sábado, 26 de septiembre de 2020

Gotículas, lenguas y coronavirus

Fernando Navarro
Fernando Navarro
Sáb, 26/09/2020 - 09:16
El poder del lenguaje
inglés, chino y japonés
El número de gotículas respiratorias emitidas al hablar varía cuando alguien habla en inglés, en chino y en japonés.

Con las universidades y academias de idiomas cerradas durante la cuarentena covidiana, vi cundir el desánimo entre muchos estudiosos «de letras», que veían cómo la sociedad consideraba «trabajadores esenciales» a estanqueras, reponedores de supermercado, señoras de la limpieza, carteros, repartidoras, reposteros y quiosqueras, mientras que filólogos, traductoras, lingüistas y terminólogas poco podían hacer en tiempos de covid aparte de asomarse cada tarde al balcón para el aplauso de las ocho.

En realidad, es mucho lo que un profesional de la lengua puede aportar al resto de la sociedad, también en pleno pico de la pandemia. ¿Recuerdan que el primer gran manual de prevención y tratamiento de la covid-19 estaba escrito en chino? Traductores médicos fueron, sí, quienes tuvieron que pasarlo rápidamente al español y otras lenguas europeas. En muchos países, la asistencia sanitaria urgente a turistas, refugiados e inmigrantes solo fue posible gracias a la mediación lingüística e intercultural prestada por intérpretes biosanitarias; durante meses ha habido una demanda sin precedentes de información veraz sobre la pandemia, que ha puesto de relieve la necesidad de potenciar el periodismo científico en todos los medios de comunicación en español; en tiempo récord se recopilaron recursos lingüísticos especializados de acceso gratuito en Internet, tanto unilingües (p. ej., Epidemiología urgente para periodistas) como bilingües (p. ej., Glosario de covid-19 inglés-español).

Todo eso entra dentro de los esperable; pero, ¿qué pasa con la investigación epidemiológica aplicable? ¿Puede alguien «de letras» investigar seriamente en ese campo? Claro que sí: la investigación científica está abierta a cualquier planteamiento original e innovador.

En el año 2003, cuando la epidemia china de síndrome respiratorio agudo grave (SRAG, más conocido por su sigla inglesa SARS), la epidemióloga japonesa Sakae Inouye se vio sorprendida por el hecho de que hubiera 70 casos diagnosticados en los Estados Unidos y ni uno solo en Japón, pese a la gran cantidad de turistas japoneses que visitaban China cada año (3,1 millones, frente a solo 2,3 millones de turistas estadounidenses). Propuso entonces una hipótesis en las páginas de The Lancet: que la tasa de contagio del coronavirus causal (SARS-CoV) podría guardar relación con la lengua hablada.

El chino tiene un sistema de oposición fonológica con pares de consonantes oclusivas aspiradas y no aspiradas: cuando preceden a una vocal, las consonantes p, t, k, q, ch y c se pronuncian con una fuerte aspiración, a diferencia de las consonantes b, d, g, j, zh y z. En inglés ―pero no en japonés (ni en español)―, las consonantes p, t y k son también aspiradas (esto es, van acompañadas de una fuerte explosión de aire, con posible emisión de un mayor número de gotículas de Pflügge) y, además, el fonema p es mucho más frecuente en inglés que en japonés. En los comercios para turistas, es lógico pensar que los dependientes chinos se dirigen mayoritariamente en inglés a los turistas estadounidenses y en japonés a los turistas japoneses. Ello implica que, si un dependiente chino está infectado por el SARS-CoV, pero se mantiene asintomático (esto es, sin fiebre ni tos), los turistas estadounidenses se verían más expuestos a gotículas contagiosas. Era solo una hipótesis, claro, pendiente de demostración. Pero la duración de la epidemia fue tan breve, que no hubo tiempo material para diseñar un estudio confirmatorio, mucho menos para llevarlo a cabo.

La pandemia de covid-19, causada por el coronavirus SARS-CoV-2, ofrecía ahora una ocasión que ni pintada para tratar de demostrar o rebatir la hipótesis de Inouye. Es lo que hicieron, ya en marzo, dos lingüistas rusos: Georgios P. Georgiou y Ahmad Kilani, con un pequeño estudio publicado en la revista Medical HypothesesThe use of aspirated consonants during speech may increase the transmission of COVID-19»).

Tomaron los datos de contagio existentes en los 26 países más afectados por la pandemia de covid-19 con fecha 23 de marzo y los dividieron en dos grupos, según la lengua oficial (o dominante) aspire o no las consonantes oclusivas. Excluyeron Suiza (con cuatro idiomas oficiales [alemán, francés, italiano y romanche], y más un 20% de población inmigrante que usa otras lenguas, sobre todo inglés y español) y los dos casos extremos con mayor (Italia) y menor (Japón) número de contagios. El resultado: en los países cuyo idioma oficial o dominante aspira las consonantes oclusivas, hubo más personas contagiadas por el SARS-CoV-2, si bien la diferencia no alcanzó el nivel de significación estadística. La hipótesis sigue sin quedar demostrada, pues; a la espera de que alguien repita el estudio con un conjunto más numeroso de datos (ahora, por ejemplo, con más de 25 millones de contagios covidianos notificados en todo el mundo).

Fernando A. Navarro

¿Es posible que la tasa de contagio del SARS-CoV-2 guarde relación con las diferencias fonológicas entre unas lenguas y otras? Como conjetura lingüística, posible es, sí, pero hace falta demostrarlo. Off Fernando A. Navarro Off

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