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miércoles, 7 de diciembre de 2022

La pandemia cambió nuestra forma de oír las palabras

Fernando Navarro
Fernando Navarro
Mié, 07/12/2022 - 09:31
El poder del lenguaje
Después de dos años de pandemia, si alguien oye /in*ekzión/, tiende a oír más
Después de dos años de pandemia, si alguien oye /in*ekzión/, tiende a oír más "infección" que "inyección".

Imaginemos que nos cruzamos con una amiga en la calle, la saludamos y nos dice «la semana pasada estuve con **vid» (esos asteriscos tratan de representar dos fonemas inteligibles por coincidir con el inoportuno acelerón de una motocicleta que justo en ese momento pasaba por allí). Antes de la pandemia, es muy posible que nos hubiera parecido entender que estuvo con David; ahora, en cambio, entenderíamos que estuvo con covid. Y lo mismo ocurre en otras lenguas; si un ruido sobrevenido oculta solo el primer fonema en una expresión como *ockdown prices, antes de la pandemia casi cualquier anglohablante habría entendido knockdown prices (precios rebajados), mientras que ahora probablemente entendería lockdown prices (precios durante el confinamiento).

Que la pandemia de covid-19 cambió el mundo que conocíamos es un hecho incuestionable. Que cambió asimismo nuestro lenguaje es algo que he venido comentando también en este Laboratorio del lenguaje desde marzo de 2020: la pandemia trajo consigo cientos de neologismos y llevó a las portadas de los periódicos, en todo el mundo, tecnicismos médicos, virológicos y epidemiológicos que antes solo usaban los especialistas. Pero ¿es posible que haya cambiado también el modo en que oímos ―o creemos oír― las palabras?

En un experimento reciente, un equipo de cuatro investigadores de los Laboratorios Haskins (centro de investigación del lenguaje dependiente de la Universidad Yale), el Departamento de Investigación de IBM, la Facultad de Medicina de la Universidad de Nueva York y la Universidad Centroeuropea de Viena, partieron de un inmenso corpus lingüístico de noticias para seleccionar una treintena de pares de palabras que suenan parecido salvo por un fonema y se usaban con frecuencia semejante antes de la pandemia, pero con frecuencia muy dispar durante la pandemia. Por ejemplo, mask (mascarilla) y task (tarea), infection (infección) e injection (inyección), chill (escalofrío) y hill (colina), fever (fiebre) y beaver (castor). A modo de comparación, seleccionaron otra treintena de pares con idéntica diferencia de fonemas, pero que hayan seguido usándose con frecuencia parecida tanto antes como durante la pandemia. En el caso de las cuatro parejas antes mencionadas, por ejemplo, las parejas comparativas fueron map y tap, effect y eject, chair y hair, y feet y beat.

Grabaron todas esas palabras, eliminaron de la grabación el fonema diferencial y lo sustituyeron por una tos o por otro ruido, en un intento de simular la experiencia de mantener una conversación hablada en un ambiente ruidoso. Durante un año, que fue la duración del experimento, pusieron las grabaciones a 899 adultos estadounidenses y fueron anotando qué entendían en esas grabaciones manipuladas. Los resultados se publicaron en junio de 2022.

Demostraron así que las expectativas léxicas y la comprensión auditiva pueden cambiar cuando cambia el entorno lingüístico del oyente (como sucedió durante la pandemia), y que tales cambios persisten en el tiempo. Los participantes en el estudio creyeron oír con más frecuencia las palabras cuya frecuencia de uso había aumentado durante la pandemia (fue casi cuatro veces más frecuente, por ejemplo, oír mask en lugar de task de lo que lo fue oír map en lugar de tap); cuanto más aumentó la frecuencia de uso de una palabra con la pandemia (esto es, en 2020 con respecto a la frecuencia de uso en 2019), mayor era también la probabilidad de que los oyentes creyeran oírla en las grabaciones manipuladas. Además, la probabilidad de oír estas palabras pandémicas fue 1,44 veces mayor cuando el fonema se sustituía por una tos que cuando se sustituía por otro ruido distinto.

Fernando A. Navarro

Que la pandemia de covid-19 cambió el mundo que conocíamos es un hecho incuestionable; ¿es posible que haya cambiado también el modo en que oímos ―o creemos oír― las palabras? Off Fernando A. Navarro Off

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