6 y el 6,5% en mujeres. En personas jóvenes las cifras son mucho más bajas: en menores de 50 años solo se produce un fallecimiento por cada mil personas, y en menores de 30, una muerte por cada 10.000 contagiados. “Esa estimación del 0,8% en España -menos de una persona fallecida por cada cien personas infectadas- es la mejor que podemos tener hasta ahora, porque es poblacional e incluye a presintomáticos. Nuestra intención es actualizarla y probablemente disminuirá con los datos de los últimos meses”.

La estimación del equipo de Marina Pollán coincidía con la de otro análisis del Imperial College de la Universidad de Oxford, en Londres, emitida en octubre del año pasado, en el que seleccionaron diez buenos estudios, de un total de 175, de los que dedujeron una tasa del 0,23 en un país típico de bajos ingresos con una estructura de población joven y del 1,15% en un país típico de altos ingresos con una población envejecida.

Elevada heterogeneidad

A la directora del CNE le parecen más atinados los cálculos de Gideon Meyerowitz-Katz, de la Universidad australiana de Wollongong, que los de Ioannidis. En un metanálisis de 24 estudios (hasta julio de 2020) que publicó en diciembre pasado en International Journal of Infectious Diseases, Meyerowitz mostró una estimación de la tasa de letalidad del 0,68% (0,53%-0,82%) con elevada heterogeneidad; es decir, un muerto por cada 150 contagiados.

“Es probable -matizaba- que, debido a la edad y quizás a las comorbilidades subyacentes en la población, diferentes lugares experimenten diferentes tasas. Dados los problemas con los registros de la mortalidad, también es probable que esto represente una subestimación de la cifra real”. De ahí que para curarse de espantos estableciera entonces un rango de 0,17% a 1,7%.

En enero pasado, el grupo de Meyerowitz, con expertos de las universidades de Dartmouth y Harvard, afinó sus estimaciones con otro estudio en European Journal of Epidemiology en el que confirmaban que “las tasas de mortalidad por edad se adhieren casi perfectamente a una escala logarítmica. En otras palabras, hay una asociación exponencial impresionantemente robusta entre la edad y el riesgo de muerte por covid-19: un joven de 20 años tiene una tasa de muerte de 1 por 17.000 si contrae la enfermedad, mientras que una persona de 60 años está más cerca de 1 por 130. Quizás aún más importante, el 90% de la variación en las tasas de mortalidad entre países se explica por la edad de las personas infectadas. En España, donde muchas personas mayores se contagiaron, la tasa fue muy alta, con casi un 2%. En Utah, donde las personas mayores estaban más protegidas, la cifra fue de solo el 0,5%”.

Italia y la India

Un equipo de la Universidad de California en Berkeley publicaba en mayo pasado en Nature Communications datos referentes a Italia, uno de los países más afectados. “El número de muertos por covid-19 en Italia hasta el 9 de septiembre pasado fue de 59.000-62.000, si bien la cifra oficial era de 36.000. La proporción de la población que murió fue del 0,29% en Lombardía, la región más afectada y del 0,57% en Bérgamo, la provincia más afectada”.

Y a pesar de la alarma que suscitó la dramática situación en la India en el primer trimestre de este año, en el número de este mes de BMC Research Notes, un equipo de las universidades de Michigan y Johns Hopkins, en Estados Unidos, serena las imágenes de cadáveres incinerados al aire libre con un análisis de las dos oleadas en aquel país: del 1 de abril de 2020 al 31 de enero de 2021, y del 1 de febrero al 15 de mayo de 2021.

Apuntan en primer lugar el alto grado de "infecciones encubiertas", con un factor de subregistro estimado de 11,11 y para las muertes de 3,56 en la primera ola. Para la segunda ola, el factor de subregistro para las infecciones aumenta a 26,77 y a 5,77 para las muertes. “Si nos basamos únicamente en las muertes informadas, la estimación de la tasa de letalidad es del 0,13% para la primera ola y del 0,03% para la segunda. Teniendo en cuenta el subregistro de muertes, el cálculo de esta tasa es del 0,46% para la primera ola y del 0,18% para la segunda. Combinando las dos oleadas, mientras que India informó de un total de casi 25 millones de casos y 270.000 muertes, el número estimado de infecciones y muertes es de 491 millones (36% de la población) y 1,21 millones respectivamente, lo que arroja una tasa de mortalidad por infección estimada del 0,25%, con variaciones considerables entre los estados de la India”. Hace pocos días el último informe de seroprevalencia de la India, con datos de junio y julio de 29.000 personas, indicaba que dos tercios de la población tenían anticuerpos.

Muchas incertidumbres

Con tantas variables y variaciones -falta de test, estructura de edad, desarrollo sociosanitario, asintomáticos sin registrar, vacunaciones que enmascaran ahora posibles anticuerpos previos…-, no es fácil establecer una cifra muy precisa, aunque Meyerowitz reconoce que probablemente vaya descendiendo con respecto a los pronósticos iniciales. De todos modos, “sabemos que la tasa de mortalidad sigue siendo muy alta, y que la covid-19 es mucho más peligrosa que la gripe estacional. Un año después, sabemos mucho más, pero todavía hay muchas incertidumbres con las que lidiar”.

Marina Pollán recuerda que algunas epidemias de gripe especialmente graves -descontando la de 1918- han tenido unas tasas de letalidad del 0,1 y del 0,3%, por lo que la pandemia de covid-19 al menos triplicaría la gravedad de una gripe seria.

Un estudio francés publicado en diciembre pasado en The Lancet Infectious Diseases comparó 89.530 pacientes hospitalizados con covid-19 entre el 1 de marzo y el 30 de abril de 2020 y 45.819 pacientes hospitalizados con influenza estacional entre el 1 de diciembre de 2018 y el 28 de febrero de 2019. La tasa de mortalidad entre los pacientes hospitalizados con covid-19 fue tres veces mayor que la de la influenza estacional: 15.104/89.530 (16.9%) frente a 2.640/45.819 (5.8%).

Confluencia estadística

Con cada vez más gente vacunada, la tarea de hallar una tasa de letalidad más realista se complica. “¿Cuántas personas en el mundo se han infectado? Nadie conoce la respuesta. Unos países han realizado muy pocas pruebas, y otros muchas más”, escribía en febrero el médico escocés Malcolm Kendrick en su blog.

Y añadía que “si la tasa de letalidad por infección del Imperial College del 0,9% es precisa, una vez que alrededor del 80% de la población mundial haya sido infectada [momento en el que se alcanzaría la inmunidad poblacional] deberíamos ver 54 millones de muertes. Actualmente estamos muy lejos de esa cifra” (los datos de la OMS recogen unos 190 millones de casos confirmados y 4,1 millones de muertes en el mundo, si bien varias fuentes elevan esta cifra a 7 u 8 millones debido a las infraestimaciones).

Por fortuna, gracias a la vacunación y si las variantes no dan un vuelco a los pronósticos optimistas, estos malabarismos estadísticos se sosegarán y quizá confluyan en estimaciones más reales y menos dramáticas. La tendencia de los últimos meses apunta a una menor gravedad de los infectados, más jóvenes que los de la primera ola, y al descenso de las muertes debido a la rápida protección de los mayores.

¿Qué probabilidades tienes de morir si te contagias de la covid-19? Parece una pregunta sencilla, pero bioestadísticos y epidemiólogos no se ponen de acuerdo. coronavirus Off José R. Zárate Off

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