Enfermería ha jugado, y sigue jugando, un papel clave en la detección de necesidades psicosociales y la promoción del cuidado emocional en el contexto actual de la pandemia por covid-19, sobre todo apoyándose en su capacidad adaptativa y de liderar la participación comunitaria, según se puso ayer de manifiesto en la mesa Cuidados de salud mental en la pandemia por coronavirus: comportamientos saludables en todas las etapas de la vida, organizado por la Asociación Española de Enfermería de Salud Mental (Aeesme), la Asociación de Enfermería Comunitaria (AEC) y la Asociación Española de Enfermería Pediátrica (Aeep) en el marco del 2º Congreso Nacional Multidisciplinar covid-19 de las sociedades científicas de España, y moderada por por Mercedes Torno, del Hospital Provincial de Toledo.
Según Rubén Chacón, enfermero especialista en Salud Mental del Hospital Universitario 12 de Octubre (Madrid) y miembro de la junta directiva de la Aeesme, "se han detectado diversas necesidades psicosociales emergentes ante la crisis por coronavirus”, entre las que destacan el acceso a información, prevención y promoción, el acompañamiento emocional, los cuidados de los colectivos más vulnerables, la derivación a recursos sociales, la lucha contra brecha digital e idiomática, la búsqueda de activos en salud en la comunidad, la prevención de la infección, detección de casos y contactos, apoyo en la cuarentena y facilitar el tratamiento, o la prevención de la violencia doméstica, de género o del ciberacoso. Y en todos estos ámbitos los conocimientos y la “capacidad de adaptación” de enfermería ha jugado, y juega, un papel relevante.
Ejemplificando, las enfermeras especialistas en salud mental están capacitadas y, por ello, están desarrollando una gran labor para “abordar las reacciones emocionales en las distintas etapas de la vida y apoyar el fortalecimiento del autocuidado, las redes informales de cuidado y los factores de resiliencia de las personas, familias y comunidades”, siendo fundamental para ejecutar “acciones de promoción y prevención den salud mental en la comunidad, y disminuir la necesidad de medicalizar reacciones desadaptativas”.
En concreto, acciones como la atención telefónica o videollamadas “para mantener la continuidad en los cuidados y realizar una intervención temprana”, las terapias de grupo con herramientas similares, o incluso el apoyo emocional a otros profesionales, son herramientas claves.
Participación comunitaria en AP
Por su parte, Elvira Gras, enfermera comunitaria en el consultorio de Altea Casco Antiguo (Alicante), hizo hincapié en la importancia de los procesos de participación comunitaria en atención primaria, señalado que son fundamentales, según recoge la OMS, para aumentar el bienestar de las comunidades y mejorar la salud de las poblaciones, imprescindible para actuar en la reducción de las desigualdades sociales y necesario para promover la salud.
En este contexto, apuntó el papel fundamental de Enfermería, señalando que “se trata de trasladar a la comunidad lo que tenemos claro y hacemos, y además muy bien, en la consulta”. Como en otros ámbitos, el impacto de la pandemia ha sido brutal en la participación comunitaria, pero las redes y herramientas sociales e informáticas han permitido “minimizar” el mismo. En su opinión, es necesario preparar el escenario pospandemia y “aprender técnicas de participación y vivir la experiencia”, sin olvidar la importancia de incorporarla “aún más” al trabajo diario y en equipo y a la gestión del mismo. Por último también resulta esencial “asegurar la sostenibilidad y accesibilidad” a dicha participación.
Cuidar el bienestar de los niños y adolescentes
Josefina Patiño-Masó, de la Facultad de Enfermería de la Universidad de Girona, repasó un trabajo de análisis de diez estudios sobre el impacto de la covid en los más jóvenes. Entre las conclusiones generales, destacó que “el bienestar subjetivo resulta un buen indicador de salud” y se recomienda “el enfoque sistémico para la prevención e intervención de la salud infantil-adolescente”.
En este sentido, se antoja necesario apoyar a estos colectivos en el desarrollo de mecanismos de afrontamiento saludables, y asegurar que los servicios de salud para niños, adolescentes y familias “sean fácilmente accesibles y estén disponibles”. Para Patiño-Masó, se debe identificar cuáles son los determinantes de salud y bienestar con más peso y focalizar también en los estilos de vida y medio ambiente, “ya que estos tienen un impacto enorme en el proceso salud-enfermedad”.
Pero tampoco se puede olvidar el impacto de los factores sociológicos (económicos y culturales) y los aspectos de la salud mental (relacionales, perceptivos y comportamentales). “Todo ello nos ayudará a reconocer estrategias efectivas para promover el bienestar y la salud infantil-adolescente, en este reto adaptativo que nos plantea la pandemia”, concluyó.
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