“La visión de algunas enfermedades cutáneas como la dermatitis atópica y la urticaria crónica ha experimentado un avance espectacular en los últimos años por los nuevos hallazgos en sus mecanismos, lo que ha abierto diferentes vías en el tratamiento de estas enfermedades”, explica Milagros Lázaro, presidenta del Comité de Alergia Cutánea de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (Seaic) y coordinadora del comité científico del Simposio Internacional Avances y Perspectivas en Alergia Cutánea e Inmunología que se celebra hasta el sábado en Maspalomas.
La enfermedad cutánea inflamatoria crónica más frecuente en la infancia, con evidencias crecientes de su extensión más allá de la adolescencia, es la dermatitis atópica. En sus formas más graves sigue siendo un reto diagnóstico y terapéutico. “En los últimos diez años el interés por esta patología desde cualquier perspectiva, clínica, fisiopatológica, terapéutica y de afectación de la calidad de vida de los pacientes ha crecido de forma exponencial paralelamente con los resultados de las investigaciones más recientes en este campo”, comenta Lázaro.
“La dermatitis atópica se considera una ventana para otras enfermedades alérgicas, lo que dirige parte del esfuerzo que se realiza en esta enfermedad a varios puntos: a la prevención, a través de medidas dirigidas a la barrera cutánea; al mayor conocimiento fisiopatológico de esta afectación; ya la participación del sistema inmunitario en el proceso. Por otro lado, se está trabajando la revisión de los factores genéticos, en biomarcadores que ayuden a diagnosticar a estos pacientes y a realizar un mejor seguimiento terapéutico y en compartir una visión actualizada del tratamiento”, añade la alergóloga.
La compleja fisiopatología de la dermatitis atópica
Ignacio Jáuregui, del Servicio de Alergia del Hospital de Cruces en Vizcaya y secretario del Comité de Alergia Cutánea, destaca que “el mejor conocimiento de la compleja fisiopatología de la dermatitis atópica ha propiciado una avalancha de investigación en nuevos agentes tópicos y sistémicos de dos tipos: por un lado, las terapias dirigidas a una diana molecular concreta, caso de varios agentes biológicos parenterales que esperan incorporarse pronto a nuestro arsenal terapéutico; por otro lado, se han desarrollado una serie creciente de pequeñas moléculas de efecto antiinflamatorio más general y menos específico, como los inhibidores de la fosfodiesterasa 4 (PDE-4) o los inhibidores del sistema de transcripción JAK-STAT, que en los ensayos clínicos han demostrado eficacia en las dermatitis graves del adulto, bien en cremas o ungüentos, o bien en comprimidos, y con perfiles de seguridad muy aceptables”.
La dermatitis atópica tiene un repertorio muy diverso de subgrupos de pacientes (endofenotipos), lo que implica un tratamiento personalizado. “Hasta ahora hemos empleado estrategias y agentes tópicos y sistémicos que en muchos casos no afectaban a la vía patogénica precisa, y que en otros casos se asociaban con toxicidad importante sobre otros órganos. Las nuevas terapias dirigidas a moléculas clave de las distintas vías inflamatorias permitirán un tratamiento más a medida de cada tipo de enfermo, y por lo que sabemos hasta ahora, con perfiles de seguridad mucho mejores que los inmunosupresores al uso”, revela el alergólogo.
Intervenciones sobre la barrera cutánea
En los pacientes con dermatitis atópica la barrera cutánea es deficiente en distintos tipos de proteínas y en su proporción de grasas y ceras, que en conjunto propician una alta pérdida transepidérmica de agua, es decir, una deshidratación continua de la epidermis. Esta barrera defectuosa se vuelve permeable a antígenos, irritantes y bacterias, lo que determina la inflamación crónica de la piel.
Las intervenciones tradicionales de prevención y cuidado de la piel atópica incluyen:
- Higiene cutánea con baños de avena coloidal con agua templada.
- Baños con lejía para disminuir la sobreinfección bacteriana.
- Baños o fomentos para lesiones exudativas.
- Envoltorios con vendajes húmedos con suero fisiológico.
- Cremas o pomadas con coaltar (alquitrán de hulla).
- Tratamientos tópicos que eviten la pérdida transepidérmica de agua: emolientes/hidratantes, agentes oclusivos como la vaselina o humectantes como la urea, el ácido láctico, o el ácido urocánico; hidrolípidos, ceramidas, etc.
- Tratamientos que mejoren el microbioma y la función antimicrobiana de la piel: desde el uso de los llamados probióticos (suplementos alimenticios con bacterias beneficiosas), de eficacia discutida, a los tratamientos antisépticos inespecíficos (baños de lejía, ácido hipocloroso, etc.).
- Sol (fototerapia natural): no deja de ser un inmunosupresor sistémico natural. Disminuye la colonización por estafilococos, aumenta el espesor del estrato córneo, y disminuye el infiltrado celular de la epidermis.
Avances en urticaria
La urticaria crónica, enfermedad caracterizada por el desarrollo de ronchas, angioedema o ambos durante más de 6 semanas, puede ser espontánea o inducible (desencadenada por factores como el frío, el sol o el ejercicio, o por contacto con agentes urticantes).
Está dirigida por unas células denominadas mastocitos, pero las causas subyacentes de su activación son en gran parte desconocidas. Según explica Jáuregui, “en la mitad de las urticarias crónicas espontáneas puede demostrarse un mecanismo autoinmunitario: autoantígenos que activan las células de la piel y las hacen liberar histamina y otras sustancias clave en la producción de urticaria”.
“En este congreso se debate sobre los últimos avances en estos mecanismos, como la implicación de la vía extrínseca de la coagulación en la urticaria; también se va a tratar sobre el mayor conocimiento de biomarcadores potenciales para el diagnóstico, actividad y respuesta al tratamiento de esta enfermedad; y sobre las nuevas posibilidades de tratamiento, donde la introducción reciente de terapias biológicas ha supuesto una revolución considerable”, comentan Jáuregui y Lázaro.
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