viernes, 23 de agosto de 2024

Humor, humoris

Fernando Navarro
Fernando Navarro
Vie, 23/08/2024 - 08:28
Firma invitada: Alba Leiza Dávila

Estoy de buen humor. Me acabo de despertar. Una sensación de tranquilidad, ligereza y bienestar inunda este preciso instante. «Estoy de buen humor», me repito. De repente, sin saber muy bien por qué ni cómo (¿será que son las siete de la mañana?), una cantinela se cuela en mi cabeza y comienzo a tararear, casi sin darme cuenta, la canción de David el Gnomo (médico, por cierto) que cantaba cuando era niña: «Soy siete veces más fuerte que tú, muy veloz y siempre estoy de buen humor». David siempre estaba contento. Algo me dice que hoy va a ser un buen día.

Un momento… ¿«Estar de buen humor»? ¿De dónde viene esa expresión? Pues del latín humor, humoris que significa ‘líquido’ o ‘humedad’. Y yo me pregunto, ¿cómo ‘humor’ puede tener dos acepciones tan distintas?, ¿cómo hemos pasado de entender humor como ‘líquido’ a pensar en él y utilizarlo como condición para hacer referencia a nuestro temperamento? El diccionario de la Real Academia Española le dedica una entrada importante a esta palabra y entre sus acepciones destaco las tres principales:

  1. «Genio, índole, condición, especialmente cuando se manifiesta exteriormente». Esta acepción hace referencia al carácter, al genio, de una persona. Puedes tener buen humor o mal humor.
  2. «Jovialidad, agudeza». En esta acepción, ‘humor’ se nos presenta como sinónimo de divertido, de gracia, de chispa.
  3. «Cada uno de los líquidos de un organismo vivo». Esta acepción, me hizo caer en la cuenta de que en medicina hay muchas palabras que utilizan ‘humor’ con el sentido de líquido, tal y como se utilizaba originalmente. Destaco «humor acuoso» y «humor vítreo».

Humor comparte, entonces, origen con palabras muy relacionadas con los líquidos, palabras como ‘humedad’, ‘húmedo’, ‘humedecer’ y ‘humidificar’. ¿No es maravilloso? Sin embargo, la expresión «estar de buen humor» se la debemos más bien a la teoría de los cuatro humores de Hipócrates que desarrollaría Galeno tiempo después.

Para Hipócrates, el padre de la medicina occidental, el eje central de la práctica médica residía en la noción de armonía y equilibrio de los cuatro humores o líquidos corporales que constituían la esencia del cuerpo humano: la sangre, la flema, la bilis amarilla y la bilis negra. Si estos cuatro humores estaban equilibrados había salud; no obstante, si estaban desequilibrados, es decir, si alguno de ellos se encontraba en exceso o en defecto, el resultado era la enfermedad. La sangre se asociaba con el corazón; el hígado era el órgano asignado para la bilis amarilla; el cerebro estaba mayormente compuesto por flema; mientras que el bazo se consideraba el sitio de secreción y almacenamiento de la bilis negra, posiblemente debido al color oscuro del tejido esplénico.

Además, se creía que cada persona tenía un humor predominante, lo que determinaba su temperamento e incluso su predisposición fisiológica. Por ejemplo, si una persona presentaba exceso de bilis amarilla, cuya raíz etimológica griega es ξανθη χολή (xanthe cholé), de donde proviene la palabra cólera, se le asociaba con un temperamento colérico. Las personas con exceso de bilis negra, del griego μέλαινα χολή (mélaina cholé), tendían a la melancolía, a ser más depresivas, perezosas, temerosas y propensas a padecer enfermedades. Se llegó a especular que la bilis negra se producía en el bazo, órgano, por tanto, asociado al estado de ánimo melancólico. Curiosamente, en inglés, spleen significa tanto ‘bazo’ como ‘melancolía’, lo que nos demuestra que existe una conexión conceptual entre ambos desde la antigüedad. Si detectaban un exceso de flema en el cuerpo, consideraban que tenías temperamento flemático. Eras una persona tranquila y racional. Si predominaba la sangre, tu temperamento sería sanguíneo, lo que implicaba un carácter enérgico, optimista y sociable.

Esto podríamos extrapolarlo a la expresión «estar de buen humor». Si una persona tiene los humores bien equilibrados, su carácter será agradable, de ahí ese «estoy de buen humor». En cambio, si está de mal humor, es probable que sus humores estén desequilibrados. El mismísimo Galeno respaldó esta teoría que ha perdurado hasta hace tan solo un par de siglos. Con todo, me atrevería a decir que la forma en la que percibimos nuestro estado emocional actualmente tiene sus raíces en antiguas creencias, como en esta teoría de los cuatro humores. Slitzweitz!

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Alba Leiza Dávila es traductora; máster en traducción médico-sanitaria por la Universidad Jaime I (UJI).

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