El estudio de los efectos de las sustancias psicodélicas y su potencial terapéutico ha crecido de manera exponencial en los últimos años. La exploración de los estados alterados de conciencia hace tiempo que salió de la contracultura para ganar terreno en la investigación psiquiátrica, hasta el punto de que hoy se considera una opción esperanzadora para determinados pacientes con trastorno depresivo que no responden a los tratamientos habituales (fármacos y psicoterapia), en el estrés postraumático o en las adicciones, por mencionar algunas de las indicaciones estudiadas.
La terapia asistida con psicodélicos (TAP) no es la panacea, ni resulta útil para todos los pacientes, aseguran quienes trabajan con ella, pero la evidencia respalda su eficacia en cada vez más casos, y sugiere un potencial curativo. Es una de las conclusiones extraídas en el Psymposium ‘Transformando la salud mental del futuro, hoy’, que reunió este mes a centenares de expertos en el ámbito de la salud mental y de la TAP en el Colegio de Médicos de Madrid.
Uno de ellos es Óscar Soto, psiquiatra del Servicio de Rehabilitación Psiquiátrica Intensiva del Parc Sanitari Sant Joan de Déu, en Barcelona, e investigador en el Instituto de Investigación SJD del grupo Anima, creado para el estudio de la TAP. Este especialista defiende el abordaje holístico que implica la TAP: “Combina el efecto neurobiológico de los psicodélicos -sobre la plasticidad neuronal, la modulación inflamatoria y los circuitos cerebrales- con los cambios conductuales y de creencia que surgen a través de los estados alterados de conciencia y del trabajo terapéutico”.
El papel del acompañamiento
Una característica que define a los compuestos psicodélicos que se están investigando es que generan estados alterados de conciencia, pero no todos comparten los mismos mecanismos neurobiológicos, ni los mismos efectos, por lo que hay que discernir “en qué contexto y para qué tipo de pacientes utilizar cada uno”. Soto subraya que la TAP no consiste únicamente en el uso puntual del fármaco psicodélico, sino que va acompañada de la administración de una psicoterapia estructurada, con sesiones de preparación previas a la experiencia psicodélica y otras de integración posteriores, para facilitar el proceso de cambio.
Para ello es necesario que se realice en un entorno seguro, subraya Soto, de la mano de profesionales con la formación adecuada en terapia con estas sustancias para abordar trastornos mentales, que “puedan hacer un acompañamiento, conocer qué personas son potenciales beneficiarias y cuáles los eventuales riesgos”.
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