Mientras la realidad parece casi exclusivamente virtual, mientras el binomio inteligencia artificial no suena ya a contradicción, las apple vision pro se antojan como una ventana transparente al mundo y todas las universidades se devanan los sesos buscando métodos de innovación docente, los estudiantes que desembarcan en las facultades de Medicina siguen estudiando anatomía mediante la disección de cadáveres.
En plena era digital, ¿tiene sentido seguir recurriendo a un método docente que nació en los albores de la educación médica y ha sobrevivido, sin apenas cambios, a la Edad Media, el Renacimiento y las eras moderna y contemporánea? ¿Las generaciones que ocupan hoy las aulas, formadas casi exclusivamente por nativos digitales, se sienten cómodas con el uso de la disección-prosección del cuerpo humano? ¿Sufren algún tipo de rechazo? ¿No hay alternativas más baratas e igualmente efectivas para que los alumnos de 1º y 2º estudien la anatomía humana?
A estas y otras preguntas ha intentando responder un grupo de profesores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Zaragoza, concretamente los que están adscritos al Departamento de Anatomía e Histología Humana. Y para conocer la opinión de los alumnos, nada mejor que preguntarles directamente. La fórmula: una encuesta dirigida a los 360 alumnos matriculados en alguna de las asignaturas de anatomía humana del grado. Las preguntas, varias: ¿Consideras necesario el uso de cadáveres humanos para tu formación? ¿Qué sentiste en tu primer contacto con un cadáver? ¿Hay alternativas docentes? ¿Las prefieres?
El 41% dijo estar "expectante" ante su primer contacto con un cuerpo, y el 21% habla directamente de "entusiasmo"
La principal conclusión del estudio es meridiana y se resume en una frase: el cien por cien de los alumnos que respondieron al sondeo (estudiantes todos ellos de las 4 asignaturas de anatomía, que la facultad zaragozana concentra en los 4 primeros semestres del grado de Medicina) considera "necesario e insustituible" el estudio anatómico con disección de cadáveres humanos.
Aquí no hay salto generacional que valga: lo mismo que pensaban su profesores cuando estudiaban -hace 30, 40 o 50 años-, lo piensan hoy esos 360 estudiantes, todos ellos de la llamada generación Z o iGen (nacidos a partir de 1995). Son cien por cien digitales y, como tales, apoyan el uso de técnicas docentes alternativas a la disección, pero siempre como herramientas complementarias. No hay nada como tocar cádaver.
"Lo ves en la sala: quienes trabajan con maquetas, tienen un ojo puesto en la mesa donde trabajan sobre cadáver"
"El cadáver es insustituible, y no lo digo yo, te lo transmiten los propios estudiantes. En la Facultad de Zaragoza, vamos rotando para hacer prácticas sobre cadáver y siempre te preguntan cuándo les toca a ellos. Lo ves en la sala de disección: quienes están trabajando en mesas con maquetas, modelos anatómicos o piezas de prosección obtenidas previamente, tienen un ojo puesto en los compañeros que trabajan sobre el cadáver, porque es más estimulante". Lo dice Ana Isabel Cisneros-Gimeno, profesora de Anatomía y Embriología Humana y coautora del estudio.
Es lo que tiene la vocación
Eso, además, no cambia con los años, porque, según ella, está en la esencia de un grado eminentemente vocacional. "Quienes se decantan por Medicina, lo hacen, en un porcentaje muy alto, porque les gusta la asistencia, porque quieren ver pacientes, y un cadáver es, en cierta forma, lo más cercano a un ser humano que van a ver en el grado hasta que adquieran un poco de cultura médica. Es una especie de estadio intermedio entre la formación puramente teórica de los primeros semestres y las asignaturas eminentemente clínicas que verán luego", dice la profesora.
Solo un 20% admite haber experimentado algún tipo de rechazo al ver por primera vez un cadáver embalsamado en clase
De ahí que la palabra más repetida por la mayoría de los encuestados para describir la sensación que experimentaron cuando vieron por primera vez un cadáver embalsamado en la sala de prácticas sea la de "expectación" (un 41,7% de los 360 estudiantes), seguida de "motivación" (34,9%).
Un 21,7% de los estudiantes habla directamente de "entusiasmo", y solo un 20% (72 de los 360) confiesa que su primera reacción ante un cuerpo inerte fue de "rechazo". De esos 72 alumnos, apenas el 4% califica ese rechazo como de "nivel alto".
Al margen de ese rechazo inicial (estadísticamente muy bajo), el olor de las piezas anatómicas, de los productos químicos de conservación y de la sala donde se disponen los cuerpos es la sensación negativa que más se repite en la primera toma de contacto con los cadáveres: el 38,7% asegura tener grabado ese olor. "Antiguamente, el olor de los productos de conservación era más intenso, característico y desagradable, pero es verdad que esa primera sensación olfativa se les queda grabada a muchos. Aun así -asegura la profesora zaragozana-, se acaban acostumbrando".
La aprensión (un 14,5% de los encuestados), el sentimiento de pena (8,3%) e, incluso, el miedo a la muerte (un 2,7%) son, por este orden, los efectos negativos que provoca el primer contacto con los cadáveres, efectos todos ellos de duración limitada.
Estrictos protocolos de seguridad
En lo que sí es tajante Cisneros-Gimeno es en despejar cualquier posible duda sobre la seguridad de los estudiantes en la sala de disección de la facultad. "Cuando salen determinadas noticias sobre el estado de conservación de los cuerpos o la higiene de las salas, no sé de qué lugares hablan. En la Facultad de Medicina de Zaragoza, los protocolos de seguridad, conservación e higiene son absolutamente estrictos y la trazabilidad de cada cuerpo es rigurosa desde el minuto cero hasta su incineración".
El 38,7% recuerda el malestar que les produjo la primera vez el olor de las piezas y los productos para conservarlas
En consecuencia, añade, la seguridad de docentes y alumnos en la sala de prácticas está absolutamente garantizada: "Obviamente, las historias clínicas de los pacientes están debidamente anonimizadas, pero se sabe perfectamente que los cuerpos que se usan en las prácticas de disección no presentan infecciones. Además, antes de embalsamarlos, se hace el correspondiente estudio de serología y, si hay cualquier mínima sospecha de una patología infecciosa, se desechan para usarlos en prácticas".
Lo bueno se paga
Desde un punto de vista práctico, el principal handicap con el que topa este histórico método docente es su coste económico. Hablamos de un sistema de enseñanza que, al margen de la donación de cuerpos, exige salas de disección, depósitos de cadávares, material específico de conservación, sistemas de ventilación, personal docente, administrativo y para mantenimiento de las salas... "El coste, en efecto, es mayor que el de cualquier sistema docente alternativo, pero el beneficio académico también es mayor y, a tenor de la encuesta, los estudiantes lo siguen prefiriendo con diferencia", afirma Cisneros-Gimeno.
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