Uno de los males sobre los que reflexionaba Ortega y Gasset en su ensayo La España invertebrada era el ensimismamiento de las diferentes clases sociales y de las diferentes sensibilidades nacionales que solo tenían ojos y pensamientos para si mismas. Un virus ha hecho romper esas barreras de clase, de estatus, de prejuicio económico. Es el causante de que nos miremos unos a otros sin salir de nuestras casas y descubramos que los agricultores, los transportistas, los trabajadores de los supermercados, las personas que limpian residencias y hospitales y multitud de profesionales que se dedican a la seguridad (Ejercito, Policía, Guardia Civil, etc) son imprescindibles, aunque hasta ahora muchos han sido casi invisibles para la mayoría.
Un microorganismo ha sido declarado enemigo común y es el responsable de la síntesis emocional de lo que es nuestro país, en el que hemos sustituido de golpe emblemas oficiales por aplausos a sanitarios a la misma hora e himnos, por canciones del ayer. La situación de alarma en la que vivimos desde hace semanas y esos aplausos nos recuerdan diariamente que lo verdaderamente importante es muy simple. Los médicos siempre hemos tenido la oportunidad de recordarnos a nosotros mismos que las cosas fundamentales son tan sencillas como poder andar, ver, pensar o respirar.
Sin embargo, esta crisis también ha puesto en evidencia las diferencias que existen entre las diferentes autonomías a la hora de gestionar los recursos. Sabíamos que los sueldos de los profesionales, los calendarios vacunales, las pruebas que se hacen a los recién nacidos, novedosos tratamientos y otras muchas cosas variaban entre las diferentes comunidades autónomas. Conocíamos de primera mano las grandes dificultades que había para contratar especialistas en los hospitales de la España vacía, de las grandes diferencias en las listas de espera por hospitales y autonomías en función del número de médicos disponibles y de dotación de aparataje. Ahora también hemos sido conscientes de algo más terrible: dependiendo del número de respiradores, del número de especialistas en las Unidades de Cuidados Intensivos (UCIs) y de la dotación de las mismas, las posibilidades de sobrevivir de un paciente y la edad de corte (nunca ha sido tan terrible esta expresión), pueden variar de forma alarmante entre hospitales y autonomías.
En líneas generales, la construcción sanitaria del estado autonómico ha sido beneficiosa para todo el país, sin esos recursos autonómicos esta crisis hubiera sido todavía peor. Las autonomías más pobres eran un erial sanitario antes de las transferencias en materia de sanidad. Pero desde esas transferencias han pasado muchos años y las diferencias han vuelto a aparecer y la recuperación de la crisis en España ha ido por barrios autonómicos.
La pandemia del coronavirus ha puesto de manifiesto que es muy difícil coordinar los recursos sanitarios. Los respiradores han sido un bien preciadísimo que han determinado las posibilidades de sobrevivir de muchos pacientes con esta enfermedad. Y esas posibilidades no han sido igual en función de la presión que ha ejercido el virus en los diferentes hospitales y en las diferentes comunidades autónomas. Lo que al final ha determinado que no todos los españoles han tenido las mismas posibilidades de sobrevivir ni de encontrar a tiempo un respirador y una UCI bien dotada.
Esta terrible experiencia vivida en común debería favorecer un nexo de unidad. Una buena solución sería coordinar la capacidad de respuesta de las UCIs de toda España, no se trata solo de comprar compulsivamente respiradores y sobrecargar las unidades más afectadas por la pandemia, que se tienen que reforzar con personal sin la suficiente experiencia muchas veces. En España tenemos algo de lo que todos nos sentimos orgullosos y que ha sido un ejemplo internacional, nuestra Organización Nacional de Trasplantes (ONT). Si hemos sido capaces de coordinar nuestros esfuerzos para enviar un órgano donado en un rincón de España para enviarlo a otro sitio de nuestra geografía y beneficiar a un donante, deberíamos ser capaces de enviar a un paciente que necesita un respirador y personal formado y entrenado de UCI, poniendo al servicio de todos los españoles todos las camas de UCI disponibles.
No se trata de decidir que edad es el límite para entrar o no en una UCI para poder seguir respirando, no se trata de elegir entre una ética deontológica o utilitarista, no se trata de que las autonomías marquen territorio y se miren solo a si mismas, se trata de ofrecer la mejor solución sanitaria posible a cualquier ciudadano español independientemente de su lugar de residencia, del hospital que le corresponda o de la autonomía en la que le haya pillado el estado de alarma. Estas últimas semanas desgraciadamente muchos pacientes no han llegado a tiempo de probar esta solución. La obligación de nuestro estado es defender la equidad como valor inquebrantable de nuestro Sistema Nacional de Salud, ya sea en la donación de un órgano, de una prueba del talón o en el acceso a un respirador. Hoy España se vertebra respirando junta.
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