
A veces un deseo imposible no es que te toque la lotería, sino poder sentir el sol en la cara, tomarte unos churros con los nietos, o sentarse frente al mar. Para Sonia Cecilia, enferma de cáncer en cuidados paliativos, era volver a ver su casa del pueblo, recién reformada, el lugar donde ha compartido muchos momentos con su familia y ha pasado grandes veranos cuando era niña. A su hermana se le cruzó una idea por la cabeza: “La secuestro: la cojo y me la llevo en el coche”, y tal cual lo dijo un día en la consulta. En realidad, estaba compartiendo en voz en alta un deseo inviable, porque era consciente de que la situación delicada de Sonia no iba a permitir un viaje así. “Si queréis, podemos indagar”, fue la respuesta del equipo que la atendía. Lo que estaban a punto de averiguar Sonia y su hermana Mónica es que hay personas dispuestas a poner su profesionalidad y experiencia para hacer realidad deseos imposibles. Ese es el objetivo de los voluntarios de la Fundación Ambulancia del Deseo, en la que profesionales del ámbito sanitario colaboran para organizar traslados en ambulancia con pacientes que por su situación crítica o por su enfermedad crónica no pueden llegar hasta un lugar añorado.
Dicho y hecho. La doctora Rebeca Franco y la trabajadora social Susana Serrano, ambas de la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital de Móstoles (Madrid), se pusieron en contacto con la Fundación. “Escribimos en la web solicitando el deseo y a los diez minutos nos llamaron”, cuentan. Todo tuvo que organizarse con gran rapidez: “Cuando nos contactaron los oncólogos, le quedaban unos días de vida; tenía un cuadro abdominal muy grave, inoperable. A ella le hacía mucha ilusión el viaje al pueblo, pero no es como salir a dar un paseo por el parque; teniendo en cuenta que llevaba una bomba de morfina para el dolor, y sufría una trombosis no lo veíamos seguro, pero, si has conocido a Mónica… a todos nos gustaría tener una hermana así en nuestra vida”, comenta Rebeca.

Gracias a la celeridad de la Fundación y con la participación voluntaria de Rebeca, Susana, la enfermera Sofía Alba y los técnicos de emergencia sanitaria Andrés Sánchez y Juan Antonio Fernández, en apenas cuatro días, enfilaban por la carretera en una ambulancia medicalizada seguida por el coche con la familia. Voy camino Soria sonaba al cruzar el río Duero. Sonia lo revive con una sonrisa. Recuerda su emoción, y la de toda la comitiva hacia Barcebalejo, un pequeño pueblo soriano cerca del Cañón del Río Lobos. Tenía muchas ganas de ver cómo había quedado la casa, renovada con piedra y ladrillo. “No es lo mismo verla en una fotografía, nada es comparable con estar allí”, cuenta tomando una infusión en los jardines de la Fundación Instituto San José, en Madrid, donde está ahora ingresada.
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