Como todo buen cazador, antes de salir de casa Félix Valcárcel prepara bien sus armas, estudia el terreno y calcula las piezas que podrá conseguir en la batida de hoy. Pero no se lo imaginen limpiando escopetas ni colocando cepos. Ni tampoco apuntando a perdices o venados. Porque lo que este científico del CSIC caza son garrapatas. Pequeños artrópodos de apenas unos milímetros que, sin embargo, pueden suponer una amenaza para la salud pública por las enfermedades que son capaces de transmitir.
Valcárcel no caza garrapatas para matarlas, sino para estudiarlas. Quiere saber qué especies hay en la península, cómo es su ciclo vital, cuál es su distribución, qué patógenos albergan... Este veterinario, líder del Grupo de Parasitología Animal del Instituto Nacional de Tecnología Agraria (INIA-CSIC), es uno de los coordinadores del Proyecto GARES cuyo objetivo es elaborar un recurso que no existía: un mapa global de las garrapatas de España y las posibles enfermedades que pueden transmitir.
"Hasta ahora, no había nada que reflejara la situación global ya que los datos de distribución que teníamos provenían de acciones puntuales de distintos grupos de trabajo y había muchas lagunas y zonas sin muestrear. Por primera vez, los principales expertos en garrapatas del país nos hemos unido y estamos trabajando juntos para sentar las bases de un plan de supervisión de garrapatas en España", explica el investigador mientras va sacando del coche los útiles que necesita para su particular caza.
Estamos cerca del río Jarama, a apenas media hora en coche del centro de Madrid, pero en un paraje lo suficientemente apartado para que no pase ni un alma durante el tiempo que dura el muestreo. Solo los aviones que de vez en cuando nos sobrevuelan a poca distancia nos recuerdan lo cerca que está la ciudad. "Este es un punto al que vienen a beber y descansar animales silvestres. Aquí vamos a encontrar ejemplares", vaticina Valcárcel. Y acto seguido despliega el arma que tiene preparada: un trozo de tela gruesa, blanca, de unos dos metros de largo que está unido a un palo de escoba ajustable. Como si fuera una red de pescar, lo lanza al campo, y empieza a arrastrarlo.
"Las garrapatas son hematófagas, se alimentan de sangre, por lo que necesitan subirse a un hospedador para comer. Y para conseguirlo, utilizan distintas estrategias. Por ejemplo, cuando la hierba está alta, pueden subirse a la vegetación y esperar allí a que pase utilizando distintos sensores que les indican si hay movimiento, vibraciones, la emisión de dióxido de carbono, etc. Algunas especies, siguiendo esos mismos estímulos, también pueden perseguir al hospedador. Y con este trapo nosotros simulamos que somos un animal. Nuestro movimiento, nuestra respiración, nuestras pisadas ponen en alerta a las garrapatas, que se suben a la tela pensando que es un animal", explica el científico.
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