Los datos han confirmado los peores temores que los intensivistas ya intuían: durante la primera ola de la pandemia, las infecciones relacionadas con la asistencia sanitaria (IRAS) aumentaron hasta límites incluso superiores a los que nuestro país tenía antes de ponerse en marcha los proyectos Zero, coordinados desde la Sociedad Española de Medicina Intensiva y Unidades Coronarias (Semicyuc).
Así se ha puesto de manifiesto en la presentación de los resultados de la última oleada del registro del Estudio Nacional de Vigilancia de Infección Nosocomial en servicios de Medicina Intensiva (Envin-Helics).
Los datos recogidos en el estudio corresponden a los meses de marzo, abril y mayo de 2020, y solo se han incluido pacientes covid de 61 UCI españolas. “La muestra es muy inferior a la de otros años, cuando contamos con unas 220 UCI, pero con la presión que se ha sufrido en estas unidades, bastante han hecho los profesionales dedicando sus ratos libres y fines de semana a actualizar el registro”, explica su coordinador, Francisco Álvarez Lerma, jefe de Sección en la UCI del Parc de Salut Mar, de Barcelona.
Un tercio de los pacientes
Así, de una muestra de 1.525 pacientes, más de la mitad sufrieron una o más de una IRAS, y más de un tercio (en torno a un 36%) padecieron infecciones relacionadas con dispositivos invasivos, que son en las que se centra el Envin. Lo llamativo del dato es que, en 2019, el porcentaje rondaba el 5%.
Por ejemplo, “hemos visto un repunte muy importante en neumonías asociadas a ventilación mecánica”, según ha explicado María Pilar Gracia, del Hospital del Mar. También han aumentado notablemente las bacteriemias asociadas a catéter y las infecciones de tracto urinario asociadas a sonda vesical.
En cuanto a los factores de riesgo de sufrir una infección, Álvarez Lerma ha destacado como principales “la edad -los casos se incrementan a partir de los 55 años y después se mantienen estables-, la obesidad, un mayor índice en la escala Apache y una mayor estancia hospitalaria”.
Asimismo, también influyen en la probabilidad de sufrir una infección la aplicación de dispositivos invasivos -ventilación mecánica, TDER o nutrición parenteral o enteral- y la pronación del paciente con el objetivo de reducir la hipoxia.
Este último punto ha suscitado cierto debate en el webinar. A juicio de Álvarez Lerma, “es preciso analizarlo bien, pero puede tener que ver con que la pronación no se hace en las condiciones más adecuadas”. Así, según ha explicado a Diario Médico, una mala colocación en decúbito prono puede hacer que los catéteres y sondas se salgan o acoden, algo que probablemente sucedió porque parte del personal que trabajó durante la primera ola en unidades de críticos extendidas no era profesional de intensivos, por lo que no contaba con la experiencia necesaria para realizar esa maniobra con seguridad.
Mortalidad
Por lo que respecta a la mortalidad en las UCI, “fue del 31%, más del triple de lo normal”, según Ricardo Gimeno, del Hospital La Fe, de Valencia. No obstante, según ha matizado Álvarez Lerma, “un 37% de los fallecidos presentaban una infección, mientras que el 27% no la tenían”.
Sin embargo, no se trata de una tasa homogénea: “La variación en la mortalidad iba del 20 al 50% según la comunidad autónoma”, ha explicado Gimeno.
Segunda y tercera olas
Por suerte, parece que estos datos quedarán en el registro como algo pasajero: “Creo que las tasas están bajando notablemente en las segunda y tercera olas, porque ya tenemos mucho aprendido y porque la presión de entrada de pacientes no es tan grande”, ha afirmado Gracia.
Excepcionalmente, el pasado año Envin tuvo una segunda fase de recogida de datos, entre septiembre y diciembre, coincidiendo con la segunda ola. En este caso “sí se incluyen pacientes no covid”, detalla el coordinador del registro. Los resultados estarán listos en primavera.
via Noticias de diariomedico.... https://ift.tt/3qVp9N8
No hay comentarios:
Publicar un comentario