A tenor del elevado número de personas afectadas por dolor crónico (uno de cada seis españoles) y la dificultad para llevar a cabo un abordaje efectivo, es imperativo actuar de forma consecuente para ofrecerles una mejor atención. El tratamiento de esta enfermedad debe comprender no sólo la parte biológica, sino centrarse en los componentes psico-sociales e incluso espirituales, con lo que los aspectos relacionados con la humanización cobran especial relevancia. En este contexto, el proyecto Dimensiones en la humanización de la atención a la persona con dolor crónico, presentado ayer por la Fundación Humans y Grünenthal, ha elaborado un decálogo a partir de la comunicación e interacción de pacientes y profesionales que permite definir cuáles son las dimensiones y aspectos más relevantes de la humanización en el abordaje del dolor crónico. Pero este proyecto, iniciado a finales de 2019, no aparece como una suma de conceptos teóricos, sino como elementos prácticos para orientar la toma de decisiones en su abordaje.
El primer punto del decálogo, presentado por las coordinadoras Paloma Casado, médico experta en gestión sanitaria, Blanca Fernández-Lasquetty, patrono de la Fundación Humans y directora de EnferConsultty, y Concha Pérez, jefa de la Unidad del Dolor del Hospital Universitario La Princesa, es “establecer una comunicación profesional-paciente eficaz”, que busca comunicar sobre la enfermedad de forma que permita la exploración de los miedos del paciente y, en consecuencia, la desensibilización.
También se incide en la importancia de “velar por la intimidad y el confort del paciente”, sobre todo porque en el dolor crónico los pacientes buscan tranquilidad y confianza, no solo curar la enfermedad; y “valorar multidimensionalmente a la persona”, que se basa en preguntarle más sobre su enfermedad y comprenderles y, sobre todo, no asumir que todo está relacionado con el dolor crónico.
Otros punto claves son “capacitar a la persona con dolor crónico”, ya que el paciente debe tomar responsabilidad y ser el protagonista de su salud; y “personalizar el tratamiento”, en especial porque dar información completa a los afectados es esencial para quitar miedos y generar seguridad y confianza.
Asimismo, el decálogo incluye “promover la implicación del entorno de la persona”, teniendo en cuenta cómo afecta y las consecuencias de su enfermedad en su vida diaria, las relaciones con los demás y el trabajo; y “cuidar” tanto al cuidador como al profesional como agente de humanización, centrándose en potenciar la comunicación con las personas con dolor desde un punto de vista del apoyo emocional y espiritual.
Respecto al profesional, también se hace hincapié en la necesidad de “capacitarlo” en habilidades relacionales, incluyendo llamar a los pacientes, comunicarse correctamente y tenerlos cerca, con un trato y comunicación “humana y cercana”; sin olvidar la necesaria “sensibilización a la sociedad”, sobre todo porque las personas se ven estigmatizadas en función del dolor que sufren.
Valor de la colaboración
Fernández-Lasquetty apuntó que el punto de partida del proyecto fue una reunión con 13 pacientes afectados por dolor crónico, celebrada en enero de 2020, donde estos verbalizaron sus inquietudes y necesidades a diversos niveles. Pérez hizo especial hincapié en la multidisciplinariedad del proyecto, ya que han participado “médicos, enfermeras, trabajadores sociales, farmacéuticos, gestores, profesionales de salud mental...”. Precisament, gracias a esa colaboración, añadió Casado, se aprecia la “congruencia que hemos conseguido entre lo que nos cuentan los pacientes y lo que los expertos podemos conceptualizar para medir y trazar acciones”.
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