La inclusión de un factor de protección solar (SPF) en las cremas antiedad es una fórmula que cuenta con una gran aceptación, ya que aúna en un mismo producto la acción antiaging y la fotoprotección. El porqué de esta tendencia lo explica la farmacéutica Carme Chorto, asesora científica de Eucerin: “Las cremas fotoprotectoras son el mejor cosmético antiedad; está demostrado que usándolas a diario se obtiene alrededor del 80% de la prevención del envejecimiento prematuro de la piel”.
La doble acción frente al envejecimiento que ofrecen estos cosméticos se debe, además de al SPF que incluyen, a la combinación de determinados activos. Mónica de Orue, vocal de Dermofarmacia del COF de Guipúzcoa, destaca el retinol, alfahidroxiácidos como el ácido glicólico, vitaminas C y E, péptidos reestructurantes y ácido hialurónico. “La principal diferencia con los productos antiedad sin SPF es que éstos suelen tener una mayor concentración de activos y se aplican normalmente por la noche, ya que se utilizan más como tratamiento”. En cuanto a las cremas antiaging de día (cuya concentración de activos es menor que la de las nocturnas), la experta recuerda que deben utilizarse junto a un fotoprotector (producto solar o maquillaje con SPF, por ejemplo).
Respecto al tipo de filtros solares incluidos en las fórmulas antiedad con SPF, De Orue explica que, si bien los filtros físicos son mejor tolerados por la piel, a nivel cosmético hacen que la crema resulte algo más densa, mientras que los filtros químicos son más cosméticos y se extienden mejor, “por lo que normalmente estas cremas combinan ambos filtros, además de filtros de amplio espectro, protegiendo tanto frente a los rayos UVA como a los UVB. El índice de protección (SPF) que ofrecen está entre 20 y 30 para, así, poder mantener las propiedades de los activos antienvejecimiento, a diferencia de los productos solares faciales con propiedades antiaging, que suelen tener un SPF más alto, de 30 a 50”.
qué hay que saber antes de aplicarlas
Gema Pérez Sevilla, experta en medicina estética facial y directora de la clínica que lleva su nombre y ubicada en Madrid, recomienda empezar a usar estos productos a partir de los 40 años. Ahora bien, hace una matización: “Más que la edad, lo que se debe tener en cuenta es el estado de la piel. Hay personas que siendo más jóvenes tienen la piel fotoenvejecida, por lo que es recomendable que usen habitualmente este tipo de cremas”.
En la misma línea se expresa Chorto que, además, hace hincapié en la importancia de adaptar su uso al tipo de piel y ofrece unas pautas al respecto: “Por lo general, las pieles mixtas o grasas necesitan una textura oil-free, con una mínima cantidad de aceites (puede ser un gel o una emulsión rica en agua), mientras que lo mejor para una piel seca es optar por una crema rica en grasa con activos que le aporten una correcta hidratación”.
En las pieles con tendencia al acné, Pérez Sevilla advierte que las antiaging con protección solar pueden aumentar la producción de grasa, “así que en este caso conviene usar una crema antiedad y, aparte, un fotoprotector libre de aceites y con acabado mate. Lo mismo puede pasar con las pieles con rosácea o alguna sensibilidad: es mejor aplicar las cremas antiedad y, aparte, un protector solar formulado específicamente para estos problemas cutáneos”.
Chorto piensa que las cremas de día con un SPF 30 son ideales para una protección urbana, protegen del envejecimiento prematuro de la piel y previenen la hiperpigmentación. “Aseguran una protección solar efectiva, ya que este índice de protección es capaz de bloquear hasta un 97% la radiación solar, así que estos productos se pueden aplicar todo el año, incluso en los meses de más intensidad de radiación solar”.
Eso sí, tanto si el SPF de la crema antiedad es inferior a 20 como si la piel va a estar expuesta directamente al sol (aunque no sea de forma prolongada), Chorto insiste en la necesidad de “reforzar” estos productos con un fotoprotector solar (con un índice de protección muy alto, o sea, SPF 50 +) para evitar los daños de la radiación solar.
Dependiendo del caso, del tipo de piel y del efecto que se quiera conseguir (mayor o menor bronceado), se podría sustituir un producto por otro, “teniendo en cuenta que la crema de cuidado facial está más enfocada al tratamiento antiaging (su función prioritaria) y el objetivo fundamental del solar es proteger de la radiación solar”, apunta De Orue.
Manchas solares
Como recuerda Carme Chorto, la exposición solar prolongada contribuye al envejecimiento cutáneo de forma importante, produciendo una cadena de efectos (formación de radicales libres, inflamación, alteración de la función barrera, reducción de la firmeza y elasticidad…) “y también favorece la aparición de manchas de hiperpigmentación como lentigos solares. Incluso exposiciones más cortas, en personas con fototipos altos, pueden dar lugar a la aparición de melasmas o pigmentaciones posinflamatorias, o agravar las ya existentes”.
En este contexto, las fórmulas antiaging con SPF tienen el valor añadido de actuar sobre la formación de manchas cutáneas, “un efecto que se puede potenciar usándolas junto a otros productos específicos para tratar las manchas y, a la vez, prevenir la aparición de otras nuevas, y que también incorporan SPF”, afirma Pérez Sevilla.
Hay varias formas de combinar ambas opciones y que explica la experta: por ejemplo, se puede usar por la mañana una crema antimanchas con SPF, y por la noche un tratamiento despigmentante más específico. “Otra opción es usar también por la mañana un tratamiento despigmentante pero distribuyéndolo exclusivamente sobre la mancha, y aplicar después la crema antiedad con protección solar”.
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