Jefe del Servicio de Medicina Intensiva del Hospital Universitario Vall d’ Hebron, profesor asociado de la Universidad de Barcelona y, desde la semana pasada y hasta 2021, presidente de la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias (Semicyuc), Ricard Ferrer es, ante todo, un reconocido experto internacional en sepsis. Se lo sabe todo sobre una enfermedad que sigue siendo altamente letal, pese a que España “está a la vanguardia europea en el combate contra ella”. A todos sus cargos suma el de chairman de la Sección de Sepsis de la Sociedad Europea de Medicina Intensiva (Esicm, por sus siglas en inglés).
PREGUNTA. El plan estratégico que la Semicyuc aprobó en 2018 para los próximos 4 años incluía entre sus objetivos el de fomentar la visibilidad del intensivista y la proyección social de la especialidad. ¿Cree que Intensiva no tiene el peso específico que merece?
RESPUESTA. En los hospitales de mediana y alta complejidad el papel del intensivista está muy bien reconocido, porque, no en vano, somos los especialistas que estamos siempre ahí, 24/7, resolviendo los problemas del paciente grave. Somos, en fin, médicos muy del día a día en los hospitales, pero es verdad que quizás no somos tan conocidos por la población en general, que a veces confunde las UCIs con los servicios de Urgencias, y no tiene muy claro a qué se dedica nuestra especialidad. Es importante transmitir que somos los especialistas que atendemos al paciente crítico, y que lo hacemos a todas horas, 365 días al año.
P. Hablando de esa confusión entre el papel del intensivista y el del urgenciólogo, es inevitable preguntar si ahí puede estar una de las razones que explique el rechazo de la Semicyuc a crear una especialidad de Urgencias.
R. A ver, las especialidades atesoran el conocimiento científico de determinadas áreas, y ahora mismo el cuerpo de conocimiento que tienen especialidades transversales y con áreas comunes como Medicina Interna o Medicina Intensiva no puede volver a disgregarse en otras especialidades.
El cuerpo de conocimientos de Interna e Intensiva no puede volver a disgregarse en otra especialidad como Urgencias
P. ¿No existe, pues, el temor a que el puesto laboral que puede ocupar hoy un intensivista en Urgencias sea ocupado en el futuro por un urgenciólogo titulado?
R. Insisto en que mi preocupación es que el cuerpo de conocimiento relativo al paciente grave permanezca dentro de Intensiva. Le aseguro que no tengo especial inquietud por cuestiones laborales.
P. En el último estudio demográfico del Ministerio de Sanidad se decía que la Comisión Nacional de Medicina Intensiva pedía que sus plazas MIR se redujeran hasta un 35% ¿Hay inflación de intensivistas en el SNS?
R. El problema radica en la discrepancia entre la petición de plazas que hace anualmente la comisión de la especialidad, que ronda las 140, y las que al final ofertan las comunidades, que están sobre las 160 ó 170. La realidad es que no sabemos muy bien cuántas se necesitan, porque faltan análisis objetivos y hay mucha variabilidad entre autonomías. Parece que en la actualidad no hay intensivistas en paro, pero también es verdad que muchos tienen contratos que en absoluto se pueden considerar óptimos.
P. ¿El hecho de que no se sepa con exactitud cuántos hacen falta, no revela un grave déficit en la planificación estructural del SNS?
R. En líneas generales, se trata de datos difíciles de obtener, pero es verdad que nosotros somos una especialidad relativamente joven, que ahora está viendo cómo se jubilan, o están a punto de hacerlo, sus primeras generaciones, y que, hasta la fecha, no ha afrontado un problema real de reposición de efectivos. Ahora bien, hemos llegado al punto de inflexión en que tenemos que afrontar el goteo de jubilaciones de los intensivistas que abrieron las unidades pioneras de intensivos en España, y ahí si pueden aparecer problemas.
Somos una especialidad relativamente joven que hasta ahora no ha afrontado un problema real de relevo generacional
P. El mismo estudio del Ministerio de Sanidad cifraba el número de intensivistas en España en 5 por cada 100.000 habitantes. ¿En qué posición nos sitúa esa cifra en el contexto europeo?
R. En Europa hay una variabilidad enorme de camas de intensivos, y España estaría en la franja media-baja, en comparación con países como Alemania, por ejemplo. Pero eso lo que nos dice sencillamente es que los criterios de ingreso de pacientes en una unidad alemana de intensivos son más laxos que los españoles: pueden permitirse acoger a enfermos menos graves, mientras que en España, por número de camas y de especialistas disponibles, las UCIs están reservadas para pacientes verdaderamente graves y con alto riesgo de mortalidad. En suma, nosotros seleccionamos más a los pacientes.
P. Pese a la gravedad de la sepsis, que provoca 13 veces más fallecidos que los accidentes de tráfico, ¿no tiene la sensación de que es una gran desconocida?
R. En esencia, creo que a la población en general le cuesta entender que en plena era antibiótica un paciente se muera de una infección, pero la realidad es que seguimos teniendo una alta incidencia de infecciones graves, que cursan con sepsis y disfunciones de órganos, y que obligan a que el paciente sea atendido en las UCIs. A pesar de que hemos logrado disminuir mucho la mortalidad asociada a ella, sigue siendo alta, y cada vez nos preocupan más los pacientes que, afortunadamente, salvan la vida, pero que se quedan con ciertas disfunciones cognitivas, musculares o de órgano que persisten en el tiempo. En definitiva, la sepsis sigue siendo para los intensivistas un tema prioritario.
P. ¿Qué balance hace del Código Sepsis tras 6 años de lucha contra ese tema prioritario?
R. Tremendamente positivo. La mayoría de las comunidades han asumido ya la organización del código y existe en muchos hospitales españoles. Es como una mancha de aceite que se va extendiendo. El formato código es sinónimo de atención inmediata, que es el modo de atención ideal para las enfermedades tiempo-dependientes: el ictus, el infarto, la sepsis y el paciente politraumático exigen que el enfermo tenga en menos de una hora el antibiótico, el control del foco, el manejo con fluidos…
A la población le cuesta creer que en plena era antibiótica se pueda morir de una infección, pero lamentablemente es así
P. Como responsable de la Sección de Sepsis de la Esicm, ¿en qué punto diría que está España en el abordaje de la enfermedad?
R. A nivel organizativo, estamos bastante por delante de muchos países europeos, precisamente porque el formato código no existe en la mayoría de Europa. En España tenemos una serie de ventajas de las que creo que no somos conscientes; entre otras, la existencia de servicios de Microbiología con microbiólogos de guardia en muchos hospitales, frente a otros países que han optado por la centralización de estos servicios. Quizás esta unificación sea eficiente económicamente, pero lastra el manejo diario de las infecciones graves, porque las muestras deben viajar al lugar donde están centralizados los servicios, a veces a muchos kilómetros del hospital que las necesita. Entre el formato código, la colaboración con Microbiología y las potentes redes y grupos de investigación existentes en España, nuestro país está, sin duda, en muy buena posición en el contexto europeo.
P. En el congreso de Palma se han hecho públicos los primeros resultados del estudio Onco-ENVIN, sobre los pacientes con cáncer que ingresan en las UCI ¿Qué datos aporta ese estudio?
R. Quizás lo más importante es que en torno al 15% de los ingresos en UCI son de pacientes onco-hematológicos, y eso supone un cambio de paradigma con respecto a años atras, merced al mejor pronóstico que tienen estos pacientes. Además, los nuevos tratamientos oncológicos, fundamentalmente la inmunoterapia, obligan al intensivista a estar muy pendiente de estos enfermos, porque es verdad que el paciente mejora con la inmunoterapia, pero también puede provocar cuadros muy parecidos a la sepsis, y en muchos casos hemos de intervenir para compensar al paciente durante su tratamiento.
El formato código, la colaboración con Microbiología y el nivel investigador sitúan a España a la cabeza de Europa en sepsis
P. Más de 50 años después de la aparición de la primera UCI en España, ¿cómo han evolucionado estas unidades y hacia dónde van o hacia dónde deberían ir?
R. Las UCIs son unidades altamente tecnificadas, y lo fundamental es que todos los sistemas que operan en ellas estén conectados entre sí y haya una interoperabilidad plena. En esencia, el box de una UCI debería parecerse a la cabina de un avión, donde no es concebible que los sistemas no estén conectados e interactúen entre sí para informar al piloto en todo momento. Y no hablo del futuro, hablo de hoy, porque ya hay varios ejemplos de dispositivos que, en función de la monitorización, son capaces de ajustar el soporte que se da a los enfermos; y esto se va a ir extendiendo con procesos que se pueden automatizar para facilitar el cuidado del paciente. Además, todos estos dispositivos generan muchos datos biomédicos que se pueden integrar con la historia clínica del paciente, con datos de las analíticas, de farmacia… de forma que el paciente crítico se convierte al final en un big data. En definitiva, la UCI es el punto del hospital donde más se va a concentrar la inteligencia artificial y el big data.
P. ¿Esa UCI ideal que describe es un mero desiderátum o cree, de verdad, que es compatible con las restricciones presupuestarias del sistema sanitario?
R. Es, sin duda, el objetivo al que tenemos que tender. Ahora bien, la primera que tiene que adaptarse es la industria, que no puede proponernos equipamientos sin conectividad o sin sistemas de comunicación universales. Es decir, los dispositivos deben ser capaces de ofrecer los datos, y ofrecerlos en un formato universal que sea fácilmente integrable con el resto de los dispositivos y el sistema informático del hospital. El segundo paso es que las unidades, y algunas ya lo están haciendo, incorporen a sus equipos de investigación a data scientist y biotecnólogos, porque son fundamentales para dar este paso.
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