El cáncer es la segunda causa de muerte en el mundo; una de las mayores lacras sanitarias de la sociedad moderna, cuyo diagnóstico supone una terrible noticia para quienes la sufren y su entorno. Se calcula que uno de cada seis fallecimientos se debe a una enfermedad neoplásica. Múltiples investigaciones recientes muestran que el estado de la microbiota puede ser determinante en la prevención y el tratamiento en Oncología.
Afortunadamente, las técnicas de tratamiento del cáncer son cada vez más avanzadas; también se sabe, en gran medida, cómo se podrían prevenir muchos casos, ya que, al menos un tercio, se deben a factores que tienen que ver con la conducta y la alimentación: obesidad o sobrepeso, ingesta escasa de fruta y verdura, sedentarismo y consumo de tabaco y alcohol… Todo ello evidencia el impacto del estilo de vida en la aparición de los tumores. Se estima, además, que otro 20% de los casos están relacionados directamente con un agente infeccioso, como los virus de la hepatitis B y C en el hepatocarcinoma, o el del papiloma humano en el cáncer de cérvix. También los agentes bacterianos pueden ser causa de cáncer, como el gástrico por Helicobacter pylori. En este sentido, las terapias antimicrobianas son claves.
Hay quimioterápicos cuya actividad está muy influida por la presencia o ausencia de ciertas cepas bacterianas en el intestino
Una de las líneas de investigación más interesantes es aquélla que ha comenzado a estudiar las complejas relaciones de la microbiota, tanto la intestinal como las del resto del organismo (bucal, pulmonar, vaginal…), con los procesos de carcinogénesis. La microbiota influye en el éxito de un tratamiento antineoplásico. Por un lado, tener en equilibrio a las familias bacterianas que componen nuestro organismo ayuda a tolerar mejor los efectos secundarios de los tratamientos; por otra parte, también puede modular la eficacia de un tratamiento, al influir en la absorción y metabolización de los fármacos. Hay quimioterápicos cuya actividad está muy influenciada por la presencia o ausencia de ciertas cepas bacterianas en el intestino.
Contra los efectos tóxicos
Al estado de equilibrio de la microbiota se le conoce como eubiosis, que favorece que haya una situación antiinflamatoria y que pueda contribuir en la prevención de los procesos de carcinogénesis. Sin embargo, ¿cómo lo hace? Tanto las bacterias residentes en el intestino como los probióticos tomados por vía oral pueden fabricar moléculas que son capaces de inhibir el crecimiento tumoral y prevenir alteraciones que pueden acabar por producir una neoplasia. La situación contraria, es decir, la llamada disbiosis, produce efectos nocivos para el organismo, considerándose hoy como un promotor tumoral.
La microbiota tiene, además, la capacidad de reducir los efectos tóxicos de quimioterapia y radioterapia
La disbiosis afecta negativamente al metabolismo y a la función inmunitaria -intestinal y sistémica-, pudiéndose desencadenar un proceso cancerígeno, y no sólo en el intestino, sino en otros órganos. Además de un desequilibrio general, está demostrado que diversas bacterias tienen mecanismos que conducen al desarrollo de determinadas neoplasias cuando concurren con otros factores, como la predisposición genética, una alimentación inadecuada, el consumo de tóxicos y la disrupción de la barrera intestinal.
En cuanto a la capacidad de la microbiota de reducir los efectos tóxicos de la quimioterapia y de la radioterapia, tiene que ver con el hecho de que muchos de estos efectos se deben a la alteración de la barrera intestinal o la disbiosis secundaria. Ya hay estudios que han demostrado la potencial utilidad del uso de ciertas cepas de probióticos en determinados escenarios clínicos. De hecho, dos grandes instituciones médicas internacionales, como la Multinational Association of Supportive Care in Cancer and International Society of Oral Oncology (Mascc/ISOO) y la European Society for Medical Oncology (ESMO) sugieren el uso de probióticos a base de lactobacilos en aquellos enfermos que tienen diarreas causadas por los tratamientos, en base a la evidencia aportada por estudios con resultados muy favorables.
En definitiva, una microbiota sana constituye uno de los pilares de la medicina de precisión en la Oncología del siglo XXI.
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