martes, 18 de junio de 2024

La magia de los cuentos para bebés prematuros

Fernando Navarro
Fernando Navarro
Mar, 18/06/2024 - 08:12
Firma invitada: Ángeles Gómez

Había una vez unos niños que se llamaban Jimena y Noah. Los dos tenían prisa por ver qué había afuera del útero de su madre y salieron al mundo muchas semanas antes de lo que les correspondía. Jimena nació en la semana 30 de gestación (40 semanas —dos arriba, dos abajo— es la duración de un embarazo a término), mientras que Noah lo hizo un poco mayor, en la semana 32. Pero los dos eran tan pequeñitos que apenas pesaban un kilo y medio. Ni sus pulmones ni su estómago eran lo suficientemente fuertes como para funcionar bien sin ayuda, y sus cerebros estaban en la etapa de máxima explosión de desarrollo.

Entonces, tuvieron que quedarse a vivir en el Servicio de Neonatología del Hospital 12 de Octubre, de Madrid, donde eran vecinos de cuna. Allí, las cosas se hacían cumpliendo el programa Cuídame, para hacer partícipes a los padres del cuidado de sus niños —casi como si estuvieran en su casa— al tiempo que médicos y enfermeros no perdían de vista la evolución de sus inmaduros organismos.

Un día, sus papás les cogieron en brazos y empezaron a leerles un cuento…

¿Como que leer un cuento a un bebé tan pequeño que ni siquiera debería haber nacido aún? ¿Es que se va a enterar de algo? Estas son preguntas que podríamos hacernos cualquier persona desconocedora de las necesidades de un recién nacido prematuro; sin embargo, hay razones sólidas para hacerlo. «El desarrollo del área del lenguaje es una de las que presenta mayores problemas para cualquier niño y, junto con las habilidades sociales, es la que más tarda en adquirir», introduce el pediatra Salvador Piris, del Servicio de Neonatología del Hospital 12 de Octubre, de Madrid. «Existe la evidencia científica de que leerles un cuento, además de proporcionar importantes beneficios para su salud (reduce los niveles de ansiedad, por ejemplo) y reforzar el vínculo con sus progenitores, favorece de forma significativa su desarrollo cerebral, especialmente en el área del lenguaje cuando se trata de niños con un peso inferior a 1500 gramos».

En un embarazo de nueve meses, los pulmones y el sistema nervioso central (SNC) son los últimos en madurar. «Las conexiones nerviosas se siguen produciendo hasta el nacimiento. El tercer trimestre de gestación es el de máxima explosión cerebral, cuando el bebé se encuentra en el útero materno, a oscuras, con la voz armoniosa de la madre amortiguada por el líquido amniótico», describe Piris.

Pero si el niño nace prematuramente y necesita recibir cuidados médicos constantes, sale de su ambiente confortable para quedar expuesto a un entorno inhóspito, rodeado de alarmas y conectado a numerosos cables y sondas. Entonces, prosigue el neonatólogo, «cabe suponer que ese cerebro no se desarrollará armoniosamente, sino de forma más desorganizada. De hecho, en el seguimiento que hacemos a niños que fueron prematuros en nuestras consultas, vemos que son más inquietos».

Una forma de paliar ese ambiente hostil es intentando crear unas condiciones lo más parecidas al útero materno, con menos luminosidad, cuidando el tono de la voz. Y de aquí nace la propuesta de invitar a los padres a leer cuentos a sus hijos, «como una forma natural de seguir exponiendo al neonato a la voz de su padre y de su madre».

Jimena nació el 30 de marzo, estuvo ingresada en la UCI y desde hace una semana está en la unidad de cuidados intermedios (que cuenta con 22 cunas). «Jimena es la más pequeña de aquí, donde todo es mucho más calmado que en Intensivos», apunta su padre, José Luis. «Aquí la sensación de calma es mayor; todo está más relajado. Hemos ganado tranquilidad», apostilla María, su madre.

Por indicación del equipo sanitario, estos padres han comenzado a leerle cuentos a la pequeña. José Luis es el que, por ahora, ha asumido la tarea —las complicaciones de la cesárea han impedido a María coger a la niña—: «Los médicos nos han explicado que es buenísimo desde el punto de vista neurológico; yo eso no lo sé, pero sí que es algo que a los padres nos hace sentir útiles». Con su hija en brazos, según el método padre/madre canguro, el papá le lee un cuento corto, de unos 4 minutos. «Desconozco qué le hará desde el punto de vista médico, pero lo cierto es que cuando acaba el cuento, Jimena está muy relajada».

Esa relajación es importante porque le ofrece bienestar y puede ayudar a mitigar el dolor si lo tiene. Piris afirma que los recién nacidos sienten dolor —«no hace mucho tiempo que la ciencia lo ha confirmado, porque antes se pensaba que los prematuros no sentían dolor porque su sistema nervioso no estaba lo suficiente mielinizado»—; lo que sucede es que en su cerebro se mezclan todas las sensaciones —dolor, estrés, etc.— y los gestos de su cara revelan el malestar que sufre. En un entorno más amable, y acompañado por sus progenitores, el bebé está menos estresado, su sistema nervioso menos activado, el dolor está mejor controlado y «la evolución clínica es mejor».

Leer cuentos a los prematuros es una iniciativa que el hospital infantil madrileño puso en marcha hace tres años, aunque ahora es cuando ha decidido darle el empujón definitivo y para ello ha creado una biblioteca con títulos para los más pequeños. La lectura forma parte de un programa mucho más complejo, Cuídame, centrado en formar a los padres en doce habilidades distintas que mejoran su participación en el cuidado de los hijos durante el ingreso neonatal y que les convierte en voces activas a la hora de tomar decisiones que afectan al desarrollo del bebé. «El programa sigue la corriente europea NIDCAP, promovido por investigadores y clínicos para implicar a la familia en las decisiones clínicas y crear unos estándares europeos de cuidados al prematuro», refiere el pediatra.

La evidencia científica, asegura el doctor, confirma que «cuando implicas a los padres en el cuidado de sus hijos, la evolución es más positiva. Posiblemente, el mecanismo que subyace es el mimo y el cariño con el que los padres hacen las cosas cuando les enseñamos». Por ejemplo, algo tan natural como cambiar el pañal a un bebé exige una técnica especial en los prematuros: «No hay que elevarle mucho las piernas, porque se produce un aumento de la presión venosa central y el riesgo de que se produzca un infarto es alto». Enfermeras y auxiliares enseñan a los padres cómo hacerlo, y «al final ni te das cuenta de que lo haces bien», apunta José Luis.

Todo lo que se hace en una unidad de cuidados neonatales tiene su porqué, y los padres son partícipes. «Nos informan de todo, y hay veces que tanta información abruma», admite María. Sin embargo, ese conocimiento les ofrece seguridad, autonomía y experiencia suficientes para continuar con esta labor en su domicilio, tras recibir el alta médica.

Noah, a quien su padre lee cuentos en inglés —«se está preparando un examen para el nivel C2 de inglés y así ensaya», comenta divertida Alba, su madre —, y Jimena se marcharán del hospital en las próximas semanas a su casa. Noah acaparará la atención de sus primerizos padres y Jimena soportará las manifestaciones amorosas de su hermano mayor, Alonso, a punto de cumplir los dos años.

Los dos niños abandonaron el hospital a punto de cumplir las 40 semanas de vida, y se fueron a vivir cada uno a su casa. Crecieron lejos el uno del otro y, quizá, sus vidas se vuelvan a cruzar en algún momento.

Ese, ya será otro cuento.

*   *   *

Ángeles Gómez es periodista médico-científica, cofundadora de Diario Médico.

Columna publicada originalmente en Alimente+Salud de El Confidencial. Reproducida con autorización de la autora.

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