Girona acogerá esta semana por primera vez en su historia (del 5 al 7) un congreso profesional de más de 3.000 personas (de hecho, parte del alojamiento se ha derivado a Lloret del Mar). No es la final de la Champions, sino la cita anual de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (Semes), que durante los últimos 8 ó 10 años ha ido aumentando paulatinamente la, hoy ya, masiva asistencia a su congreso. Òscar Miró i Andreu, presidente de Semes-Cataluña y de la 31ª edición de esta cita científica, recuerda que las peticiones de los urgenciólogos pivotan sobre la aprobación de la especialidad, pero van mucho más allá de esa reivindicación.
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PREGUNTA. ¿La consideración que tiene la Administración de la atención urgente es acorde con el ingente volumen de profesionales que ejercen en ella y con el gran número de pacientes que atienden a diario?
RESPUESTA. El problema es que las estructuras físicas y laborales de los servicios de Urgencias han ido creciendo más en función de la demanda y necesidades de los pacientes que de las posibilidades del sistema, y eso ha hecho que, a diferencia de otros servicios, que han tenido un crecimiento y organización más homogéneos, los de Urgencias son mucho más heterogéneos: unos tienen salas de observación y otros no; unos tienen unidades de corta estancia que dependen de Urgencias y otros no; algunos tienen estructuras modulares individualizadas en sus puntos asistenciales, y otros aún tienen estructuras más comunes, tipo box…
P. Estamos hablando entonces de una estructura espontánea, casi fruto de la improvisación…
R. Yo no diría tanto, pero sí es verdad que la dinámica estructural ha venido dependiendo un poco de las posibilidades de cada centro y de la presión asistencial existente en cada caso. Con el tiempo, se ha tendido a copiar de los mejores aquellas medidas que todos los profesionales creíamos que eran buenas para el sistema. Por ejemplo, los sistemas estructurados de triaje no existían hace 10 ó 15 años, y hoy en día no hay servicio de Urgencias que no los tenga. Otro ejemplo: cada vez son más los servicios hospitalarios de Urgencias que se estructuran en áreas claramente diferenciadas según la gravedad del paciente, y cada vez menos los que tienen unas urgencias específicas para el paciente traumatológico, otras para el pediátrico…
Urge una especialidad para que la gente venga a los servicios a ejercer durante sus 30 ó 40 años de vida laboral
P. ¿No sería necesario un marco regulatorio para que la estructura no dependiera casi de la iniciativa individual de los servicios?
R. Sería bueno definir qué estándares quiere el sistema sanitario para sus servicios de Urgencias, tanto estructural como funcionalmente; es decir, cuánto espacio necesita un servicio que recibe más de 300 visitas diarias, qué número de boxes hacen falta… Probablemente, la definición de ese estándar nos llevaría a reconocer que la gran mayoría de los servicios están infradotados desde el punto de vista estructural. Semes-Cataluña hizo un estudio sobre la situación física de sus servicios, y sólo entre un 10 y un 15% de ellos tenían la capacidad de aumentar su estructura física para atender picos de demanda relativamente habituales; si un servicio no tiene margen para aumentar su capacidad física, eso acaba repercutiendo en los tiempos de espera del paciente.
P. Tras décadas de amarga queja, la atención primaria parece haber entrado en la agenda política. ¿No le provoca cierta envidia que Urgencias y Emergencias siga fuera de ella?
R. Bueno, creo que en los últimos 4 ó 5 años la urgencia ha entrado de pleno en la agenda de, al menos, algunas comunidades, y el plan director de Urgencias y Emergencias de Cataluña es un claro ejemplo. Es verdad que la Administración ha tardado algo más que con otros niveles en intentar hilvanar el hilo en la aguja, pero bienvenida sea la respuesta de las comunidades que han optado por la elaboración de planes específicos, porque creo que eso es lo que necesita la atención urgente. El clarificador informe que consensuaron los defensores del Pueblo nacional y de varias autonomías sobre Urgencias fue un punto de inflexión para evidenciar carencias muy palpables y concienciar a la Administración y a los políticos.
Una vez que hubiera MIR, pasarían 20 ó 30 años hasta que todos los servicios estuvieran ocupados por ‘urgenciólogos’
P. ¿Qué lugar ocupa la ausencia de una especialidad MIR en el catálogo de problemas de la atención urgente española?
R. A ver cómo lo digo de forma cortés… La falta de una especialidad es, a estas alturas, absolutamente inexplicable. La atención hospitalaria urgente genera en España de 25 a 30 millones de interacciones anuales ciudadano-sistema, y de 8 a 10 millones de interacciones en los sistemas de emergencia; que la Administración no garantice que el profesional que atiende a ese ciudadano ha recibido una formación reglada y homogénea es una grave dejación que escapa a cualquier comprensión racional. A esa realidad le podemos poner todo el aditamento que queramos: desde el hecho de que todos los países de nuestro entorno tienen ya la especialidad, con los problemas de circulación que eso genera para nuestros urgenciólogos, hasta los estudios que demuestran la existencia de cada vez mayores vocaciones por Urgencias entre los médicos que terminan la carrera de Medicina.
Aunque sea tarde, en los últimos años la atención urgente ha entrado de lleno en la agenda política de varias comunidades
P. Una encuesta de la propia Semes cifra en un 22% los MIR que elegirían Urgencias y Emergencias como primera opcion de exisitir la especialidad…
R. Sí, sí, está entre las cinco especialidades más elegidas, pero no aquí, sino en todo el mundo, y en el caso de España los residentes se ven abocados a otras rutas formativas para acabar ejerciendo en Urgencias. Y todo ello contrasta con las presuntas amenazas que supondría la creación de la especialidad, y que no son tales; en Estados Unidos, por ejemplo, llevan más de 40 años con la especialidad, y aún queda un 6 u 8% de sus puestos laborales en Urgencias ocupados por otros especialistas. Es evidente que el sistema MIR no va a producir de repente 20.000 urgenciólogos de aquí a cinco años, sino que la llegada al sistema será progresiva, de forma que pasarán 20 ó 30 años hasta que todos los servicios estén copados por especialistas; así, que, insistio, la presunta amenaza no es tal.
P. ¿Entiende, entonces, que las reticencias de algunas sociedades científicas a la creación de la especialidad son exclusivamente laborales?
R. La realidad evidencia que las especialidades que se oponen frontalmente lo hacen, sobre todo, desde las directivas de sus sociedades científicas, y, en líneas generales, esas sociedades no hablan por boca de todos los internistas, intensivistas o médicos de Familia que ejercen en Urgencias. Así que la reticencia es en parte filosófica, sí, pero fundamentalmente laboral, porque en la época en que ha habido escasez de trabajo en algunas especialidades, Urgencias ha sido un lugar de paso transitorio para algunos profesionales. En esencia, es como tener un piso de alquiler o uno en propiedad: si el piso es de alquiler, en general, el cuidado es menos escrupuloso que si tú eres el propietario; análogamente, los servicos de Urgencias necesitan una especialización que permita que la gente ejerza en ellos durante sus 30 ó 40 años de carrera laboral como urgenciólogos de pleno derecho; de lo contrario, generas mucho tránsito que va en detrimento de la calidad asistencial.
Es muy atinada la idea de que los servicios de Urgencias son como una red protectora del sistema ante posibles disfunciones
P. ¿La ausencia de la especialidad impide, pues, el mantenimiento en el tiempo de la marcada vocación de la que antes hablaba?
R. Aquí disiento un poco, porque las vocaciones existen y existirán. Es verdad que, sin especialidad, la situación puede ser más difícil, pero hay gente que sólo concibe jubilarse como urgenciólogo. El congreso de Semes es muy sintomático de ese espíritu vocacional: hay 14 cursos precongreso, 74 talleres prácticos, más de 40 mesas redondas… y todo ello presidido por el lema La fuerza del equipo, que creo que describe muy bien lo que es la asistencia en Urgencias y Emergencias más que en cualquier otro ámbito de la práctica médica.
P. En su última Asamblea Mundial, la OMS afirma que la falta de inversión en la atención urgente aumenta los costes en otras partes del sistema. ¿Podría ser éste un reflejo de la situación española?
R. No soy un experto en estudios de efectividad o de coste-oportunidad, pero es evidente que el sistema tiene que hacer una valoración global de la mejor y más eficiente forma de invertir sus recursos. La inversión en urgencias se basa en adaptar las estructuras físicas a una realidad actual cada vez más envejecida, con unas franjas horarias de atención cada vez más amplias, y con unas necesidades asistenciales que implican necesariamente la especialización de sus profesionales. Me parece muy atinada la idea de que los servicios de Urgencias son como una especie de red protectora del sistema ante posibles disfunciones: si falla la atención en otros niveles, siempre habrá un servicio de Urgencias abierto, donde el paciente, con más o menos espera, será bien atendido; y si el problema de salud es grave, encontrará la respuesta idónea e iniciará un tratamiento que, quizás, no lograría en otras vías asistenciales.
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