Jefe de servicio en el Hospital Universitario y Politécnico La Fe, de Valencia, Eduardo García-Granero presidirá hasta 2020 la Asociación Española de Cirujanos (AEC), una entidad que agrupa a más de 5.000 facultativos y que representa los intereses de una especialidad “con tal grado de complejidad, y tan creciente, que exige el reconocimiento oficial y urgente de varias superespecialidades”.
PREGUNTA. Como su nombre sugiere, ¿es Cirugía General y del Aparato Digestivo la menos especializada de las especialidades?
RESPUESTA. Por su propia denominación, puede parecer que la nuestra es una especialidad sencilla, al menos sobre el papel, pero es muy compleja. Por su naturaleza, agrupa muchas subespecialidades o superespecialidades con campos de dedicación muy específicos, como la cirugía esofagogástrica, los trasplantes, la cirugía colorectal, la cirugía endocrina, la obesidad…, y dentro de cada uno de esos campos hay determinados procedimientos complejos para algunos tumores, transplantes o patologías concretas que necesitan superespecialistas. La respuesta de la Asociación de Cirujanos a esta creciente complejidad ha sido crear secciones específicas, que ya tienen mucha tradición, para cada campo.
No podemos amoldarnos al lento ritmo de la burocracia, porque una sociedad se rige por criterios de calidad asistencial
P. ¿Vienen a paliar estas secciones la falta de reconocimiento oficial de cada una de esas superespecialidades?
R. Puede verse así, sin duda. Éste es un tema que la Administración tiene pendiente desde hace años y la AEC no puede amoldarse al lento ritmo de la burocracia oficial, porque una sociedad científica se rige por necesidades de calidad asistencial. Nosotros hemos creado las secciones y ahora le toca hablar a la Administración, que debe facilitar la estructura para que el cirujano se forme en esos campos y se le reconozcan esas competencias. No sé si es un problema de recursos o de prioridades, pero estamos hablando de enfermedades con mucho impacto social.
P. ¿Cree que el hecho de que buena parte de la actividad quirúrgica de Cirugía General limite con la de otras especialidades dificulta el reconocimiento oficial de esas superespecialidades?
R. Para responder a esto yo generalmente apelo a la perspectiva histórica. El cirujano general, o cirujano a secas, se ocupaba inicialmente de las intervenciones ginecológicas, urológicas… y todo se ha ido desgajando de ese tronco general. El propio nombre de la especialidad ya se queda corto, porque dentro de la cirugía digestiva están todos esos campos de los que hablábamos antes, y desglosarlos es fundamental para que los resultados sean óptimos y efectivos. A falta de una respuesta oficial, los cirujanos nos hemos organizado por unidades especializadas en los grandes hospitales, y aquí entramos, de nuevo, en la duplicidad de ritmos entre la sociedad científica y la Administración: cuando queda una vacante en una de esas unidades, normalmente no se cubre con un especialista que reúna los criterios profesionales y la experiencia necesarios, sino con perfiles genéricos y no tan adaptados al puesto. Las bolsas de trabajo o las OPE autonómicas no valoran, ni de lejos, la experiencia en una superespecialidad.
Esta especialidad tiene un alto nivel de exigencia, tanto laboral -por las guardias-, como profesional
P. ¿Sería bueno, entonces, que las comunidades recurrieran a la AEC para perfilar mejor esos puestos?
R. No puedo estar más de acuerdo. Cada autonomía fija sus propios criterios y lo hace sin escuchar a las asociaciones profesionales. En nuestro caso, además, no estamos hablando de una entidad local, con poco número de socios, sino de una sociedad científica que representa a todo el país y que lleva a cabo una ingente labor formativa para los residentes. Entre el 35 y el 40 por ciento de nuestros socios son MIR.
P. Ahora que menciona a los residentes, Cirugía General no suele aparecer en los primeros puestos de la elección del MIR. ¿Cree que el futuro residente puede tener la impresión, como decíamos antes, de que es una especialidad demasiado genérica?
R. Las preferencias del MIR son variables y dependen de muchos factores. Creo que una de las cosas que más influyen en esa elección es el contacto que los estudiantes de Medicina tienen con los servicios durante sus prácticas y la huella que les dejan tutores y adjuntos. Hay, además, otros factores, entre los que no son menores la valoración del ocio en las generaciones actuales o la creciente feminización de la Medicina.
P. No sé si venderla como una especialidad particularmente sacrificada es el mejor reclamo para atraer a los futuros residentes…
R. Más que sacrificada, yo diría que tiene un alto nivel de exigencia, tanto laboral, por el volumen de guardias, como profesional, por la complejidad de algunas cirugías, su morbilidad, las posibles complicaciones postoperatorias… Un cirujano no hace una operación, se va a casa y se inhibe de esas posibles complicaciones. Tenemos un acusado sentido de la responsabilidad.
P. Otra batalla de la AEC es la limitación de las plazas MIR.Rondamos las 180 anuales y la AEC plantea dejarlas en 110 ó 120…
R. Vuelvo a recurrir a la historia para responderle. Recuerdo los años en que más de 25.000 aspirantes al MIR competían por 3.000 ó 4.000 plazas, y cómo de ahí se llegó a una situación de equilibrio. La proliferación de facultades de Medicina ha invertido de nuevo las tornas, y en pocos años vamos a tener muchos problemas laborales, pero no sólo en Cirugía General, sino en muchas otras especialidades. Ahora mismo no puede hablarse de paro, pero sí de empleo precario, y cada vez más.
Ya no pido a la Administración que financie los ‘fellowship’, pero sí que valore esta formación para optar a plazas muy específicas
P. La Sección de Formación de la AEC empezó a elaborar en 2016 un plan de competencias para reacreditar a sus especialistas. ¿En qué punto está ese plan?
R. Ese plan está directamente vinculado con las superespecialidades de las que hemos hablado. Hemos puesto en marcha varios fellowship de un año, financiados por la industria, en campos muy concretos. El objetivo de la AEC es implantar un sistema de evaluación estándar y objetivo de estos fellowship, avalado por la propia sociedad científica, de forma que se conviertan en el embrión de las futuras superespecialidadades. No sé lo que tardará la Administración en acompañarnos y en darle un respaldo oficial a esta formación.
P. ¿La reacreditación de los cirujanos implicaría también revisar los estándares de calidad de las unidades y servicios hospitalarios donde ejercen?
R. Otro de los objetivos de la AEC es crear estudios clínicos multicéntricos para lograr el máximo nivel de evidencia en algunos de los campos más concretos de la especialidad y marcar estándares. El siguiente paso es fijar criterios para evaluar el nivel medio de calidad asistencial del SNS, de forma que las unidades y servicios que quieran optar a ser punteros en docencia y formar a superespecialistas deban reunir unos criterios específicos. Es un proceso lento y aún en vías de desarrollo, pero es el único camino hacia la excelencia. Ya no pido que la Administración lo financie, pero sí, al menos, que cuando se convoque una plaza en una unidad concreta de un hospital de referencia, se valore esta formación como un mérito para optar a ella, porque estamos hablando de un feedback continuo de mejora asistencial que se transmite a todos los grupos.
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