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jueves, 22 de julio de 2021

Ciencia elocuente: curso práctico de escritura científica

Fernando Navarro
Fernando Navarro
Vie, 23/07/2021 - 07:54
Firma invitada
ciencia elocuente
Ciencia elocuente: curso práctico de escritura científica impartido en el campus de Las Llamas de la UIMP.

Con ilusión y amor por la palabra como caldo de cultivo, el pasado 4 de julio arrancaba la primera edición del curso «Ciencia elocuente: curso práctico de escritura científica» en el campus de Las Llamas (Santander) de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP).

El viaje se iniciaba hace unos meses, cuando Enrique Saldaña, catedrático de Histología de la Universidad de Salamanca (USAL) e investigador del Instituto de Neurociencias de Castilla y León (INCyL), empezó a trazar con esmero, dedicación y precisión el boceto del curso. No en vano, esta aventura formativa ha contagiado a sus alumnos desde el principio, a través de todas las charlas y talleres, hasta el broche final de la inmersión docente. Para que los resultados fuesen óptimos, el Prof. Saldaña tenía muy claro que el principal activo del curso sería su profesorado, algo que los alumnos tan sólo podemos corroborar. La experiencia educativa, tan sumamente enriquecedora, no hubiera sido tal, sin el eminente cuerpo docente que nos ha guiado: Bertha Gutiérrez Rodilla, catedrática de Historia de la Ciencia en la USAL y experta en comunicación científica en castellano; José Ramón Alonso, catedrático de Biología Celular en la USAL, investigador del INCyL y divulgador científico de máximo nivel; y John Giba, profesional de la comunicación y traducción inglesa de textos biomédicos y autor de numerosos libros de escritura científica. La complementariedad de sus perfiles ha propiciado un escenario de aprendizaje inigualable, aunando en una misma aula la pasión por la lengua castellana transmitida por Bertha, la inquietud del escritor a través de la experiencia de José Ramón; las peculiaridades del inglés científico con John, y, por supuesto, la eficiencia comunicativa de Enrique.

Si bien el profesorado ha aportado diferentes puntos de vista integrados a la perfección, el perfil del estudiantado ha sido, cuando menos, sinérgico. Una vez más, se ha corroborado la aplicabilidad de las normas y principios básicos de escritura al amplio espectro de la ciencia, independientemente del área de conocimiento en la que trabajemos. En definitiva, no es tanto el qué contar, sino cómo contarlo.

Para dar respuesta a este cómo, se diseñó un programa de 30 horas, donde los expertos dotaron al estudiantado de herramientas para elaborar comunicaciones científicas efectivas. Mientras que por las mañanas se abordaban contenidos más teóricos, las horas de la tarde estaban dedicadas a poner en práctica lo aprendido. A medida que la semana avanzaba y los estudiantes interiorizábamos el buen hacer del escritor científico, nuestras intervenciones cobraban más protagonismo en el aula. Jamás hubiéramos pensado que una semana sería suficiente para empezar a reconfigurar nuestros esquemas mentales, incluso tomando el liderazgo de la clase a través de calurosas discusiones acerca de la corrección de un texto científico.

Si algo hemos aprendido es que, a través de una comunicación más clara y precisa, nuestras investigaciones llegarán mejor a nuestros compañeros, al público general y, en definitiva, a nuestra sociedad. Después de todo, ¿no es esa realmente nuestra labor social como científicos? ¿No se trata de crear ciencia significativa y transmitirla a la sociedad? Las numerosas interacciones dentro y fuera del aula entre profesores y alumnos han abierto el camino de esta profunda reflexión científica, ya que todo lo aprendido en el aula se vio reforzado por las excursiones realizadas, entre las que destacan una ruta senderista hasta el faro del Cabo Mayor en Santander, la visita a la réplica de la cueva de Altamira, o la cena en el palacio de la Magdalena.

A partir de ahora, contamos con recursos de una valía incalculable para no caer en las trampas de la ornamentación lingüística y, de este modo, trabajar con un claro propósito: transmitir un mensaje en forma de historia. Está comprobado que existe una parte de nuestro cerebro que únicamente se activa cuando escuchamos una historia, lo que nos indica que las historias nos unen y nos permiten comunicarnos de forma efectiva. Entonces, ¿por qué no aplicar los relatos también a la ciencia? De esta forma nos aseguramos de que nuestras investigaciones dejan huella sobre todo aquel que las lea y alcanzan una mayor amplitud y resonancia en la sociedad.

Y como todas las historias, esta llegó a su final, aunque sus protagonistas ya no volverán a ser los mismos. Ahora crece dentro de todos nosotros el gusanillo de la escritura científica. Gracias por habernos enseñado a utilizar con elocuencia nuestra arma más poderosa: la palabra.

María Rodríguez García y Pau Sendra Pons

Del 5 al 9 de julio se impartió en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) de Santander la primera edición del curso de verano «Ciencia elocuente». Off María Rodríguez García y Pau Sendra Pons Off

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