El avance en el conocimiento fisiopatológico de las enfermedades lisosomales, en gran parte gracias al desarrollo de nuevos modelos experimentales con la técnica de edición genética CRISPR, ha permitido conocer mejor los mecanismos íntimos relacionados con la enfermedad. Así lo ha destacado a DM Miguel Ángel Torralba, responsable del Servicio de Medicina Interna del Hospital Clínico Universitario Lozano Blesa de Zaragoza.
El especialista también ha aludido, entre los hallazgos en este campo más significativos de los últimos meses, a los nuevos medicamentos capaces de atravesar la barrera hematoencefálica para llegar al sistema nervioso central. Torralba ha participado en la cuarta edición del principal evento de enfermedades lisosomales de nuestro país, la reunión científica POST WS Rareview, que organiza cada año Sanofi Genzyme, y donde se recogen los aspectos más relevantes presentados en el simposio mundial de Estados Unidos sobre estas patologías.
Las enfermedades lisosomales, trastornos hereditarios de carácter crónico-progresivo, aglutinan alrededor de 50 patologías. Si bien por separado arrojan una incidencia de un caso por cada cien mil nacidos vivos, juntas alcanzan el caso por cada 5.000-8.000 recién nacidos. Entre las más conocidas está la enfermedad de Gaucher, de Hurler-Scheie, de Fabry, de Pompe y de Niemann-Pick.
En este encuentro, que ha tenido lugar en Madrid, se han expuestos datos sobre nuevas moléculas como el venglustat, un inhibidor de la glucocerebrosido sintetasa que atraviesa la barrera hematoencefálica en la enfermedad de Gaucher tipo 3, así como otras moléculas con una potencial mejor penetración celular, como la avalglucosidasa alfa para la enfermedad de Pompe, y la administración de agalsidasa por nanoliposoma para la enfermedad de Fabry.
Este tipo de avances suponen “una gran ventaja respecto a las limitaciones de los tratamientos actuales, no solo por poder vehiculizar fármacos al sistema nervioso central, sino porque vamos a poder llevarlos a los tejidos menos vascularizados y evitar la respuesta inmune que se establece contra determinadas terapias, proporcionando un continuo aporte de los mismos que permitirá estabilizar, mejorar, revertir y prevenir muchos de los fenómenos que acontecen en este tipo de entidades”, ha señalado Torralba.
Asimismo, en algunas de estas enfermedades se ha pasado de considera que una célula diana es la causante de todo el daño tisular a indagar en la participación de la epigenética, “que puede ser una potencial diana terapéutica”, ha comentado el experto.
También formará parte del arsenal terapéutico de estas patologías la terapia génica, que en algunas enfermedades incluso es ya una realidad: “Hay hasta seis pacientes con enfermedad de Fabry tratados en todo el mundo con terapia génica. Y en la enfermedad de Gaucher, su aplicación está también a la vuelta de la esquina”.
El grupo del Hospital Clínico de Zaragoza también ha compartido un estudio en este encuentro científico, previamente presentado en la reunión mundial estadounidense, sobre la enfermedad de Gaucher. Esta patología presenta una serie de síntomas y signos que comparte con las enfermedades denominado teloméricas. “Hemos demostrado que se puede abordar desde ese punto de vista, el del tamaño de los telómeros y de la actividad telomérica. El trabajo que tenemos, a partir de la tesis doctoral de un compañero, el doctor Sierra, y que esperamos publicar pronto, permitiría así un abordaje muy diferente de la enfermedad de Gaucher”.
Biomarcadores
También en la reunión se ha abordado la importancia de contar con biomarcadores precisos, para realizar un seguimiento de la eficacia de los tratamientos y, especialmente, para predecir la gravedad de la enfermedad. Sobre ese aspecto, María Dolores Sánchez Niño, bióloga de la IIS-Fundación Jiménez Díaz de Madrid, ha expresado que “el principal biomarcador actual de gravedad de la enfermedad de Fabry es una molécula llamada Liso-Gb3 que se acumula como consecuencia del defecto enzimático. Existe una relación entre gravedad de la enfermedad y los niveles en plasma de Liso-Gb3. Se está trabajando activamente en identificar nuevos biomarcadores precoces de lesión de órgano diana”.
Por otro lado, el manejo de las formas más graves y de inicio temprano de los trastornos de almacenamiento lisosomal, incluidos aquellos con afectación neurológica, sigue siendo un área de alto interés científico y de desarrollo clínico. En ese sentido, Antonio González Meneses, pediatra en la Unidad de Dismorfología del Hospital Universitario Virgen del Rocío de Sevilla, ha explicado cuáles son los últimos tratamientos farmacológicos para este tipo de procesos, así como la manera de optimizar los ya existentes, “como el trasplante de médula ósea o el tratamiento enzimático sustitutivo y la manera de llegar al sistema nervioso central, zona del organismo con gran repercusión y donde no llegan los fármacos generalmente administrados por vía intravenosa”.
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