Dan Callahan acaba de fallecer a los 88 años en New York. Sin duda ha sido una de la figuras clave en el nacimiento y desarrollo de la bioética. Después de cursar estudios de filosofía, especializándose en los clásicos griegos, se dedicó al estudio de la ética aplicada al campo de la salud, siendo cofundador del prestigioso Hasting Center en 1969.
Prolífico autor -47 libros- cuyos escritos destacan por una prosa clara y penetrante, que se ha caracterizado por cultivar un sentido crítico lleno de honestidad que le llevaba a reconocer cambios de planteamiento en su larga trayectoria.
Su influyente pensamiento estará presente en cualquiera que se haya introducido seriamente en el estudio de la bioética, siendo especialmente reseñable su liderazgo en el informe sobre Los fines de la medicina, elaborado por el Hasting Center en 1998, que ya es una pieza clásica de la reflexión bioética donde se hace una dura critica a la visión de la medicina que considera la muerte como un fracaso.
Generó una controversia mundial con su libro Poner limites. Los fines de la medicina en una sociedad que envejece (1987), donde plasma su pensamiento sobre la ética de la distribución de recursos que le llevó a proponer la limitación de determinadas prestaciones a la edad de 80 años (trasplantes, diálisis, cirugía mayor), por considerar que se avecina una explosión demográfica de ancianos que hará quebrar los sistemas sanitarios. Diario Médico le hizo una entrevista hace 12 años, titulada Daniel Callahan: “Es justo limitar el uso de tecnología médica en los ancianos”, que se publicó acompañada de una serie de comentarios muy críticos a su propuesta de introducir la edad como criterio de discriminación. Aunque personalmente comparto estas críticas a Callahan, me parece que su análisis ético de la atención a las personas mayores y a los pacientes con enfermedades avanzadas es brillante y debe ser tenido en cuenta a la hora de tomar decisiones clínicas, cambiando la edad por el pronóstico. A pesar de este posicionamiento hay que señalar que Callahan se manifestó contrario a la eutanasia y al suicido asistido, argumentando que su legalización perjudica a la mayoría.
En 2014 publicó un magnífico artículo cuya lectura recomiendo(D. Callahan. What is it to do good ethics? J Med Ethics 2015;41:68–70. doi:10.1136/medethics-2014-102384), donde analiza su propia evolución, primero desde Sócrates hacia la filosofía analítica (asociada a la ética de la tercera persona, donde un juez externo toma decisiones racionales, sin espacio a la afectividad), para retornar más tarde a la ética de la primera persona y de la virtud (donde intelecto y emociones comparten la toma de decisiones en el contexto de una comunidad de valores).
Callahan concluye en sus últimos años que la bioética se ha preocupado más por los medios que por los fines (retomando así lo que ha sido su gran preocupación), y que nos hemos de plantear qué tipo de personas debemos ser para hacer buena ética. La prioridad, afirma, es convertirnos en una buena persona que ayuda a los demás tomando decisiones prudentes. Me ha recordado que Ciril Rozman también decía que “solo es buen médico quien es buena persona”. Yo se lo pongo en una diapositiva a mis alumnos.
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