martes, 23 de abril de 2024

Tú dices… (VI): los escritores del Siglo de Oro decían…

Fernando Navarro
Fernando Navarro
Mar, 23/04/2024 - 10:07
El poder del lenguaje

Con ocasión del Día Internacional del Libro y de la Lengua Española, me gusta echar mano de los grandes escritores de nuestro Siglo de Oro, quienes supieron exponer sus ideas por escrito de un modo que admira aún por su elegancia, riqueza expresiva, potencia comunicativa y un no sé qué que embelesa. En entregas anteriores he recurrido a citas de Miguel de Cervantes,  de Garcilaso y de Lope o de fray Luis de León, pero nuestro Siglo de Oro es un filón inagotable. Durante el siglo XVI y los tres primeros cuartos del XVII, España asombró al mundo, entre otras cosas, por una cantidad ingente de escritores de primera fila: Mateo Alemán, Luis Barahona de Soto, Juan Boscán, Pedro Calderón de la Barca, Ana Caro de Mallén, Juan de la Cruz, Juana Inés de la Cruz, Leonor de la Cueva, Francisco Delicado, Alonso de Ercilla, Vicente Espinel, Luis de Góngora, Baltasar Gracián, María de Guevara, Teresa de Jesús, Luis de León, Ignacio de Loyola, Tirso de Molina, Agustín Moreto, Francisco de Quevedo, Catalina Clara Ramírez de Guzmán, Francisco de Rojas Zorrilla, Lope de Rueda, Juan Ruiz de Alarcón, Antonio de Solís, Garcilaso de la Vega, Lope de Vega, Luis Vélez de Guevara y María de Zallas, entre otros.

El estilo de cualquiera de ellos sigue causando pasmo a quien hoy se acerca a sus escritos, como bien pone de manifiesto el siguiente ramillete de citas, que tomo prestadas de David Araújo (@chuzodepunta en Twitter):

Tú dices: «Pero qué buenorra estás. Estará en obras tu casa, porque vaya polvo que tienes encima».
Fernando de Rojas (1465-1541) decía: «Los gloriosos santos que se deleytan en la visión divina no gozan más que yo agora en el acatamiento tuyo».

Tú dices: «Se le notaba a leguas que se la quería cepillar; ahí, con el nerviosismo el tío».
Juan Boscán (1487-1542) decía: «Su embarazo fue tal y su turbarse, / que con solo mostrar muestras de miedo, / mostró con puro amor puro deseo».

Tú dices: «Echaron el polvo del siglo en aquel descampado».
Diego Hurtado de Mendoza (h. 1503-1575) decía: «Luego en medio del prado se asentaron, / y trabándose estrecho con los brazos, / la hierba y a sí mesmos apretaron, / mezclando las palabras con abrazos; / nunca revueltas vides rodearon / el álamo con tantos embarazos, / ni la verde y entretejida hiedra / se pegó tanto al árbol o a la piedra».

Tú dices: «¿Pa qué sirve la barba?»
Fray Luis de Granada (1504-1588) decía: «¡Cuán a propósito fueron dados los pelos de la barba a los hombres y quitados a las mujeres! Sirven para guarda de la castidad; a cuántos malos recaudos y engaños se abriría la puerta si los hombres carecieran de esta señal».

Tú dices: «Hay que buscarle el lado bueno a todo esto y tirar p'alante».
Fernando de Herrera (1534-1597) decía: «En medio del dolor, en la memoria, tal vez consiento sombras de alegría que engañan dulcemente la esperanza».

Tú dices: «Acaba de pasar un pibón que te cagas. Estamos aún babeando».
San Juan de la Cruz (1542-1591) decía: «Mil gracias derramando, / pasó por estos sotos con presura, / y yéndolos mirando, / con sola su figura, / vestidos los dejó de su hermosura».

Tú dices: «Qué buen color tiene Galatea cuando se despierta».
Luis de Góngora (1561-1627) decía: «Purpúreas rosas sobre Galatea / la alba entre lilios cándidos deshoja».

Tú dices: «#YoMeQuedoEnCasa de tranqui, leyendo a los clásicos».
Francisco de Quevedo (1580-1645) decía: «Retirado en la paz de estos desiertos, / con pocos, pero doctos libros juntos, / vivo en conversación con los difuntos / y escucho con mis ojos a los muertos».

Tú dices: «Y una mierda tienes tú 30 años; treinta en cada pierna tienes».
Juan de Jáuregui (1583-1641) decía: «¿Para qué persuades / al mundo que ha treinta años que naciste? / Pues a decir verdades / habrá sus treinta y dos que envejeciste, / y no solo eres vieja, / mas la vejez en ti ya es cosa añeja».

Tú dices: «Es que flipo, vamos».
Calderón de la Barca (1600-1681) decía: «De pensarlo, me estremezco; / de imaginarlo, me turbo; / de repetirlo, me asombro; / de acordarlo, me consumo».

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