Se cumplen 25 años desde el lanzamiento de Botox (toxina botulínica A) en España. La efeméride ha protagonizado el encuentro Stand Alone, de Allergan: una reunión de actualización para profesionales sanitarios donde se ha abordado, en Madrid, el impacto de este tratamiento en la migraña crónica y su uso en la rehabilitación del paciente neurológico.
Patricia Pozo, responsable de la Unidad de Cefalea del Hospital Universitario Valle de Hebrón, en Barcelona, expone a DM sobre el impacto de la introducción de Botox que “por un lado, ha permitido ofrecer a los pacientes que tenían más discapacidad una solución terapéutica, bien tolerada y eficaz, que no teníamos antes. En segundo lugar, el hecho de que sea un tratamiento que se infiltra ha facilitado, potenciado y dinamizado la creación de unidades de cefalea, también creando la figura del especialista de cefalea que necesitaba un entrenamiento para poder diagnosticar correctamente y administrar el tratamiento a las personas que lo necesitaban. Todo esto ha consolidado y ha dado fuerza a toda la especialidad en general”.
La indicación de la toxina botulínica es para la migraña crónica, definida “por tener 15 días o más de dolor al mes, es decir, son personas extremadamente discapacitadas. Lo que hemos ido aprendiendo desde que se aprobó la indicación es que también sirve para pacientes con sobreuso de medicación analgésica, otras comorbilidades, etc. Gracias a que se infiltra y no se administra por vía oral, se tolera bien con otros medicamentos. Se puede dar básicamente en cualquier paciente que tenga migraña aunque tenga otras enfermedades asociadas”.
Pozo afirma que “con cualquier tratamiento tenemos pacientes respondedores y no respondedores. Dentro de los respondedores, están los muy buenos respondedores y los parciales. Este grupo de respondedores global sube casi prácticamente al 75% de pacientes: nos queda un 20%-25% -depende de las series de pacientes que no son respondedores al tratamiento-, pero esto ya ocurre con otros tratamientos en el mercado. Es decir, aunque nos gustaría que todo el mundo se beneficiase, hay gente que todavía no puede, porque, por ejemplo, se engloban en lo que denominamos migraña a fisiopatologías diferentes, es decir, orígenes diferentes de la enfermedad o mecanismos diferentes que hace que algunos pacientes respondan peor”.
Sobre las posibles vías de optimizar el empleo de la toxina botulínica, la neuróloga recuerda que “se puede asociar a otros fármacos también preventivos de migraña. De hecho, normalmente, cuando se inicia el tratamiento, como son pacientes en los que han fracasado a otros fármacos, normalmente añadimos Botox y en el momento en el que los pacientes mejoran, retiramos los otros y comprobamos si solo con Botox se encuentran bien. En España hemos realizado un estudio con 527 pacientes en ocho centros donde vimos que a partir del año y medio es el punto de corte donde podemos empezar a retirar medicación: tardan un poco en estar suficientemente bien como para que el especialista considere que es el momento de retirar el resto de tratamientos preventivos”.
Espasticidad tras ictus
Otra de las indicaciones de Botox abordadas en el encuentro ha sido la de la espasticidad en pacientes que han sufrido un ictus. Susana Moraleda, jefa de Sección y coordinadora del Servicio de Medicina Física y Rehabilitación del Hospital Universitario La Paz, en Madrid, valora muy positivamente el impacto de la toxina botulínica A en el tratamiento de estos enfermos. “Hasta que llegó no teníamos armas terapéuticas eficaces, porque la farmacología no era suficiente y el tratamiento con técnicas de rehabilitación ayudaba y mejoraba, pero no tanto. Desde que se empezó a utilizar la toxina botulínica mejoró muchísimo la calidad de vida de nuestros pacientes, de una manera espectacular”.
Esta terapia está indicada en cualquier paciente que tenga espasticidad de cualquier etiología y que la espasticidad provoque algún tipo de problema (cuidados, autocuidados, posicionamiento, calidad de sueño, dolor…). “En cualquiera de estas situaciones está indicado el tratamiento de espasticidad y también como prevención de complicaciones que, si no se tratan, van a aparecer como pueden ser contracturas articulares que dan lugar a una posición inadecuada ya permanente”.
Los especialistas confían en que la indicación se amplíe: “Se está demostrando que es un fármaco muy seguro. Esperamos que aumente el número de indicaciones, teniendo en cuenta los buenos resultados hasta ahora”, comenta Moraleda.
Uno de los grandes beneficios de la toxina botulínica es que se potencian mutuamente los resultados con otras terapias rehabilitadoras: “El tratamiento con Botox facilita que se puedan hacer ejercicios terapéuticos y los estiramientos hacen que se mantenga el efecto terapéutico de la toxina botulínica, con lo cual son tratamientos complementarios. Posiblemente, si utilizáramos toxina botulínica solamente, el resultado no sería tan bueno que cuando la administramos con alguna técnica de medicina física y rehabilitación”.
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