La rehabilitación forma parte del proceso asistencial del ictus y, a medio y largo plazo, son los rehabilitadores los que asumen el seguimiento de estos pacientes, gestionando los recuros disponibles para minimizar la discapacidad y tratar sus consecuencias más frecuentes: dolor, espasticidad, deficiencias motoras y sensitivas, alteraciones cognitivas o de la comunicación y la deglución. A pesar de que en Madrid “la rehabilitación en las unidades de ictus es excelente, es necesario analizar la situación para homogeneizar la actuación y detectar las carencias, pero también las ventajas”, explica a DM Aránzazu Vázquez responsable de la Unidad de Rehabilitación del Ictus del Servicio de Medicina Física y Rehabilitación del Hospital de La Princesa, en Madrid, y coordinadora del Grupo de Trabajo de Rehabilitación de las Unidades de Ictus de la Sociedad Centro de Rehabilitación que aúna a médicos rehabilitadores de las Unidades de Ictus de Madrid, ciudad en la que diez hospitales de la red pública disponen de Unidad de Ictus, con una actuación muy controlada y protocolizada. La idea de la citada sociedad, que se ha reunido recientemente, es extender similares protocolos a la rehabilitación.
En la fase aguda, y dependiendo del protocolo de cada hospital, el médico rehabilitador valora, en las primeras 48 horas, a los pacientes que sufren un ictus e ingresan en sus unidades. El pasado año, por ejemplo, los rehabilitadores valoraron al 80% de los afectados. “A partir de este momento, se detecta si necesita un tratamiento rehabilitador; de fisioterapia, de terapia ocupacional o de logopedia o las tres variantes, ya en la fase de ingreso hospitalario. La idea es detectar a todos los pacientes que a consecuencia de un ictus tengan un déficit funcional, ya sea motor, sensitivo o cognitivo, para asegurar que no haya ninguna pérdida”. Los datos de la citada sociedad indican que un 60 por ciento por ciento de las personas que sufren ictus presentan secuelas: un 30% de carácter grave y el otro 30% leves.
El 60% de las personas que sufren un ictus presentan secuelas: un 30% de carácter grave y otro 30% de características leves
Para Laura García Delgado, rehabilitadora de la Unidad del Ictus del citado centro, algunos de los obstáculos empiezan en la fase aguda porque “hay centros que no disponen o de terapia ocupacional o logopedia, por ejemplo. Hay que intentar que todos los hospitales tengan los mismos recursos: un adecuado volumen de fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales y logopedas que garantice la asistencia desde el ingreso hospitalario”.
Aunque con variaciones, se calcula que la media de fisoterapeutas por servicio de rehabilitación en hospital es de 32, 2 terapeutas ocupacionales y 2 logopedas, con dedicación no exclusiva en ictus. “Las diferencias deben ser subsanadas, pero los pacientes salen adelante, con las mismas calidades, porque se trata de equipos muy profesionales”, dice Vázquez.
El seguimiento de los pacientes al alta es un proceso muy homogéneo, ya que en casi todos los hospitales hay consulta especializada de neurorrehablitación del ictus. La asistencia a domicilio al alta se usa en un 70% de casos, pero también debería reforzarse porque “hay hospitales que no disponen de este servicio, que es fundamental porque analiza el entorno del paciente y su familia, establece los ajustes que se deben realizar, se ofrecen recomendaciones y ayudas al alta, que es un momento de incertidumbre”.
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