Desde que una muestra de tejido del organismo sale de quirófano o de las consultas para su evaluación e información detallada y retorna de nuevo al médico y al paciente, viaja y 'se para' en los laboratorios de Anatomía Patológica. Aquí, se somete a un análisis 'silencioso', pero esencial y apasionante. De este trabajo dependen los diagnósticos de certeza de una enfermedad, poniéndola 'nombre y apellidos' y mucho más: pronóstico, evolución y tratamiento más efectivo, incluido el seguimiento de las respuestas farmacológicas con la introducción, en los últimos años y en procesos tumorales, de la biopsia líquida.
Y es que los patólogos, junto a sus equipos técnicos, son los 'notarios' de la Medicina que, no obstante, se siguen enfrentando actualmente a variados obstáculos, muchos de los cuales podrían solventarse aumentando la digitalización y la inversión de los laboratorios.
José Palacios, jefe del Servicio de Anatomía Patológica del Hospital Ramón y Cajal, de Madrid, explica por qué es esencial la presencia de un patólogo en el proceso de una enfermedad. "El diagnóstico de muchas de las patologías que se tratan en un hospital lo da el patólogo. Previamente al estudio de una biopsia, de una citología, puede haber un diagnóstico de presunción, pero no lo hay de certeza. Por ejemplo, un nódulo mamario puede ser sospechoso por la clínica y la radiología, pero hasta que el patólogo no observa una biopsia de esa lesión, no se puede decir si es un cáncer o no".
Es obvio que sin diagnóstico no va a haber tratamiento. Además del análisis anatomopatológico, y mediante pruebas inmunohistoquímicas y moleculares, "podemos ofrecer factores predictivos, sobre todo en cáncer, informando al oncólogo si ese tumor debería ser abordado con unos u otros tratamientos. En definitiva, somos básicos para el diagnóstico y para determinar terapias con factores pronósticos y predictivos".
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