En plena Mancha se encuentra uno de los equipos de Oftalmología con más prestigio de España. El Monitor de Reputación Sanitaria de Servicios Hospitalarios sitúa al Servicio de Oftalmología del Hospital General La Mancha-Centro entre los quince primeros, codeándose con grandes hospitales públicos y prestigiosos centros monográficos privados. Es un buen regalo de cumpleaños para el hospital manchego, inaugurado en Alcázar de San Juan (Ciudad Real) hace ahora 30 años como un centro comarcal, y cuyo Servicio de Oftalmología se levantó desde cero. Así lo recuerda su responsable, el oculista Fernando González del Valle: “No teníamos nada. Empezamos a operar con una caja de instrumental que había comprado en Estados Unidos al acabar la residencia en [el hospital] La Paz, por si tenía que irme a la privada”. Durante este tiempo, González del Valle ha luchado por mantener un equilibrio entre el sentido común sanchopancesco –“¿qué es más importante la historia clínica digital o atender al paciente?“- y el idealismo quijotesco –“nos propusimos ser la Clínica Mayo de La Mancha”, y en el camino recorrido ha tenido a los compañeros por aliados, pues, como recuerda, “lo que hace bueno al propio sistema son los profesionales y no los edificios”.
Con una población de referencia de 200.000 habitantes, el servicio atiende dos hospitales: en el hospital de Alcázar de San Juan realizan las consultas de oftalmología subespecializada (estrabología, oculoplástica y órbita, glaucoma, córnea y vítreo retina) y también pasan consultas en el hospital de Tomelloso y en el ambulatorio de Quintanar de la Orden, en total tienen unas 40.000 consultas al año. Realizan cerca de 3.000 cirugías anuales, muchas de alta complejidad en diferentes secciones, además de operar cataratas y efectuar unas 4.000 inyecciones intraoculares para tratamiento de la degeneración macular asociada a la edad, edema macular diabético y patología vascular retiniana, entre otras patologías.
Aquí se han introducido múltiples técnicas diagnósticas y terapéuticas, muchas pioneras a nivel autonómico y estatal, e incluso mundial. Fueron los primeros en realizar un injerto de córnea en Castilla-La Mancha, en 1997, y en efectuar un trasplante corneal endotelial, además de ser el primer Banco de Ojos público en conservar córneas humanas en caliente, en 2009. En 2016, llevaron a cabo la primera cirugía mundial mediante técnica propia de trasplante de saco cristaliniano con implante de anillo, lente intraocular, cerclaje, vitrectomía pars plana y trasplante córnea. Estos son solo algunos ejemplos de sus logros.
Pregunta. Un reciente ranking (de Mecor) sitúa el Servicio que dirige entre los 15 primeros (públicos y privados) de España, codeándose con grandes públicos, como La Paz, Ramón y Cajal, Clínic y los prestigiosos privados, como el Fernández Vega y el Barraquer. ¿Esperaban ese reconocimiento?
Respuesta. Estamos muy orgullosos, si bien nunca aspiramos a salir en un índice reputacional, creo que la constancia, treinta años de trabajo diario, nos ha traído hasta aquí. Es un gran reconocimiento para nosotros -un servicio con vocación de atención pública y localizado en medio de La Mancha, la España que podría considerarse periférica, o vaciada, o al menos no deseada por muchos jóvenes profesionales- codearnos con los más importantes centros de la oftalmología española, que es sin duda una de las mejores de Europa. Creo que esto demuestra que la sanidad pública española es capaz de dar a sus pacientes la mejor atención posible y que esa atención esmerada depende de la implicación de los profesionales sanitarios en su propio trabajo. De hecho la actual sanidad española se mantiene, a pesar de todos los pesares, gracias a que la mayoría de médicos y enfermeras, y el resto del personal de primaria y especializada, sienten la responsabilidad de hacer lo mejor posible su cometido, aunque no cuenten con los medios necesarios.
P. Hábleme de su equipo: ¿cuántos profesionales lo integran? ¿Cómo consigue retener el talento?
R. Somos 18 adjuntos y cuatro residentes, uno por año. Nunca he querido tener más de los que estamos en condiciones de formar con los medios que tenemos, pues tampoco pretendemos que suplan a adjuntos para aliviar la carga asistencial, y nos faltan más quirófanos, tenemos el lastre que arrastramos desde la crisis de 2008 y los posteriores recortes, y que se ha recrudecido con la pandemia (en la práctica supuso todo un año de quirófanos). En cuanto al equipo, en estos años se ha ido muchísima gente: los oculistas que han pasado triplican a los que estamos ahora. A pesar de todo el talento que se ha ido y gracias al que hemos retenido, el mérito está en habernos mantenido. Es uno de los problemas que tenemos en la sanidad pública en España. Mientras que en la sanidad privada, el éxito lleva a monetizar, como se dice ahora, a contar con más quirófanos y más medios, en la sanidad pública, el estar bien reconocido por los pacientes trae más lista de espera, pero no más medios. Lo cierto es que a día de hoy al equipo no les puedo ofrecer más que el orgullo por el trabajo bien hecho, por seguir creyendo y manteniendo nuestras convicciones sobre el respeto a la atención de los enfermos y la importancia de las relaciones personales, entre los compañeros y con los pacientes.
“La sanidad española se mantiene gracias a que la mayoría de profesionales, sienten la responsabilidad de hacer lo mejor posible su cometido, aunque no cuenten con los medios necesarios”
P. Afirma que no hay que ser jefe "a toda costa", ¿qué quiere decir con eso?
R. Cuando llegué al hospital, en 1994, la prioridad era construir un servicio de la nada, no ser el jefe. Acababa de terminar la residencia en La Paz y pensé que no sería buena idea empezar mi carrera dirigiendo un servicio, así que como adjunto me comprometí a buscar a mi propio jefe, una curiosa circunstancia. Fernando Martínez aceptó el cargo hasta que en 1998 se fue al Hospital Marqués de Valdecilla y entonces asumí la jefatura. Si queremos un buen servicio, también hay que aprender a decir que no. No se puede transigir con todo lo que te piden, pues, a la larga, limitarse a eso redunda en una mala atención para el paciente. Al final, nuestra obligación es defender esa relación ancestral que ha unido desde hace miles de años al que cura y al que padece. El paciente que tienes delante debe ser tu único objetivo en ese momento, da igual lo larga que sea la lista de espera, esa persona merece toda tu atención.
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