Desde 2015 no existe en España formación especializada en Medicina del Deporte, fruto de la aplicación de la directiva europea que decretó la desaparición de la formación en régimen de Escuela. Desde al menos 10 años antes de esa fecha, Pedro Manonelles, presidente de la Sociedad Española de Medicina del Deporte (Semed), abandera una larga lucha para lograr la inclusión de Medicina del Deporte en el sistema MIR. Lejos de desesperar, cree que su objetivo está “más cerca que nunca”, y promete volver a la carga “al mes” de que el próximo inquilino de La Moncloa ocupe su sitio.
Pregunta. El extinto decreto de troncalidad marcó un punto de inflexión al decretar la desaparición de las especialidades en régimen de Escuela. ¿Qué supuso esa medida para Medicina del Deporte?
Respuesta. De entrada, cabe decir que no es una medida achacable a la troncalidad, sino a una directiva europea que decretó que la formación de todas las especialidades médicas debía hacerse en régimen hospitalario. España sacó el decreto de troncalidad y no incluyó en él a nuestra especialidad, pero lo cierto es que aquel Gobierno tenía intención de aprobarla mediante un decreto específico y paralelo. La impugnación de la troncalidad retrotrajo todo al estatus anterior y, ahora mismo, la especialidad como tal y los especialistas existimos, claro, pero lo que no hay es formación en Medicina del Deporte, y si no hay formación el futuro es negro.
P. ¿Tan insatisfactoria era para ustedes la formación en régimen de Escuela? ¿No era preferible a la actual falta de formación?
R. Con la directiva europea, la disyuntiva no es ya si la formación debe ser o no en Escuela, porque la Unión Europea ya no reconoce ese modelo formativo. Pero es que, además, nosotros siempre hemos defendido que la formación debe ser hospitalaria. La que se articulaba en régimen de Escuela tenía varias carencias básicas: era a tiempo parcial; nuestros residentes pagaban por recibir su formación, a diferencia del resto de los MIR, que cobran en su periodo formativo y tienen un contrato de trabajo, y, además, había muchas deficiencias en los aspectos más prácticos. Todo ello no es óbice para reconocer que había Escuelas que lo hacían muy bien.
P. ¿No cree que el desconocimiento que parece existir, incluso entre los propios médicos, sobre el corpus de la especialidad lastra su desarrollo y su incorporación al régimen hospitalario?
R. Lo segundo mucho más que lo primero; pero es que es un círculo vicioso: como no está incorporada a la estructura sanitaria del país, hay mucho desconocimiento sobre nuestra labor. Y, ojo, hablo de la estructura sanitaria, y no del Sistema Nacional de Salud (SNS), porque tampoco nosotros somos partidarios de una incorporación absoluta al sistema de salud. No obstante, ahora existe un mayor conocimiento, y no tanto por parte de los médicos como de los propios usuarios, y esto le ha dado un giro fundamental a la consideración general de la especialidad, incluidos los dirigentes políticos, tanto en el Consejo Superior de Deportes como en el Ministerio de Sanidad.
La necesidad de la especialidad ha calado ya en la estructura del ministerio, al margen de quién ocupe la cartera
P. ¿En qué se basa esa consideración? ¿Por qué es tan importante que exista una especialidad hospitalaria de Medicina del Deporte en España?
R. En esencia, por el propio desarrollo de nuestra sociedad occidental, que ha pasado de realizar trabajos fundamentalmente físicos a una actividad laboral básicamente sedentaria; si a ello le sumamos una alimentación variada y profusa, tenemos un organismo humano que está preparado para la actividad física, pero que no quema las calorías necesarias, y eso se traduce en un problema creciente y grave de obesidad. El deporte, que tradicionalmente se veía como una actividad lúdica y divertida, pasa a ser un elemento de primer orden en varios aspectos, y el económico no es el menos importante, por el creciente peso de la masiva práctica deportiva: en España, más del 50% de la población practica una actividad física regularmente, y casi el 40% dos horas a la semana; casi tres millones de esos practicantes están federados a nivel nacional, más los de las federaciones autonómicas. Obsérvese la importancia que estos meros datos tienen en la lucha contra la obesidad, el sedentarismo y las patologías derivadas de ello.
P. Ese porcentaje de gente practicando deporte justificaría por sí solo la necesidad de especialistas en medicina deportiva…
R. Sin duda. La proliferación de la actividad deportiva, que es una buena noticia en sí, tiene la contrapartida de la multiplicación de las patologías nuevas fruto de esa actividad física, como la rabdomiólisis inducida por esfuerzo, por ejemplo; y ahí también es clave la presencia de un especialista, que debe asumir el cuidado específico de las personas que practican deporte en cualquiera de sus manifestaciones. Yo llevo más de 30 años de práctica profesional y en los últimos 6 meses he visto ya dos rabdomiólisis, y estamos hablando de una destrucción muscular producida por el esfuerzo; es decir, de un problema grave que sólo puede asumir un especialista. Si en España hay más de 20 millones de personas practicando deporte, y casi una tercera parte sufre patologías inducidas por el esfuerzo, creo que los datos hablan por sí solos.
P. ¿Son las autoridades sanitarias conscientes de la magnitud de esas cifras y de los problemas derivados de ellas?
R. Le aseguro que los responsables del Ministerio de Sanidad son perfectamente conscientes del enorme problema que tiene la administración pública europea con el sedentarismo y la obsesidad, y con el manejo de las consecuencias sanitarias derivadas de ellos, porque son costosísimos, afectan a una barbaridad de población, y generalmente en forma de pluripatología; y saben también que el ejercicio regular y controlado es la única manera de atajar un problema de tal magnitud. De hecho, en la última reunión que tuve con el director de Ordenación Profesional no le empecé hablando de estos temas, porque él los conoce perfectamente, sino que abordé la necesidad de la especialidad con otro argumento que puede parecer sorprendente: en España, el deporte de alta competición es un asunto de prioridad nacional, porque somos una potencia deportiva mundial, y la práctica deportiva es un motor económico prioritario para el país y un pasaporte de prestigio mundial… Si España ha crecido deportivamente en esa proporción, y se mantiene en el tiempo a pesar de la crisis, evidentemente es por culpa de los deportistas, pero el nivel de esos deportistas es imposible de mantener sin un desarrollo acorde y parejo de la medicina deportiva especializada. Es literalmente imposible.
En España, más del 50% de la gente hace una actividad física regular, y el 40% de ellos dos horas semanales
P. ¿Si a las razones puramente sanitarias, une el factor marca España, cualquier Ministerio de Sanidad le comprará la necesidad de la especialidad?
R. Pues si alguien necesita más razones, hay otra: la prevención de la muerte súbita y la inapelable necesidad de reconocimientos médicos obligatorios. En España, tradicionalmente no se ha exigido un documento que acredite la actitud de la persona para realizar una prueba deportiva, y hablo de grandes maratones y pruebas de enorme exigencia, pero también de las carreras populares que se celebran todos los fines de semana. La expedición de ese documento, que debería ser obligatorio, no puede quedar a la buena voluntad de algún médico de Familia o de algún servicio de Traumatología que realice un control o un análisis rutinario.
P. ¿Pero tal volumen de reconocimientos obligatorios, con tanta periodicidad y con la exahustividad que requieren no suponen un enorme coste para el sistema?
R. No se trata de hacer un reconocimiento a cada deportista amateur por cada una de las pruebas en las que participe. La idea es que un especialista, con capacidad para hacerlo, haga reconocimientos con una validez temporal determinada -por ejemplo, un año-, y que su dictamen sea accesible en una red telemática para todos los médicos del país. A partir de ahí, el interesado sólo tendría que renovar su certificado cuando caducase. Y no hablo de un futurible o de algo que haya que inventar, porque Cataluña, por ejemplo, ya lo está haciendo: las federaciones catalanas de fútbol, baloncesto y otros deportes ya obligan a todos sus practicantes a pasar un reconocimiento.
El alto nivel de nuestros deportistas no se puede mantener sin un desarrollo acorde y parejo de la medicina deportiva
P. ¿Y existen en España especialistas suficientes para hacer reconocimientos con garantías?
R. Definitivamente, no. Cómo van a existir si muchos nos vamos a jubilar en breve y desde 2015 no se está formando a nuevos especialistas. En Cataluña o Madrid hay especialistas suficientes, pero no en otras comunidades autónomas, y las garantías deben ser homogéneas para todo el país. Pero también eso lo hemos previsto: mientras no existan suficientes especialistas para hacer esos reconocimientos de actitud, se habilitaría temporalmente a médicos de otras especialidades con una formación específica.
P. ¿No resulta un poco desesperante intentar convencer de la necesidad de la especialidad a un ministerio que cambia tanto de cara? ¿No tiene la sensación de empezar de cero cada vez?
R. Mire, yo llevo desde 2005 peleando por el reconocimiento de la especialidad hospitalaria y creo que el momento en que más cerca estuvimos de lograrla fue con Leire Pajín, donde todo parecía hecho. Desde entonces, los cambios de gabinete, dimisiones, mociones y avatares políticos varios han hecho que cada nuevo equipo ministerial se tradujera en un ímprobo, y en ocasiones desesperante, trabajo para explicarlo todo desde el principio. Ahora bien, en todo este proceso hay un pequeño atisbo de esperanza: de la última reunión con el director general de Ordenación Profesional salimos con la convicción de que la necesidad de la especialidad ha calado en la estructura del ministerio, si se puede decir así, y esa necesidad parece ahora más independiente que nunca de quién sea el titular de la cartera. En cuanto se comprende que la justificación última de la especialidad es la evolución de la sociedad de la que antes hablábamos, es muy difícil que nadie cuestione esa necesidad.
Cataluña ya se ha comprometido a financiar 4 plazas MIR de Deporte, ampliables hasta 8 de forma progresiva
P. El siguiente paso, que tampoco parece fácil, es conseguir que haya autonomías que demanden plazas MIR de Deporte y que estén dispuestas a financiarlas
R. Creo que eso no sería un problema. De entrada, la Generalitat de Cataluña se ha comprometido a financiar hasta 4 plazas de Medicina del Deporte durante los primeros 4 años de la especialidad, ampliables de forma progresiva a 8 plazas; y sabemos que también hay otras autonomías dispuestas a hacerlo. Obviamente, no será una especialidad masiva, pero estimamos que unas 20 plazas MIR anuales serían suficientes para renovar las plantillas y darle a la especialidad la consistencia que necesita.
P. Decía antes que desde Semed no son partidarios de la plena integración de la especialidad en el SNS, pero ¿lo ideal para la normalización de la Medicina del Deporte no sería que sus servicios se incorporasen a la cartera de la sanidad pública?
R. Pues sólo hasta cierto punto. En nuestra propia casa, había especialistas que abogaban por la necesidad de que hubiera un médico del Deporte en cada centro de salud, algo que, obviamente, es inasumible, porque reventaría el sistema. Ahora bien, sin llegar a ese extremo, hay modelos perfectamente viables para la prescripción del ejercicio físico en determinadas enfermedades dentro de la cartera de servicios. De entrada, habría que definir poblaciones diana, con arreglo a perfiles, patologías y características determinadas; los perfiles establecidos se transmitirían luego al médico de Familia, para que incluyera a los pacientes que respondieran a esas características en un programa de actividad física; el siguiente paso sería asignar médicos del Deporte a zonas o áreas sanitarias, de forma que una parte del sistema de primaria pudiera disponer de una interconsulta con el especialista. Luego habría que facilitar a los pacientes incluidos en esos proramas instalaciones perfecamente homologadas y supervisadas por profesionales cualificados para desarrollar la actividad prescrita, pero eso ya implicaría entrar en contacto con las administraciones locales. En suma, es un proceso relativamente prolijo, pero perfectamente factible.
P. Y en los hospitales, ¿cómo se arbitaría la integración de Medicina del Deporte?
R. Con trabajos puntuales y concretos en determinados servicios. Por ejemplo, pruebas de esfuerzo en los servicios de Cardiología, prescripciones de ejercicio en gimnasios de los servicios de Rehabilitación, manejo de patologías de las partes blandas (tendinitis, lesiones por sobrecarga, esguinces…) en un servicio de Traumatología… Es decir, trabajos muy técnicos y específicos que incorporarían a médicos del Deporte para ofrecer prestaciones que no cubre ninguna otra especialidad. Ahí sí tiene un claro encaje el médico del Deporte en el SNS.
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