El final de la pandemia comienza a vislumbrarse. El proceso que llevará a la covid-19 hasta su fase endémica no será lineal ni uniforme, pero la reducción del número de contagios, hospitalizaciones y fallecimientos en los países con campañas de vacunación avanzadas ofrece motivos para el optimismo.
En España acabamos de dejar atrás la quinta ola epidémica que, si bien ha significado un repunte en los contagios y un ligero aumento en los fallecimientos, ha dejado cifras inferiores a las olas precedentes. “En realidad lo que se ha llamado quinta ola ha sido una ola de diagnosticados, porque el número de fallecimientos ha sido mucho menor, comparado sobre todo con la tercera”, explica el profesor Ignacio López-Goñi, catedrático de Microbiología de la Universidad de Navarra.
Dos novedades han marcado el contexto del último repunte epidémico, comparado con los anteriores: el avance de la campaña de vacunación y el predominio de la variante Delta.
Datos para el optimismo
“Si no hubiéramos tenido esta alta tasa de vacunación, esta quinta ola hubiera sido mucho peor; por eso creo que, aunque podemos esperar que haya nuevos repuntes, ya no serán tan graves como fueron los anteriores”, añade.
Un diagnóstico que comparte Antonio Gutiérrez Pizarraya, experto en Enfermedades Infecciosas y epidemiólogo en el Hospital Universitario Virgen de Valme, en Sevilla. “En mi opinión, la sexta ola, de producirse, será mucho más liviana que la quinta, que ya de por sí ha sido más benévola que las anteriores”.
El alto porcentaje de vacunación en España -por encima del 75% la población total- y la eficacia de las vacunas son los principales elementos para el optimismo de cara al futuro.
“A pesar de que la variante Delta -mucho más transmisible- ya era mayoritaria en España, se ha demostrado que las vacunas siguen siendo eficaces para evitar casos graves y mortalidad a largo plazo, que es la principal variable a tener en cuenta cuando hablamos de saturación del sistema sanitario”, completa Gutiérrez Pizarraya.
Precisamente esa nueva relación entre la curva de contagios y de fallecimientos (muchas menos muertes con un número similar de diagnosticados) apunta a que en las próximas olas será importante revisar los parámetros que nos ayudan a evaluar la enfermedad. “Hay que replantearse si el indicador más adecuado es el número de casos, o si debería ser el número de ingresados, gente en UCI, fallecimientos, entre algunos aspectos”, subraya López-Goñi.
Evolución del virus
Si bien el horizonte invita al optimismo, los expertos coinciden en que la evolución del virus presenta suficientes incógnitas para no bajar la guardia. “Ahora mismo las medidas básicas deben seguir siendo distancia física y mascarillas en lugares cerrados, eso lo tendremos durante bastante tiempo”, señala la presidenta de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE), Elena Vanessa Martínez. “Además, en función de la situación que haya en una comunidad se podrán hacer recomendaciones extra”.
La evolución de las variantes es uno de los factores claves que marcarán la transición desde la situación de pandemia a la de endemia, un escenario con una presencia reducida a ciertas regiones del mundo en el que el SARS-CoV-2 circule a baja intensidad.
“El virus no lo vamos a erradicar, pero podemos tener un optimismo moderado de que gracias a la vacunación hemos parado las olas de fallecimientos”, señala López-Goñi. Por eso la vigilancia de la evolución del virus a través de la epidemiología molecular será especialmente importante de ahora en adelante.
“Aunque no sabemos cómo va a evolucionar -las nuevas variantes siguen siendo una incógnita-, las que han aparecido hasta ahora no han escapado a las vacunas, que siguen siendo eficaces”.
En este sentido, la presidenta de la SEE también recuerda que hay que tener en cuenta lo que pasa fuera de nuestras fronteras. “En España, con una baja transmisión, la capacidad del virus para mutar es muy reducida, pero vivimos en un mundo globalizado en el que nuevas variantes pueden aparecer, especialmente cuando hay países donde prácticamente no ha habido vacunación”.
También se está poniendo en marcha un nuevo sistema que sustituya a la Red Centinela de Vigilancia de la Gripe. “Anteriormente la vigilancia de casos de gripe se hacía -tanto a nivel de atención primaria como hospitalaria- para detectar las variedades más graves, pero ahora se va a sustituir por una vigilancia de inspección respiratoria”, explica Martínez.
Eso significa, a su juicio, que los casos ya no se señalarán en función del microorganismo que los causa, sino por sintomatología.
“Uno de los problemas que tuvimos al principio con el SARS CoV-2 es que los síntomas eran parecidos a los de otros virus; para que no nos vuelva a pasar lo mismo a partir de ahora podremos identificar si aparecen muchos casos de infección respiratoria o si hay un aumento de la gravedad, en ese caso podremos vigilar cuál es la causa, lo que permitiría identificar incluso un nuevo microorganismo.”
Segmentos de población no vacunados
Además el papel de los no vacunados será clave en la evolución de la enfermedad. “Hay grupos de la población que tienen un porcentaje de vacunación bajo y que pueden ser burbujas de personas susceptibles: si el virus entra en esa burbuja podría extenderse deprisa”, advierte Martínez.
“El objetivo es ponérselo difícil al virus y que le cueste encontrar a personas susceptibles”. Un ejemplo son los menores de 12 años, un grupo no vacunado que vuelve a reagruparse en las clases con el nuevo curso.
“La duda que tenemos está en el entorno escolar con el inicio del nuevo curso, aunque datos provenientes de otros países como Escocia ya sugieren que el resultado del arranque de las clases no ha tenido una repercusión negativa en los indicadores epidémicos”, apunta Gutiérrez Pizarraya.
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