La pandemia de la covid-19 ha supuesto un auténtico ejercicio de descubrimiento y aprendizaje a marchas forzadas en relación a una situación sobrevenida y, en muchos aspectos, tan desconocida como inquietante. En este sentido, según los especialistas consultados por Correo Farmacéutico, el desarrollo de las investigaciones y la propia experiencia clínica y de salud pública han permitido definir claramente cuáles son los elementos y medidas de prevención más eficaces para minimizar el riesgo de contagios y, por contra, qué situaciones o abordajes se han mostrado innecesarios o, como mínimo, menos prioritarios. Según Germán Peces Barba, vicepresidente de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ), las medidas más eficaces son “las de aislamiento respiratorio”. En este sentido, es recomendable en primer lugar llevar siempre una mascarilla reglamentaria. Pilar León Izard, vocal de No Ejercientes del COF de Madrid, insiste en la necesidad de “utilizar mascarilla siempre que se salga de la casa donde se vive o si acude alguien no conviviente a ella”.
Peces Barba añade que, “en espacios interiores, si no se puede mantener distancia de seguridad, la mascarilla quirúrgica puede no ser suficiente por lo que sería recomendable llevar una del tipo FFP2 o KN 95”, argumentando respecto al debate sobre su extensión que “por ahora, sería suficiente su uso en los espacios interiores”.
Mascarillas FFP2 y FFP3
La Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública e Higiene (Sempsph) elaboró recientemente un posicionamiento sobre el uso de mascarillas en espacios interiores compartidos y transporte público, al hilo de la existencia de “un debate sobre la necesidad y obligatoriedad del uso de las mascarillas autofiltrantes (FFP2 y FFP3) por parte de la población general, sobre todo en espacios públicos compartidos y transporte público” y el conocimiento de que en diversos países de la Unión Europea se están tomando estas medidas y en España “algunas comunidades autónomas plantean su implantación”.
Entre las opiniones a favor y en contra recogidas para su obligatoriedad, se encuentran que su uso puede tener un “efecto protector individual para el usuario” o es una medida de barrera que complementa la protección de las personas en escenarios en los que no se mantiene la distancia de seguridad de dos metros, la higiene de manos y la ventilación adecuada. Ahora bien, también puede transmitir una falsa sensación de seguridad que derive en relajación de las otras medidas de prevención, “sin las cuales la mascarilla pierde eficacia”. Además, una obligación parcial “puede facilitar un mal uso de la mascarilla al colocarse y quitarse”; de hecho, otro argumento recogido es que “las medidas obligatorias sólo deben implantarse como último recurso, cuando no se espera que las medidas voluntarias resulten satisfactorias y que se sepa que va a haber un efecto sustancial en la mitigación o contención” e incluso que “el control de la transmisión a partir de una persona con infección asintomática se consigue de una forma eficaz con las mascarillas higiénicas homologadas y las quirúrgicas”.
Tras valorar y sopesar las distintas ideas y argumentos, desde la sociedad destacaban que no se recomienda la obligación del uso de mascarillas autofiltrantes por parte de la población general. En cambio, sí es recomendable el uso de mascarillas quirúrgicas para la población general “en espacios interiores con poca ventilación o que ésta no puede ser evaluada o mantenida de forma adecuada”.
Para la sociedad científica, cualquier regulación de la obligación de esta medida debe estar enmarcada en una estrategia más amplia de salud pública que garantice que la medida está acorde al riesgo de transmisión en el momento de su implantación; que se cumplen el resto de medidas preventivas de manera conjunta (uso adecuado de mascarillas higiénicas y quirúrgicas, ventilación, aforos, higiene de manos), o que los mensajes llegan de forma eficaz a toda la población.
Otro debate serían los precios de estos productos, que deben ser “asequibles al nivel de renta de la población” y que no haya escasez de suministro “para aquellas personas y situaciones en las que éstas están claramente indicadas (por ejemplo, sanitarios que atienden a pacientes con sospecha o confirmación de covid)”.
Sí a la distancia de 2 metros
Respecto a la ya tan comentada distancia mínima de seguridad, León Izard destaca la importancia de “evitar el contagio aéreo manteniendo una distancia de dos metros”, aunque Peces Barba matiza que, en su opinión, “no hay distancia mínima de seguridad porque depende de si se está en exteriores o en interiores”. Por ello, comenta, “cuanto más, mejor y si supera los dos metros, mejor”.
Otra cuestión clave, según la vocal del COF, es “lavarse las manos con frecuencia o usar gel hidroalcohólico”. Al respecto, Peces Barba añade que “las soluciones hidroalcohólicas certificadas son lo más cómodo y rápido, pero lavarse con agua y jabón durante al menos 40 segundos es también eficaz”.
Pilar León (COF Madrid): “La evidencia científica habla de la propagación aérea como la principal forma de contagio del coronavirus”
Entre el resto de recomendaciones habituales, León Izard recuerda “no tocarse los ojos, la nariz y la boca con las manos sin haberlas higienizado anteriormente” o que al estornudar o toser, se debe hacer “mirando el codo del brazo flexionado o utilizando un pañuelo de papel desechable y, posteriormente, lavarse las manos”.
Asimismo, recuerda que en caso de fiebre hay que llamar al centro de atención primaria o acudir a Urgencias si la saturación de oxígeno está por debajo de 94 SpO2.
El debate sobre la limpieza
Al principio de la pandemia, ante las dudas y el desconocimiento existente, se propusieron medidas de protección como la desinfección de superficies. Sin embargo, según recogía un artículo publicado en Nature, esa importancia que se dio hace unos meses pudo ser desproporcionada, ya que se habría sobrevalorado el riesgo de transmisión por esa vía, que ahora parece ser residual.
Con el paso del tiempo, y los conocimientos adquiridos, se ha ido matizando y “hoy en día la evidencia científica habla de la propagación aérea” como la principal forma de contagio, apunta León Izard. Por tanto, Peces Barba insiste en que “la inhalación de gotas de aerosol eliminadas por una persona contagiada y que pueden ser inhaladas por otra persona de su proximidad” es la forma de contagio con mayor evidencia. Y, de acuerdo a la información actualmente disponible, “hay que priorizar la protección directa entre persona y persona”. Así pues, la limpieza de superficies, comenta el neumólogo, “pasa a segundo nivel de importancia” porque, según amplía León Izard, “en las gotículas infectadas de virus en una superficie, éste empieza a descomponerse enseguida”.
No obstante, enfatiza Peces Barba, “sigue siendo recomendable hacerlo” con un producto certificado. Y también se ha trabajado para minimizar aún más ese impacto. Un buen ejemplo es la colaboración de la Universitat Jaume I de Castellón con el Centro de Desarrollo de Materiales Funcionales de Brasil, la empresa Nanox Tecnologia y el Instituto de Ciencias Biomédicas de la Universidad de São Paulo, que, gracias a sus conocimientos sobre las propiedades bactericidas y fungicidas de las nanopartículas de plata y sílice, han desarrollado una película plástica adhesiva para proteger superficies e inactivarlo por contacto.
Espacios interiores y limpieza del aire compartido
Una vez que ha quedado de manifiesto que el contagio de la covid-19 por las superficies es un aspecto muy residual, los especialistas consultados coinciden en que los esfuerzos deben centrarse en los espacios interiores y la limpieza del aire compartido, “más que en las superficies compartidas”, apunta Pilar León Izard, del COF de Madrid. Germán Peces Barba, de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica, destaca la necesidad de “ventilar con frecuencia los espacios interiores”, siendo lo más eficaz el “abrir al menos parcialmente ventanas y puertas. Y si no existen, usar un sistema de renovación del aire interior eficaz”. León Izard recomienda en los espacios cerrados utilizar un medidor de CO2 y “si se superan las 700 partes por millón, hay que ventilar inmediatamente”. Según Peces Barba, se trataría de “tener la capacidad de renovar al menos 12 veces por hora todo el volumen de la habitación”.
El Comité de Salud Medioambiental de la Asociación Española de Pediatría insiste en que, “en general, cuanto mayor es el número de personas en un ambiente interior, mayor es la necesidad de ventilación con aire exterior”, apuntando que “la tasa de ventilación debe basarse en la cantidad de personas que ocupan un espacio interior (y algunos otros factores)”. En su opinión, se debe considerar la mayor ventilación cuando la ocupación de la sala es elevada y en las áreas de mucho tráfico de personas. Además, mejorar la ventilación también beneficia la calidad del aire interior al reducir la exposición a otros contaminantes y a los productos utilizados para desinfectar.
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