Conocí a Gonzalo Herranz en Zaragoza a principio de los años 80. Las relaciones entre las Universidades de Zaragoza (a la que yo había llegado en 1980) y la de Navarra eran muy estrechas; compartían profesorado y actividades diversas y la proximidad geográfica permitía encuentros frecuentes.
La Deontología médica y sus deberes primordiales (respeto a la vida, a la dignidad del enfermo, al secreto profesional…) había estado presente en la formación de los médicos, pero la Ética Médica, como base de reflexión filosófica para ampliar y profundizar en los derechos de los enfermos, empezaba a cobrar dimensiones extraordinarias y Gonzalo Herranz representaba al médico, científico y humanista capaz de conocer y transmitir lo que esta disciplina debía significar en el acto médico, esencia de la relación médico-enfermo-paciente en la medicina moderna.
Se erigió en maestro de generaciones de médicos a través de su presencia en la Comisión Central de Deontología y de sus publicaciones sobre el Código de Deontología Médica y el sentido práctico de cada uno de sus artículos. A lo largo de varios años, vino a Zaragoza siempre que lo invitamos y su presencia en cursos del Doctorado y jornadas deontológicas representaba la oportunidad de aprender y disfrutar de su personalidad rica en conocimientos, grandeza de espíritu y bondad.
En los últimos 20 años no nos vimos muchas veces, pero el teléfono, la correspondencia y, después, el correo electrónico mantuvieron nuestra proximidad con las palabras de ánimo y afecto verdadero; fueron el bálsamo tan necesario en muchas ocasiones.
Contra el principio de la vida
Desde Pamplona y como profesor emérito siguió siendo faro para el ejercicio médico que se hacía cada vez más difícil al ritmo que crecían las oportunidades en la investigación científica y la capacidad humana de manipular biológicamente en el principio de la vida. En este ámbito merece destacarse su aportación respecto al polémico término y concepto de “preembrión” que desmontó desde sus conocimientos privilegiados como histólogo, embriólogo y anatomopatólogo.
Fue precisamente en Diario Médico (8/2/2006), donde inició un foro de debate sobre el tema en el que con palabras literales decía respecto al preembrión: “… ficción, un mito, un desfiguramiento de la realidad… propuesto por Penélope Leach en 1985… acabó siendo una idea política con pies científicos de barro… El progreso de la embriología es la piedra que rodó monte abajo y rompió el pedestal de barro”.
Sus escritos al respecto dejaron suficientemente clara la falsedad biológica y científica de este término. En los últimos años, hemos seguido sus limitaciones de salud, que aceptaba con su alegría natural y a las que se adaptaba acomodando su trabajo y esfuerzo hasta donde le era posible.
En alguna conversación, compartimos la vivencia de sentirnos instrumento de la voluntad del Padre para servir a quienes pudieran necesitarlo y desde lo que pudiéramos ofrecer; nuestra actividad docente, nuestro trabajo en el ámbito de la Ética y la Deontología Médica y nuestra actividad asistencial nos daban oportunidades continuas para ello y nos sentíamos satisfechos y agradecidos por este gran regalo.
Ahora que se ha ido al encuentro último y final con el Padre, lo seguimos teniendo y sintiendo cerca y, como se está diciendo en muchos espacios de comunicación, la Ética y Deontología Médica siguen teniendo en él una fuente de inspiración y el mejor de los apoyos. Maestro y amigo descansa en Paz.
La catedrática María Castellano recuerda su amistad con el que ha sido uno de los grandes inspiradores de la Ética médica y que falleció ayer en Pamplona. Off María Castellano Arroyo, catedrática de Medicina Legal y académica de la RANM. Offvia Noticias de diariomedico.... https://ift.tt/3u8XLMW
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