Miembro del Servicio de Cardiología del Hospital Universitario de Bellvitge y profesor titular de la Universidad de Barcelona, Ángel Cequier acaba de asumir la Presidencia de la Sociedad Española de Cardiología (SEC). Su especialidad debe aprobar en el siglo XXI una asignatura prioritaria: la atención al paciente cardiológico crónico.
PREGUNTA. Asume el timón de una sociedad científica con más de 6.000 socios y mucho peso específico. ¿Cómo afronta el reto?
RESPUESTA. Con responsabilidad y prudencia, porque, además de lo que usted ha dicho, es una sociedad que tiene un ingente volumen de actividad; formativa y de investigación, pero también de una relación institucional permanente con otras sociedades. Difícilmente se puede asumir la Presidencia de una sociedad de esta entidad, volumen de socios y actividad si previamente no se ha tenido una cierta experiencia en el seno de ella. Como todos los presidentes de la SEC, yo he sido previamente electo, durante los dos años anteriores, y además fui vicepresidente entre 2009 y 2011.
P. En suma, que conviene estar de becario antes…
R. Sí, sí, es así. Nosotros decimos ser residente antes que adjunto. De hecho, cuando fui vicepresidente me ocupé de muchos temas científicos y vinculados al congreso, pero sólo ahora he tomado conciencia de la responsabilidad y complejidad que implica tomar decisiones, aunque sea de forma compartida con el ejecutivo de la SEC. Hablamos, además, de una sociedad de vanguardia, cuyas ejecutivas previas han tenido un cierto carácter visionario. Por ejemplo, en el capítulo formativo, desde hace casi diez años la SEC se ha centrado básicamente en la formación on line, en las TICs, de manera que la oferta presencial se ha ido reduciendo paulatinamente. Y esta oferta docente, además de ser accesible y más barata, tiene una proyección espectacular, porque llega ya a muchos países de habla hispana.
“El sistema sanitario ni se crea ni se destruye en 4 ó 5 años, pero en 20 podemos pagar lo que no estamos haciendo”
P. ¿Tiene la sociedad científica el peso institucional que le correspondería por volumen y actividad?
R. Buena pregunta, que yo también me hago. Mire, creo que no, pero no por culpa de la sociedad, sino porque, al estar muy atomizadas las administraciones sanitarias, tenemos muchos frentes abiertos. A veces, nuestro interlocutor es el Ministerio de Sanidad; otras, las consejerías de Sanidad o los ejecutivos autonómicos… Al final, la relación con la Administración, entendida en su conjunto, es menos intensa de lo que nosotros querríamos. Ahora bien, el conjunto de la SEC tiene un compromiso extraordinario, y el mejor ejemplo es que el 90% de los socios que se inscribieron para el congreso de Barcelona acudieron a la cita, pese a que el momento sea tan complejo.
P. ¿La atomización administrativa de la que habla se traduce en una heterogeneidad en la asistencia cardiológica en el sistema sanitario público?
R. Sí, sin duda. El nivel de los cardiólogos españoles es bastante homogéneo, pero las diferencias de inversión en el capítulo sanitario en las diferentes comunidades tiene un impacto asistencial también muy diferente. Hay tratamientos de beneficio incuestionable para pacientes de una autonomía que no llegan en la misma proporción a otras, y los resultados en salud por procesos asistenciales y comunidades evidencian esta realidad.
P. El estudio e-Motiva que presentaron en el congreso de Barcelona revela signos de agotamiento y desesperanza entre los cardiólogos españoles ¿Tan mal les trata el sistema?
R. Es un cúmulo de circunstancias, pero la desesperanza que revela el e-Motiva afecta, sobre todo, a los cardiólogos más jóvenes, y fundamentalmente por la incertidumbre sobre el futuro de nuestro sistema público. Tenemos un SNS con un nivel extraordinario, pero la falta de homogeneización, la reducción de la inversión, el recorte del PIB destinado a sanidad… impacta letalmente en aspectos como la innovación, el reemplazo de equipamientos, los salarios… O repensamos hacia dónde vamos o entraremos en una senda de vulnerabilidad que tendrá efectos en una década.
“Quizás el SNS debería adoptar algunas pautas de gestión privada, y no hablo de vender el sistema público a empresas privadas, sino de herramientas puntuales de gestión”
P. El e-Motiva cifra en un 55% los cardiólogos que trabajan en situación precaria. ¿Qué entiende un especialista cualificado por “situación precaria”?
R. Hay que situar las cosas en su contexto. Un cierto grado de desmotivación, preocupación o falta de interés en otras profesiones, se traduce, quizás, en una pérdida de productividad, pero un cardiólogo no se puede permitir bajar su “rendimiento”, y créame que eso genera una desproporción entre el grado de responsabilidad que asumimos y el reconocimiento que tenemos, y no sólo social, sino de calidad contractual, cuando más de la mitad de los especialistas no saben si podrán seguir ejerciendo en el mismo hospital el próximo año. La crisis no ha mermado la calidad asistencial, pero sí ha aumentado exponencialmente la quemazón de los especialistas, no sólo los cardiólogos.
P. No sé si es muy tranquilizador para el paciente saber que el 49% de los cardiólogos del sistema sanitario público ejercen sin contrato fijo…
R. Afortunadamente, el paciente no es consciente, pero ese porcentaje tan escandaloso de provisionalidad es una consecuencia más de la crisis. En los dos últimos años ha habido convocatorias de empleo que han intentado revertir esa situación, pero no sé si eso se mantendrá si en el horizonte aparece una nueva crisis.
P. Otro dato: más del 50% de los cardiólogos ve 15 pacientes diarios. Me dirá que no es comparable, ¿pero no cree que un médico de primaria mataría por ese volumen de visitas?
R. Como bien ha dicho, no es comparable. En absoluto quiero cuestionar la labor de primaria, pero esos 15 pacientes diarios, que pueden parecer pocos, exigen, en muchos casos, un análisis muy pormenorizado, porque son pacientes crónicos, politratados, con muchos medicamentos o un tratamiento complejo, que exige evaluaciones y explicaciones muy detalladas. No es lo mismo, por ejemplo, una consulta cardiológica ambulatoria que otra monográfica en un hospital para trasplante cardíaco o para evaluar un problema de arritmias complejo. Probablemente, los pacientes de primaria son muchos y los minutos que les dedican, pocos; pero, hablando de lo que conozco, lo que sí es seguro es que esos 15 pacientes de media en Cardiología son excesivos.
“Hace una década, de cada cien enfermos con infarto de miocardio, en el primer mes moría en torno al 10 ó 12%, y ahora el porcentaje ronda el 7%, pero la prevalencia de estas patologías aumentará exponencialmente en los próximos años”
P. La primera solución que se le viene a uno a la cabeza es que si al SNS le faltan cardiólogos, habrá que contratar más. ¿Es ése el verdadero problema?
R. La media de cardiólogos españoles por millón de habitantes es inferior a la media europea, y ése es un dato objetivo, pero la pregunta que habría que hacerles a los políticos ya la he apuntado antes, y es: “Señores, ¿hacia dónde vamos?” Una vez que tengamos clara la respuesta, habría que fijarse en modelos que han demostrado que funcionan bien en otros países e intentar adaptarlos al nuestro. A lo mejor hacen falta cardiólogos que trabajen de 8 a 6, en lugar de 8 a 3, pero con remuneraciones correctas, y se puede hacer. El salario médico en España está entre los más bajos, si no es el más bajo, de toda la Unión Europea, y además con diferencias muy importantes en comparación al resto de países.
P. Póngame un ejemplo de país donde las cosas se hacen bien
R. Mire, yo trabajé durante casi 3 años en Canadá y la organización se acerca a la ideal, al menos para nosotros. Seguro que hay defectos, pero estamos hablando de un sistema sanitario público con un parte de gestión privada -¿de gestión, eh?-, con mecanismos de estimulación e incentivación, protocolos, guías y recomendaciones de actuación de las agencias muy diáfanos, y unos criterios de racionalidad impresionantes. El resultado es que, al menos los cardiólogos, tienen un alto grado de satisfacción profesional y laboral.
P. Más allá de ejemplos foráneos, ¿cree que la asistencia cardiológica pública podría mejorar con alguna aportación del modelo privado?
R. Desde el punto de vista asistencial, hay entidades privadas que ofrecen un nivel excelente, y desde la perspectiva de la gestión, creo que el modelo público tiene un largo recorrido, pero quizás debería adoptar algunas pautas de gestión privada, y no hablo de vender el sistema público a empresas privadas, sino de herramientas puntuales de gestión con incentivaciones apropiadas. Por ejemplo, los salarios que reciben los directivos de la pública son muy reducidos y, probablemente, los mejores acaban yéndose a la actividad privada. O cambiamos criterios de gestión como éste, adoptando pautas de incentivación privada, o no avanzaremos. Y esto funciona así en Canadá, en Francia… No estamos inventado nada.
La pregunta que habría que hacerles a nuestros políticos es: “Señores, ¿hacia dónde vamos?”
P. La enfermedad cardiovascular sigue siendo la principal causa de mortalidad en España. Aun así, ¿no tiene la sensación de que la percepción de la ciudadanía sobre la gravedad de estas patologías no es acorde con la que se tiene, por ejemplo, del cáncer?
R. Absolutamente. Cada día mueren en España 335 personas de enfermedades cardiovasculares y la percepción popular sobre su gravedad no está en sintonía con ese dato. Hay varios factores que influyen en esa falsa percepción, y uno de ellos puede ser lo inesperado y repentino de algunas de estas enfermedades, frente a una patología como el cáncer, que durante semanas o meses va provocando en el paciente un progresivo deterioro que se queda en la retina de familiares y conocidos. En cambio, usted puede ver a muchos enfermos del corazón y su aspecto externo, en general, es muy bueno. Además, tratamientos y técnicas como las válvulas que se sustituyen sin necesidad de cirugía y permiten al paciente volver rápidamente a su casa, las angioplastias, los marcapasos… permiten afortunadamente una mayor supervivencia, pero no contribuyen a generar la sensación de peligrosidad inherente a otras patologías.
P. En suma, ¿son patologías menos letales, pero más crónicas?
R. Exactamente. Hace una década, de cada cien enfermos con infarto de miocardio, en el primer mes moría en torno al 10 ó 12%, y ahora el porcentaje ronda el 7%, pero la prevalencia de estas patologías va a aumentar en los próximos años, porque la esperanza de vida cada vez es mayor: la principal causa de muerte en los últimos 10 años de vida de una persona, prácticamente el doble que cualquier otra, son las patologías cardiovasculares. El reto más inmediato y urgente de la Cardiología es, sin duda, la atención al paciente crónico. El aumento de la prevalencia de las enfermedades exige una aproximación muy completa y perfilada.
“En España, apenas hay datos oficiales sobre cómo hacemos las cosas, y saberlo es la única forma de mejorar”
P. La cronicidad de enfermedades tan prevalentes tiene también implicaciones claras para la sostenibilidad del sistema…
R. Sin duda. Entre los 70 y los 80 años, la población consume cinco veces más recursos sanitarios que entre los 40 y los 50 años. Y de ahí que vuelva a cobrar pleno sentido la pregunta que antes formulaba: ¿Hacia dónde vamos? El sistema sanitario ni se crea ni se destruye en 3, 4 ó 5 años, pero en 15 ó 20 años podemos estar arrepintiéndonos de lo que no hemos hecho hasta ahora. El impacto de la crisis, por ejemplo, no se ha aprovechado para hacer una gestión más eficiente, tender a la concentración de recursos, racionalizar la organización… Únicamente se redujeron los gastos y no se hizo absolutamente nada más.
P. ¿Cuál es su reto más ambicioso al frente de la SEC. Qué le gustaría no dejar de hacer en estos dos años?
R. Hay un aspecto clave. Afortunadamente, yo trabajé en su momento con la Central de Resultados que hay en Cataluña y creo que el problema que tenemos en España es que la información que manejamos sobre los resultados de los procesos y procedimientos es muy limitada, con honrosas excepciones. No hay documentación objetiva sobre cómo estamos haciendo las cosas, y saberlo es la única manera de mejorar. Los datos del CMBD, que es la única información oficial que tenemos ahora, nos llegan tres años y medio después de haberlos generado, y eso es muy tarde. Queremos implicar a un centenar de hospitales españoles -los que ejecutan procesos de mayor complejidad- para que sus altas sean lo más homogéneas y completas posible, de forma que recojan detallada y puntualmente la complejidad del proceso que ha sido atendido. Después, deberemos convencer a las respectivas administraciones para que los datos sean accesibles lo antes posible. El objetivo es detectar aquellos procesos que no sean óptimos, identificar las causas y ofrecer soluciones para mejorarlos o corregirlos.
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