lunes, 23 de octubre de 2023

Traducir más allá de las palabras

Fernando Navarro
Fernando Navarro
Lun, 23/10/2023 - 10:19
Firma invitada: Carmen de la Iglesia
Desde la Edad Media, el traje académico de medicina es de color amarillo en las universidades españolas. [Imagen: www.unav.ed]
Desde la Edad Media, el traje académico de medicina es de color amarillo en las universidades españolas. [Imagen: www.unav.ed]

Traigo lo que para mí fue una lección de vida y, como la palabra lección viene del latín lectio (acción de leer), les propongo dos minutos de lectura.

Aún puedo recordar su sonrisa, el número de su habitación e incluso los latidos de su corazón. Y lo primero de todo, me presento: soy Carmen de la Iglesia, futura médico y traductora, pero sobre todo una apasionada de la vida.

Era viernes por la mañana de un caluroso septiembre en Madrid y yo era la chica más feliz del mundo llegando al hospital con mi fonendo amarillo al cuello. El amarillo siempre ha sido mi color favorito, y es que, si de verdad creemos en el poder de las palabras, la medicina debería ser amarilla; o, mejor dicho, «amar y ya».

La palabra vocación proviene del término latino vocare (llamar) y tiene una peculiaridad: la vocación siempre se conjuga en voz pasiva. Tú no eres el agente de tu vocación; eres el sujeto paciente. Tú eres llamado. Toda llamada exige una respuesta tenemos que responder―, y de ahí la palabra responsabilidad.

Después de dos años siendo una chica responsable, de duro estudio, empezaba por fin mi tercer curso de medicina; y con ello, el comienzo de mi práctica clínica. Llegó el momento de entrar en la habitación de quien sería mi primera paciente. Nunca olvidaré su nombre: Esperanza.

Esperanza era una paciente terminal. Ni siquiera hablaba, pero sí sonreía y sus ojos se movían al tiempo que sus manos agarraban las mías. Su hija me explicó que eso significaba que no quería que me fuera. Después de pasar unos minutos a su lado, los cuales guardaré para siempre en mi memoria, me tuve que ir. Siempre recordaré a Esperanza. De hecho, la palabra recordar viene del latín re (volver a) y cordis (corazón); recordar: volver a pasar por el corazón.

Esperanza nunca me habló con palabras, pero sí me habló con su sonrisa, sus ojos, su forma de quererme sin conocerme y su forma de entender la vida. Creo que los médicos también debemos ser intérpretes que interpreten todo esto.

No todo es medicina, no todo son palabras. Si así fuera, ¿cómo se traduce una sonrisa? ¿O cómo se ponen palabras a lo que sentí yo ese día? Así que he aquí mi consejo: nunca perdáis la esperanza, ni tampoco la sonrisa. Esa es la clave de la medicina, la traducción y la vida.

 

Carmen de la Iglesia Martín es alumna de medicina en la Universidad de Cantabria

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