viernes, 13 de septiembre de 2024

Premios Ig Nobel 2024

Fernando Navarro
Fernando Navarro
Vie, 13/09/2024 - 09:09
Humor y lenguaje

Después de cuatro años en formato exclusivamente virtual por culpa de la pandemia, ayer, en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), volvió a la presencialidad la XXXIV Ceremonia Anual de los Premios Ig Nobel, con su tradicional mezcolanza de gala ceremonial, circo, ópera, divulgación científica… y humor, mucho humor. Una fórmula ideal para acercar, a través de la sonrisa y la carcajada, la ciencia básica al público general.

Creados en 1991 por el matemático Marc Abrahams —director y cofundador de la revista de humor científico Annals of Improbable Research, y ex redactor jefe del Journal of Irreproducible Results—, estos atípicos galardones paródicos premian investigaciones científicas tan miríficas y abracadabrantes que primero hacen reír, y más tarde, cavilar y reflexionar.

Empezando por el propio nombre de los galardones (que hace un juego de palabras entre los premios científicos más famosos del mundo y la voz inglesa ignoble, innoble), la ceremonia entera está impregnada de ingenio, gracejo, socarronería, jocosidad y salero en un intento de homenajear, a través de la comicidad, algo tan serio como la originalidad, la genialidad y la imaginación características de toda investigación científica innovadora. El contraste entre humorismo y formalidad puede apreciarse en detalles como la tradición de que los distintos premios de cada edición los entreguen científicos de renombre ganadores del premio Nobel, el de verdad.

Cada año se conceden diez premios Ig Nobel: cinco correspondientes a las disciplinas tradicionales del auténtico Nobel (física, química, medicina o fisiología, literatura, economía y paz) y otros cinco correspondientes a diversas disciplinas o ramas del saber que pueden ir variando de una edición a otra. Cabe señalar, en cualquier caso, que, contrariamente a lo que muchos piensan, el hecho de que una investigación científica reciba un Ig Nobel no significa que sea de mala calidad o carezca de utilidad práctica. Son muchos los científicos de primera fila que presumen de haber ganado un Ig Nobel en algún momento de su carrera.

En el año 2000, por ejemplo, el físico Andréi Gueim recibió el Ig Nobel de Física por sus trabajos sobre la levitación magnética de las ranas (que más tarde sirvió de inspiración para el centro chino de simulación de la gravedad lunar), y diez años después obtuvo el Nobel de Física por sus investigaciones sobre el grafeno. Otro ejemplo ilustrativo es el Ig Nobel de Biología otorgado en 2006 a un estudio que demostraba que las hembras de Anopheles gambiae, mosquito transmisor del paludismo, sentían idéntica atracción por el olor de los pies humanos y por el olor del queso belga de Limburg. Como aplicación directa de esta investigación, se han empleado en África trampas antimosquitos cebadas con dicho queso para ayudar a combatir las epidemias palúdicas. En 2012, Frans de Waal, para algunos el mejor primatólogo del mundo, recogió su Ig Nobel de Anatomía por demostrar que los chimpancés eran capaces de reconocerse por una foto del trasero.

Pero también es cierto que la ceremonia termina cada año, de modo invariable, con la frase «If you didn't win a prize —and especially if you did—, better luck next year!». Así que no sabría decir si es bueno o malo que los científicos de habla hispana hayan cosechado muchos más premios Ig Nobel que premios Nobel; veintiséis, para ser exactos. Les traigo la lista detallada el jueves que viene. ♦

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