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sábado, 28 de septiembre de 2019

En busca de una investigación más integradora en Psiquiatría

El modelo de la Psiquiatría actual requiere repensar cómo debe ser la investigación para ofrecer mejores resultados, por una parte, y cómo recobrar su voz ante una cada vez más patente mercantilización del sufrimiento, que hace que se puedan gastar recursos y tiempo en problemas inherentes a la vida y, en cambio, no se trate a los pacientes con patologías graves por el estigma social que aún pesa sobre la enfermedad mental.

Jerónimo Sáiz

El XXII Congreso Nacional de Psiquiatría, celebrado la semana pasada en Bilbao, no permaneció ajeno a este debate. Según Jerónimo Sáiz, catedrático emérito de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de Alcalá, en Madrid, es reflejo de una suerte de crisis en la que está sumergida la especialidad desde hace décadas, porque “tratar la mente enferma es algo complejo y delicado; no es como operar una vesícula o hacer una endoscopia”.

Sáiz enumera algunas de las razones de la especialidad para tumbarse en el diván: el enfoque biomédico, que tomó fuerza a partir de los 80, parece que no está dando los resultados que se esperaban; siguen vigentes las corrientes antipsiquiátricas y, sobre todo, el estigma social del enfermo, a pesar de que parece que más que nunca hablamos de salud mental; cierto intrusismo que hace que para el ciudadano medio no quede claro cuál es el rol del especialista médico…

Frente a la última versión del manual DSM, hay propuestas de otras clasificaciones de los trastornos mentales por procesos o por síntomas

Sáiz pone como ejemplo la polémica por la última actualización del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (conocido como DSM-5): “Se pretendía que fuera una guía muy apoyada en nuevos avances, en la genética, y la realidad es que no fue posible ese cambio. Cuando se publicó, se criticó que pretendía medicalizar muchas conductas, si había intereses de la industria farmacéutica detrás…”.

Guillermo Lahera

De ahí que haya autores que estén buscando otros enfoques en la clasificación, ya sea por procesos o simplemente poniendo el foco en los síntomas y no en los síndromes, según Guillermo Lahera, profesor de Psiquiatría y Psicología en la Universidad de Alcalá.

Concede que “la psiquiatría más biologicista nos equiparó al resto de especialidades, desestigmatizó a muchos pacientes y simplificó la maraña de teorías sobre la enfermedad mental, pero el modelo ha colapsado: hay multitud de estudios de genética y neuroimagen que dan resultados poco concluyentes y poco replicados”.

Ana González-Pinto

Lo achaca a “un deseo de encontrar la Piedra de Rosetta de las enfermedades mentales” y que en realidad “la distancia entre la genética o los daños estructurales a la clínica es larga, no lineal y se cruzan variables que no se suele recoger en la investigación, como acontecimientos vitales, el contexto social e incluso la vivencia subjetiva del propio paciente”. Lahera cree que es cuestión de seguir investigando incorporando el nivel psicosocial, aunque sea más complejo y costoso, “o nos perderemos la mitad de la foto”.

Resultados

“Las diferentes corrientes que había hace 50 y 40 años se han ido unificando y yo diría que el abordaje hoy en día es bastante integrador”, opina Ana González-Pinto, presidenta Sociedad Española de Psiquiatría Biológica (SEPB), que no cree que se haya impuesto un enfoque perdiendo otros. Defiende que la investigación ha dado buenos resultados en algunas patologías, como la depresión, pero que en general es cara y, por ejemplo, la industria ha dejado de lado la investigación en Alzheimer.

Se han conseguido mejoras en fármacos como los antidepresivos; también se estudia la influencia del sistema nervioso o la microbiota

Marina Díaz.

Marina Díaz, jefa de sección de Psiquiatría en el Hospital Clínico San Carlos, explica que se están consiguiendo avances con fármacos que producen menos efectos secundarios -lo que mejora la integración social de los pacientes- y se busca cada vez más la dosis mínima posible. También se está investigando la influencia de las inflamaciones en el sistema nervioso o la microbiota en los trastornos, además de los factores genéticos y lesiones cerebrales.

“En 2020 la depresión podría ser la segunda causa de discapacidad y los intentos de suicidio cada vez se producen en gente más joven. Eso nos obliga a seguir estudiando la neurobiología del cerebro sin perder de vista la cara más humanista”, afirma. “No tratamos órganos, sino personas, y todo esfuerzo en psicoterapia, en mejorar la relación médico-paciente, es un apoyo terapéutico muy eficaz”.

El mercado del sufrimiento, frente de batalla

Si bien la Psiquiatría hace años que convive con movimientos contrarios a esta disciplina, los expertos reconocen que el negocio con el sufrimiento humano y la medicalización de la vida son temas que requieren una posición más activa por parte de los profesionales.

“La vida implica dolor y sufrimiento y no podemos aspirar a una vida siempre feliz; muchas personas piden ayuda por el sufrimiento ordinario que forma parte de la vida”, expone Díaz, que recuerda que “las redes sociales difunden un estilo de vida que no es real”.

Lahera lamenta que “se nos van muchos recursos a tratar problemas cotidianos o sufrimientos vitales”, mientras que “los pacientes con trastornos graves aún no reciben un tratamiento suficientemente integrador y realmente útil”.

Y un aspecto especialmente peligroso es cuando el enfermo acaba en manos de quien no está preparado para abordar su problema, en gran parte porque continúa el estigma social sobre la enfermedad mental; ir al psiquiatra aún genera resistencia.

Las pseudociencias comercian con el sufrimiento humano, marcando unas falsas expectativas y suponen una pérdida de tiempo, puesto que los pacientes acaban llegando al psiquiatra tras un peregrinaje”, argumenta Díaz.

González-Pinto, que conoce el caso de un adolescente que falleció a raíz de un brote psicótico que no se trató con un especialista, dice que el Gobierno es quien tiene que perseguir a quienes ofrecen estas pseudoterapias, pero reconoce que los propios psiquiatras “tenemos que hablar más de lo que es la enfermedad, la salud y el papel que debe tener cada uno”.

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