Tras más de una década investigando el impacto de la reproducción humana asistida (ART, en inglés) en la salud de los niños nacidos mediante estas técnicas, he llegado a una conclusión inquietante: la sociedad -y con ella una parte significativa del propio sector sanitario- está profundamente desinformada sobre dos aspectos esenciales. El primero, y del que hablaré aquí, es la salud a corto, medio y largo plazo de los niños concebidos mediante ART. El segundo, las tasas reales de éxito reales que estas técnicas pueden ofrecer. Así lo expongo en El último in vitro, un trabajo que ha supuesto más de diez años de análisis crítico y recopilación de cientos de estudios, y de los resultados de un proyecto europeo que dirigí, financiado por la Comisión Europea con 1,2 millones de euros, sobre la información que proporcionan las clínicas de reproducción asistida en varios países, incluida España.
Cuando uno dedica tiempo y atención a revisar la evidencia disponible sobre la salud de los concebidos in vitro comparada con los concebidos naturalmente, los datos resultan alarmantes. La tendencia es clara: cuanto más invasiva es la técnica, mayor es el aumento del riesgo. Entre las patologías con aumento de riesgo caben destacar malformaciones congénitas, prematuridad, bajo peso al nacer, mortalidad perinatal, parálisis cerebral, determinados tipos de cáncer, alergias y diabetes; así como trastronos menos conocidos como el espectro de Beckwith Wiedemann. También se ha observado un aumento de riesgo de padecer trastornos del lenguaje y trastorno del espectro autista.
A ello se suma un problema metodológico que explico con detalle en el libro: las cifras publicadas, aun siendo alarmantes, tienden a infraestimarse. En la literatura científica es frecuente considerar la prematuridad, el bajo peso al nacer o los partos múltiples como variables confusoras -del mismo modo que la edad materna- y ajustar los análisis en función de ellas. Esto ha llevado a comparar, por ejemplo, la salud de niños prematuros concebidos in vitro con la de prematuros concebidos de forma natural. Sin embargo, con una comprensión adecuada, la prematuridad, el bajo peso y las gestaciones múltiples no son variables externas al proceso, sino efectos intermedios: forman parte de la cadena causal. Ajustar por ellas es metodológicamente incorrecto, porque reduce artificialmente la magnitud del impacto real de las ART sobre la salud infantil.
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