viernes, 29 de octubre de 2021

Un día para recordar la milenaria vocación médica de servicio a los demás

Opinión
nuriamonso
Sáb, 30/10/2021 - 08:00
Día Internacional de la Profesión Médica
Tomás Cobo Castro, presidente del Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos de España (Foto: Roberto Ruiz)
Tomás Cobo Castro, presidente del Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos de España (Foto: Roberto Ruiz)

Motivado por la extraordinaria entrega de toda la profesión médica para sostener el brutal impacto de la pandemia, el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos de España propuso a la Asociación Médica Mundial la declaración del Día Internacional de la Profesión Médica con el objetivo de dar visibilidad al compromiso de los médicos y su vocación de servicio a la humanidad. Esta petición fue finalmente aprobada por la organización internacional en Asamblea celebrada en la ciudad de Córdoba, cuna de Maimónides y Averroes, en noviembre de 2020, y la conmemoración quedó fijada en el calendario cada 30 de octubre

Así, hoy escribimos el primer Día Internacional de la Profesión Médica para poner en valor el espíritu que sustenta el ejercicio profesional del médico y para acercarnos a algunos de los muchos valores que lo rigen: la excelencia y la sabiduría práctica; el altruismo; el respeto y la compasión; la honradez y la integridad; un inquebrantable sentido del deber o la responsabilidad y la implicación.

Desde la sabiduría y la excelencia de los médicos que han contribuido al avance de la Medicina; esos grandes nombres, como Francisco Javier Balmis, Fidel Pages, Ramón y Cajal, Pío del Río-Ortega, Gregorio Marañón, Severo Ochoa, etc., que con sus descubrimientos y aportaciones a la ciencia han escrito las páginas más importantes de la historia de nuestra milenaria profesión.  

Pero también la  compasión y el respeto a la dignidad de las personas y a sus creencias que llevó a muchos médicos a atender a heridos de uno y de otro bando en las guerras, anteponiendo su deber de prestar una atención de calidad y humana a todos los pacientes por igual por encima de cualquier otro interés o ideología, propia o ajena, y que en muchas ocasiones les costó sus propias vidas. 

O la ejemplaridad, responsabilidad e implicación que llevaron a Elisabeth Blackwell a tomar la valiente decisión de derribar prejuicios en 1847 ingresando en el Geneva Medical College de Nueva York para estudiar Medicina y convertirse, posteriormente, en la considerada primera mujer médica del mundo. Desafiando normas, abrió el camino de la Medicina para las mujeres, las cuales a día de hoy son mayoría en la profesión en nuestro país. 

"Sin la relación médico-paciente, toda la tecno-medicina se deshilacharía en un conjunto amorfo de intervenciones despersonalizadas"

El sentido del deber que ha llevado a los médicos, durante siglos, a visitar a los pacientes en las zonas más aisladas o en las poblaciones en las que las instalaciones sanitarias eran inviables para garantizarles el derecho a la salud y con los que se han involucrado más allá de la obligación profesional, acompañándolos en el plano personal durante los dolorosos procesos de la enfermedad y la muerte. 

Esta responsabilidad con los pacientes desborda los parámetros habituales de las transacciones comerciales o de los intercambios profesionales y no se trata de un adorno o una generosidad desmesurada: la sólida alianza con nuestros pacientes es un elemento estructural de la buena Medicina clínica. Sin este capital de confianza, sin esa relación interpersonal médico-paciente, toda la tecno-medicina se deshilacharía produciendo un conjunto amorfo de intervenciones despersonalizadas. 

Toda la humanidad ha sido testigo directo de la ejemplaridad de la profesión médica mundial durante la crisis sanitaria actual, pero esto no ha sido un hecho excepcional. En el día a día del ejercicio de nuestra profesión, en los centros de salud y en los hospitales hemos contribuido directamente a la creación y sostenimiento de nuestro actual modelo sanitario, eje del actual estado de bienestar y pilar de la más elemental justicia social.

A pesar de eso, en España continuamos con una precariedad profesional que alcanza al 50% de nuestros profesionales, con salarios inferiores a los de nuestros compañeros europeos y con apenas tiempo para la formación continuada. Todo ello genera, según un estudio reciente presentado en la Organización Médica Colegial,  que –actualmente- el 33% de los médicos se jubilaría si pudiese hacerlo y el 50% por ciento sufre el síndrome del trabajador quemado.  Lo he repetido muchas veces y lo vuelvo a repetir: los médicos españoles estamos hartos. Y sin médicos no hay sistema de salud que pueda sobrevivir.  

En los primeros y más crudos meses de pandemia de la covid-19, tuvimos que trabajar sin los equipos o medios de protección suficientes y adecuados. Los daños producidos no se produjeron por conductas temerarias, sino que fueron la consecuencia de un comportamiento ejemplar de los profesionales para no abandonar a las personas que sufrían, poniendo en riesgo nuestra salud y nuestra vida. El devastador resultado de 115 médicos fallecidos en España durante su ejercicio profesional da fe de ello.  

"La Medicina no puede ser una isla de virtud en medio de sociedades crecientemente indecentes"

Muchos creemos que hay un creciente deterioro moral de las sociedades en esta época posmoderna; en esta modernidad líquida en la que el valor real de las cosas se difumina ante el poder del dinero. Aunque en este desierto resplandecen más las conductas y profesiones más íntegras, no debemos engañarnos: la Medicina no puede ser una isla de virtud en medio de sociedades crecientemente indecentes y cada vez puede sernos más difícil mantener intacto nuestros compromisos éticos. Este es precisamente un reto de las organizaciones colegiales médicas, que sustenta su necesidad actual y legitima el concepto de colegiación universal. 

En relación con la pandemia, Antonio Guterres, secretario general de la ONU, señalaba en la Asamblea General las imágenes de algunas partes del planeta con vacunas caducadas y no utilizadas mientras que el 90% de África no ha recibido ni una dosis. Afirmada, con rotundidad, que “esto es una acusación moral del estado de nuestro mundo. Es una obscenidad. Hemos aprobado el examen científico. Pero estamos suspendiendo en ética”. 

La ciencia nos trae dilemas nuevos: los del principio y el final de la vida son bien patentes en el debate social y político actual. Desde la profesión médica, pedimos ser consultados y que se acepte el derecho a la objeción de conciencia. Junto a estos dilemas tan sensibles, hay muchos otros que nos preocupan y que condicionan decisiones difíciles: las innovaciones en medicamentos y tecnologías alteran con frecuencia el balance entre beneficios y riesgos e incorporan precios desmesurados que nos complican las decisiones de utilización. Los médicos solicitamos a las autoridades sanitarias más inversión en evaluación de las innovaciones, en el control de precios, en la información disponible, en la limitación de los conflictos de interés y en la mejora de todo el proceso de difusión.  

En todo caso, y pese a los importantes y difíciles retos que enfrenta la profesión médica, sabemos que merece la pena y las vocaciones lo demuestran. Pese a la frecuente incomprensión y maltrato, seguimos y seguiremos alimentando la legitimidad y el aprecio de la sociedad a través de la cotidiana dedicación a nuestros pacientes: curar a veces, aliviar a menudo, acompañar siempre, como hacemos desde hace más de mil de años.  

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