Yi Lin, hematóloga de la Clínica Mayo, en Rochester, se acuerda bien de un paciente diagnosticado de linfoma que entró en el último instante en un ensayo clínico con células CAR-T y que hoy, más de dos años después, está vivo. La anécdota de ese paciente treintañero, padre de dos hijos, ilustra un momento que “todos –médicos, científicos, industria y pacientes– vivimos con mucha emoción, cuando empezamos a constatar cómo el tratamiento con las células CAR-T funcionaba en algunos enfermos para los que no había ya alternativa terapéutica”.
Lin es una de las mayores expertas en los tratamientos con linfocitos T con receptor de antígeno quimérico (CAR). Gracias a su formación inicial como ingeniera química –”pronto vi que lo mío no eran los plásticos” (ríe)– y en el momento en que aterrizó en el campo de la hematología, en uno de los centros de vanguardia médica del mundo (la Clínica Mayo), empezó a ser protagonista de este gran avance. “No sé si será el fin del cáncer”, admite con cautela, “pero con el tiempo las CAR-T podrán hacer frente a muchos tipos de cáncer que hoy son incurables. Creo que es el primer paso de algo realmente grande”.
Lin ha atendido a DM a su paso por España para participar en un encuentro organizado por Gilead, celebrado en el marco del LXI Congreso Nacional de la Sociedad Española de Hematología y Hemoterapia (SEHH), en Valencia.
La especialista es autora del estudio que permitió a la agencia reguladora estadounidense FDA aprobar la primera terapia con CAR-T como tratamiento para pacientes adultos con linfoma difuso de células B grandes, el tipo más común de linfoma no Hodgkin. Los datos de los primeros dos años de seguimiento de ese ensayo, que se presentarán en el próximo congreso de la Asociación Americana de Hematología (ASH), indican que más de la mitad de los pacientes tratados con esta terapia celular sobreviven y alcanzan una respuesta completa, algo que Lin considera “remarcable” teniendo en cuenta que en ese tipo de pacientes el pronóstico no solía superar los seis meses de vida con los tratamientos convencionales.
Sobre los candidatos a recibir la terapia, considera clave por un lado, “tener en cuenta el tiempo desde el inicio del procedimiento hasta que se reciben las CAR-T” –solo el proceso de elaboración de las células puede llevar hasta 30 días– y conseguir que “el paciente se encuentre en las mejores condiciones posibles”. Por otro, destaca también la importancia para el éxito terapéutico de una selección precoz, cuando ya se ve que el tratamiento previo no está funcionando, y confía en que futuras indicaciones ayuden a iniciar el tratamiento antes en los pacientes seleccionados.
Además, hace hincapié en la implicación no ya de un equipo multidisciplinar de profesionales, sino de estos con el paciente y sus familiares. De hecho, enfatiza que la comunicación es la base para el control adecuado de los efectos secundarios, que son “inherentes al mecanismo de acción” de esta terapia.
El síndrome de liberación de citocinas y la neurotoxicidad son los efectos adversos más frecuentes. “La mayoría se presentan en estado agudo y se manejan con anti-interleucinas y corticosteroides. Al principio, estábamos muy asustados, pero a medida que hemos adquirido experiencia y vemos que los controlamos con la medicación adecuada, nos preocupan menos”. No obstante, insiste en la necesidad de explicar a los pacientes y sus familiares –incluso apoyados con gráficos– todo lo que pueden esperar del tratamiento, incluidas las toxicidades, que pueden agravarse en cuestión de horas: “Tienen que entender bien que los síntomas no son los habituales de la quimioterapia, sino más parecidos a los de una gripe fuerte”. También deben reconocer los primeros signos de una eventual neurotoxicidad, para poder tratarla cuanto antes. ”A veces les digo que les hemos infundido células Robocop, con todo lo que ello implica”, bromea. “También que los efectos adversos son reversibles y un signo de que las CAR-T hacen su trabajo”.
Opina que es pronto para poner techo a esta terapia celular, “no solo en el cáncer sino también en otras áreas, como el de la medicina regenerativa”. En su centro trabajan en modelo experimental para el uso de estas células en el control de la enfermedad de injerto contra huésped en el trasplante alogénico de médula ósea.
A corto plazo, destaca la llegada de nuevas indicaciones en linfomas de Hodgkin y leucemias, así como en mieloma múltiple “donde tenemos datos muy prometedores”. También considera que con el tiempo a estas “les seguirán aprobaciones para tumores sólidos”.
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