Se ha cumplido un año desde aquel 13 de marzo de 2020, que nunca olvidaremos, en el que nos dijeron que teníamos que estar unos días en casa pero que "no pasaba nada". Todos nos encerramos sin entender muy bien lo que estaba sucediendo y desde ese día nada ha vuelto a ser lo mismo.
365 días de pandemia nos deberían haber hecho avanzar, pero la realidad es que poco hemos aprendido. Pasamos de aplaudir en los balcones a seguir maltratando a nuestro personal sanitario con amenazas, insultos e incluso agresiones.
La mal llamada "telemedicina" tiene muchas limitaciones y de momento no es más que una audio vigilancia que despierta en los pacientes desconfianza
Además, en este año en el que los pacientes han tenido restringido el acceso a sus centros de salud, hemos tenido que hacer una suerte de transformación digital express que no ha sido más que un parche y que ha dado y sigue dando muchísimos quebraderos de cabeza a médicos y pacientes.
La mal llamada "telemedicina" tiene muchas limitaciones y de momento no es más que una audio vigilancia que despierta en los pacientes desconfianza y en los profesionales sanitarios miedo al diagnóstico erróneo.
Transformación digital
La transformación digital se hizo, pues, deprisa y corriendo con un escenario de escasez de profesionales, con una complejidad cada vez mayor de la atención integral, en un sector -el de la salud- que tiene que transformarse digitalmente hacia una medicina personalizada y basada en la prevención.
Una atención médica integral, en definitiva, debería realizarse con los cinco sentidos, incluso un sexto: la comunicación no verbal. Una atención sólo auditiva - llamadas telefónicas a pacientes- es incompleta y lleva efectivamente a diagnósticos erróneos.
En estos momentos en los que tratamos de superar la tercera ola y no sabemos si habrá una cuarta, se abre la enésima duda: la vacunación. La falta de un criterio único, la gestión descentralizada durante toda la pandemia y la multiplicación de fake news han dado como resultado una preocupante corriente de pensamiento, los "negacionistas", personas que ponen no solo en duda la eficacia de las vacunas, sino también en peligro a toda la sociedad.
Así, nos encontramos ante la disyuntiva "yo no me vacuno, estoy en mi derecho" frente a "si no nos vacunamos todos la campaña de vacunación no será efectiva". Bajo mi punto de vista, estamos en una situación excepcional y caben, por tanto, medidas excepcionales.
"No podemos obligar a nadie a vacunarse, pero sí sancionar a quien se niegue a hacerlo"
En la colisión de derechos fundamentales entre la integridad física y el derecho a la vida, prevalece el derecho a la vida y al bien común. En este encaje de bolillos y con la ley en la mano, no podemos obligar a nadie a vacunarse, pero sí sancionar a quien se niegue a hacerlo.
Queda todavía mucho camino por recorrer, pero sí tenemos algunas certezas: la verdadera ganadora de esta crisis es la desconfianza. En nuestra clase política, en nuestros medios de comunicación e incluso en nuestro sistema sanitario. Urge, por tanto, sacar conclusiones y trabajar para despejar estas dudas que afectan no solo a los profesionales sanitarios, a los políticos o a los periodistas, sino a toda la sociedad. Si no aprendemos, volveremos a cometer los mismos errores.
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