sábado, 29 de septiembre de 2018

Los bancos de cerebros se unen para superar su funcionamiento precario

Muchos aspectos de las enfermedades neurodegenerativas, como el alzhéimer y el párkinson, siguen siendo un misterio. La posibilidad de que los investigadores comparen un cerebro patológico con otro sano es fundamental para seguir avanzando en este campo y sólo es posible gracias a los bancos de tejidos neurológicos.

Aunque en España este tipo de instalaciones ya tienen dos décadas de andadura, nunca se habían reunido todos sus representantes hasta la semana pasada, cuando el Instituto de Neurociencia de Castilla y León (INCYL) de la Universidad de Salamanca acogió el I Simposio de Bancos de Tejidos Neurológicos. Son más de 60 profesionales pertenecientes a 15 biobancos, algunos aún en proceso de creación.

Su trabajo implica estar en alerta las 24 horas ante el posible fallecimiento de una persona inscrita para donar su cerebro. Los familiares deben avisar cuanto antes, ya que el órgano tiene que ser extraído como máximo cinco horas después de la muerte. En el banco se separan los hemisferios, uno se conserva en formol y sirve para realizar un informe neuropatológico que certifica si el donante tenía alguna enfermedad y cuál era exactamente. El otro se divide y se congela, listo para que los investigadores puedan estudiarlo.

Sergio Ferrer: “Las muestras que no se pueden vender, tienen que cederse a los investigadores, así que siempre van a ser deficitarios, no son un negocio”

Sin embargo, no todos los biobancos cuentan con los medios ideales para llevar a cabo todo este trabajo. Sergio Ferrer, pionero al frente del banco de cerebros del Hospital Universitario de Bellvitge, teme que con su jubilación termine un proyecto que había sido referente en España. “Ha tenido una importancia enorme a la hora de establecer metodologías y optimizar las muestras. ¿Cómo puede ser que se eche a perder?”, se pregunta en declaraciones a Diario Médico.

“Las administraciones no están a la altura y en nuestro caso se ha priorizado el banco de tumores”, explica, hasta el punto de que en la actualidad carecen de un neuropatólogo a tiempo completo.

Lo peor es que no se trata de un caso aislado: “Probablemente, el banco de cerebros que tiene mejor organización y más futuro en España es el del Hospital Clínic de Barcelona” y aún así, sufre un problema similar, según denuncia  Ferrer.

Los biobancos son caros de mantener y no dan beneficios. “Las muestras que no se pueden vender, tienen que cederse a los investigadores, así que siempre van a ser deficitarios, no son un negocio”, comenta, lamentando que en España no se conserven “las cosas que se tienen y funcionan”. Para colmo, “en este país no está establecida la especialidad de Neuropatología”.

El Banco de Tejidos Neurológicos del INCYL ha apostado por impulsar el mecenazgo mediante pequeñas aportaciones económicas

Las vicisitudes del banco de cerebros que actúa de anfitrión, ubicado en Salamanca, también son representativas de la situación. Este proyecto echó a andar con el apoyo de la Junta de Castilla y León en 2011 –desde entonces, suman 48 donaciones efectivas y más de 240 personas que aún viven se han inscrito como posibles donantes–, pero la administración regional cerró el grifo y, a pesar de la falta de financiación, sus responsables decidieron seguir adelante por una cuestión ética, “el respeto a los donantes que ya teníamos”, Javier Herrero Turrión, director científico del Banco de Tejidos Neurológicos del INCYL.

Aportaciones económicas de los ciudadanos

El Instituto de Investigación Biomédica de Salamanca (IBSAL) y la Universidad de Salamanca realizan aportaciones, pero aún así este banco ha apostado por impulsar el mecenazgo: además de donar sus cerebros cuando llegue el momento, le piden a los ciudadanos que deseen colaborar una pequeña aportación económica.

La implicación de la sociedad puede ser clave, por eso Herrero destaca que los bancos deben mejorar su visibilidad: “Incluso en el sector sanitario algunos desconocen la posibilidad de donar el cerebro y se extrañan mucho”, asegura. Por eso, dar a conocer su existencia y sus funciones es clave. “El resto vendrá rodado”, opina.

Las asociaciones de familiares de enfermos están muy concienciadas, pero el reto es aumentar las donaciones de cerebros sanos, que son minoría y resultan igual de importantes, porque el estudio de las enfermedades se realiza por comparación.

Alberto Rábano, que dirige el banco de cerebros de la Fundación CIEN, en Madrid, erigido también como uno de los referentes nacionales e internacionales de este tipo de instalaciones, cree que es muy importante crear una red nacional en la que todas las donaciones formen parte de un mismo sistema.  

El reto es aumentar las donaciones de cerebros sanos, que son minoría y resultan igual de importantes, porque el estudio de las enfermedades se realiza por comparación

“Nos llegan peticiones de fuera de España de forma muy frecuente, por ejemplo, de megaproyectos para la secuenciación genómica de determinadas enfermedades. Si somos capaces de trabajar en red y, en lugar de aportar 10 muestras, conseguimos aportar 100, ganaremos peso y financiación internacional”, destaca.

Las peticiones de los investigadores: aún escasas

Las solicitudes de investigadores son complejas y su biobanco apenas recibe unas 25 al año. “No son muchas, cuando analizamos ese tipo de datos nos llevamos una cierta desilusión, porque siempre pensamos que debería haber más peticiones, pero el problema son los recortes en los proyectos de investigación”, señala.

Aún así hay científicos españoles que recurren a los bancos de cerebros para importantes investigaciones, por ejemplo, Javier de Felipe, del Instituto Cajal, que está implicado en el Human Brain Project, ambiciosa iniciativa europea que pretende comprender al máximo el cerebro humano y desarrollar tecnologías que puedan imitarlo.

También es el caso de Jesús Ávila, del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, que trata de comprender el alzhéimer provocando la enfermedad en ratones y utiliza las muestras de cerebros humanos para confirmar la validez de estos modelos.

Aún así, muchos científicos desconocen que pueden recurrir a esta poderosa herramienta. “A veces los investigadores básicos saben mucho de su especialidad pero muy poco del conjunto del cerebro, mientras que el neuropatólogo sabe mucho del conjunto del cerebro y de la patología general, pero no domina una técnica concreta, estamos destinados a colaborar”, opina al respecto Isidro Ferrer.

Más de 500 donaciones

Las donaciones reales en España –es decir, el número de cerebros que se extraen y acaban depositados en los bancos de cerebros– superan las 500 anuales, según calculan los expertos que se han dado cita en este I Simposio de Bancos de Tejidos Neurológicos, aunque todavía no hay cifras oficiales, precisamente, por las carencias logísticas y la falta de cohesión de las distintas instalaciones, problema al que ahora se le empieza a poner remedio.  

El hecho de que se haya creado una plataforma genérica de biobancos promovida por el Instituto de Salud Carlos III ha generado “estructuras que ya tienen “identidad y profesionales capacitados”, opina Alberto Rábano. En ese sentido, los bancos de cerebros “estamos recibiendo el impulso”, asegura, “la pieza que nos falta es crear una estructura de coordinación entre nosotros”.

El primer paso ya se ha dado y ahora queda definir objetivos, que deben pasar homogeneizar procedimientos, mejorar la formación del personal y darse a conocer a la sociedad y a los investigadores, confiando en que todo ello sirva de aldabonazo para que las administraciones no dejen morir unas infraestructuras básicas para combatir algunas de las grandes lacras que se esperan en este siglo XXI.

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