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lunes, 9 de septiembre de 2019

Las redes sociales y buscadores se blindan (solo) contra los antivacunas

Hace tan sólo unos días que la Organización Mundial de la Salud (OMS) celebraba públicamente “el liderazgo de Printerest en la protección de la salud pública mediante el suministro a sus usuarios de información basada en pruebas científicas sobre las vacunas. Esperamos ver otras redes sociales siguiendo este ejemplo porque la desinformación sobre vacunas es tan contagiosa y peligrosa como las propias enfermedades a las que se refiere”, explicaba sobre el asunto de forma muy ilustrativa Tedros Adhanom, director general de la OMS.

La iniciativa de Printerest ha coincidido casi en el tiempo con el anuncio del rebrote del sarampión en Europa y el fin de la eliminación de la enfermedad que se había alcanzado en varios países. Un resurgir de la enfermedad que la propia OMS liga en buena medida a los movimientos antivacunas y a la desinformación en internet y las redes sociales.

La máxima autoridad sanitaria mundial no ha tenido, con todo, que esperar mucho para ver colmados sus anhelos de que otras redes sociales se sumaran a iniciativas como la de Printerest que, grosso modo, implica que cuando alguna persona busque en su red expresiones como seguridad de vacunas o sarampión, la red le devuelva en primer lugar información fiable y contrastada de las principales organizaciones sanitarias, como la propia OMS o los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC).

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Pocos días después del anuncio sobre Printerest la semana pasada, se anunciaba el mismo compromiso por parte de Facebook, Instagram y sus páginas y buscadores asociados para que “Facebook dirija a millones de sus usuarios a información exacta y fiable sobre las vacunas publicada por la OMS en varios idiomas”.

“Las grandes empresas digitales -decía la máxima autoridad sanitaria mundial- tienen una responsabilidad para con sus usuarios: velar por que tengan acceso a datos veraces sobre las vacunas y sobre la salud. Sería extraordinario conseguir que las redes sociales y las plataformas de búsqueda se unieran para sacar el mayor partido de su influencia conjunta”.

Un portavoz de Google explicaba a Diario Médico poco después que en su caso ha hecho “un gran esfuerzo para frenar la información errónea en nuestros productos, desde mejores algoritmos de clasificación de búsqueda, hasta mejorar nuestra capacidad para mostrar contenido autorizado, y políticas más estrictas contra la monetización de contenido dañino o peligroso en YouTube. Sabemos que nuestro trabajo aquí no ha terminado y continuaremos evaluando nuestros esfuerzos para ayudar a mejorar nuestros productos“.

¿Es delictivo?

Tras estas palabras está esa delgada línea entre garantizar la libertad de expresión y evitar la desinformación en la que se han amparado hasta ahora siempre las redes sociales y los buscadores, en la defensa de que una información falsa no es necesariamente delictiva, a menos que cruce la línea del discurso de odio, acoso, incitación a la violencia o estafas, por lo que no siempre es fácil ponerle coto o decidir dónde trazar la línea entre lo permitido y lo censurable.

En el caso de YouTube, la compañía reconoce que los sistemas no son perfectos pero se está trabajando en ello y en conjunto dice haber visto que los resultados generales sobre vacunas incluyen vídeos de fuentes autorizadas, generalmente en la parte superior.

En el último año dice haber estado además trabajando en mejorar las fuentes de noticias fiables cambiando sus algoritmos y, para ciertas consultas de búsqueda sobre información de salud, como las vacunas, y con la ayuda de expertos está intentando aportar más contexto a los resultados de las búsquedas, incluidos paneles de información con enlaces a fuentes de terceros como la Enciclopedia Británica y Wikipedia.

Hace algunos meses, YouTube anunció también un cambio para que en las recomendaciones de vídeos que realiza no figuren vídeos con contenidos “límite”, que no llegan a constituir delito y por tanto no van a retirarse pero que incluyen desinformación para la población. Entre ellos citaba, por ejemplo, los que prometen curas milagrosas para enfermedades, los que desinforman sobre lo ocurrido en acontecimientos como el ataque a las Torres Gemelas el 11-S o los que reivindican que la tierra es plana, en un claro guiño a nuevo nombre de “terraplanistas” con el que se está dando a conocer a quienes niegan la evidencia científica y desinforman.

Estos esfuerzos, sin embargo, en aras de la libre expresión, siguen significando sólo priorizar los vídeos fiables pero no eliminar los vídeos con contenido falso (salvo que sea delictivo). E incluso esa priorización no parece haber llegado a los contenidos en español todavía. Basta buscar actualmente en YouTube los términos vacunas y autismo de forma conjunta para toparse como primer vídeo un fragmento de un reportaje de La Sexta en el que se cuenta -sin contraste alguno- el caso de un niño que tras recibir la vacuna pentavalente en pocos días cambió su comportamiento y acabó siendo diagnosticado de autismo.

Algo semejante ocurre si se hace la misma búsqueda en Printerest que, pese a su compromiso, devuelve todavía como primer resultado de búsqueda reportajes bajo el título “La FDA ennumera el autismo como efecto secundario de la vacuna DTaP” o imágenes de un niño con un cartel en la mano que reza “las vacunas me han causado autismo”.

Algo más de control en los resultados sobre la falsa vinculación de las vacunas con el autismo hay en el caso de Facebook donde al hacer la búsqueda remite resultados del CDC estadounidense, o en el caso de Google, donde todos los primeros resultados desmienten el mito de que las vacunas causan autismo.

En el caso del buscador de Google, de hecho, se han producido bastantes avances. La compañía destaca que “para consultas relacionadas con temas como la información de salud que son particularmente sensibles y pueden ser susceptibles de desinformación, contamos con sistemas para priorizar los resultados de fuentes autorizadas”. En concreto, “para cientos de afecciones médicas (incluido el sarampión y otras enfermedades prevenibles por vacunación), tenemos paneles de conocimiento dedicados que incluyen información de fuentes autorizadas como Clínica Mayo y han sido evaluados por médicos. Otras colaboraciones incluyen el equipo de salud de The New York Times y el Centro de Cáncer Memorial Sloan Kettering”. El buscador muestra ya etiquetas de verificación.

Algunos de estos esfuerzos son fáciles de ver: al introducir, por ejemplo, en Google cuestiones como campos electromagnéticos y cáncer, el buscador devuelve información fiable que desmonta el mito de su vinculación.

Curas milagrosas

Sin embargo, queda aún mucho por hacer. Estos primeros pasos de buscadores y redes sociales para combatir la desinformación, fundamentalmente sobre vacunas, no han impedido, que de momento la información sobre curas milagrosas sea el día a día de la red y, especialmente, de los vídeos.

No en vano, hace ahora un año, por ejemplo, que el Consejo Audiovisual de Cataluña, la consejería de Salud catalana y el Colegio de Médicos de Barcelona elaboraron un informe pidiendo a YouTube la retirada de 14 vídeos (de entre los muchos que circulan) que contenían terapias milagro para el cáncer. Un año después pueden seguir viéndose en YouTube con el mismo contenido: algunos de ellos como el titulado La quimioterapia provoca más cáncer acumulan 113.000 visualizaciones; otros que proponen usar remolacha para curar el cáncer van ya por las 345.000 visitas, los que prefieren usar jengibre para lo mismo tienen 86.000 visitas y los que afirman que el cáncer es un hongo curable con bicarbonato superan ya los 2,3 millones de visitas.

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